/ viernes 19 de enero de 2018

Imagogenia

Aunque no nos guste, estimado lector, nos encontramos inmersos en el proceso electoral y a pesar de que la ley diga que la campaña inicia oficialmente en marzo, las precampañas –cuyo objetivo es tener el respaldo de los afiliados, simpatizantes o el electorado en general para ser postulado como candidato a un cargo de elección popular- nos saturaron los sentidos desde noviembre pasado.

Así, con este primer tramo se están formando las percepciones colectivas sobre los candidatos a la presidencia de la república –principalmente-, sin olvidar también a los 128 senadores y los 500 diputados federales que serán electos, a los que además se le suman más de dos mil 800 candidatos a diversos puestos de elección popular.

Y a pesar de la saturación propagandística no hay nada verdaderamente destacado del proceso, ha sido por demás lamentable ver el show mediático que han dado los candidatos presidenciales de los partidos más fuertes de nuestro país: José Antonio Meade, con la alianza Todos por México –PRI, PVEM, Nueva Alianza-; Ricardo Anaya, con la coalición Por México al Frente –PAN, PRD, Movimiento Ciudadano-; y Andrés Manuel López con su partido Morena. Y no es triste sólo por sus discursos poco memorables y su afán de darse hasta con el sartén unos a otros, sino por su falta de honestidad para presentarse como realmente son, la clave: autenticidad.

Y con esto me refiero a que los tres buscan vender la idea de que son hombres aterrizados, de familia y buenas costumbres, pero sobre todo que son como la mayoría de los mexicanos. Es decir, se cortan el cabello en la estética de la esquina del barrio (AMLO) o se comen unas quesadillas de maíz azul (Meade) o llevan a sus hijos a la escuela (Anaya); hasta cierto punto una mofa de la realidad mexicana porque ¡seamos honestos! Ninguno de ellos sabe realmente lo que vive día a día el mexicano promedio, entonces más que empáticos se podrían interpretar estas “hazañas” como una mofa al electorado.

Pero eso no es todo, en su afán por llegar a todos los sectores –y perdiendo su identidad en el proceso- hemos escuchado la difusión de canciones promocionando a los partidos o sus candidatos y aunque unas cumplieron su objetivo como es la canción de Movimiento Ciudadano en acordes bastante pegajosos, tanto así que se convirtió en burla y remix en las redes sociales, tenemos otras canciones como las del candidato Meade en bachata y banda, que nada tiene que ver con la personalidad del candidato –en verdad, ¿quién le dice que hacer esto es lo mejor para su imagen?-.

Por otra parte, también les convendría recordar que no por decir que van a acabar con un mal común la población lo va a creer y me refiero a la corrupción qué todos han prometido combatir y erradicar, porque es tan fácil como preguntar a cualquier persona en la calle una asociación de palabras, por ejemplo: político o política y en automático las relacionarán con corrupción. Así, por defecto de contexto histórico, su imagen está asociada a lo corrupto, sin embargo, en campaña se presentan como personajes transparentes que combatirán este mal y sin embargo no hay antecedentes que los respalden ¿Incongruente no? Esto los hace perder credibilidad y confianza en su audiencia, y es que debemos preguntarnos honestamente si confiamos y creemos en cualquiera de las tres opciones que tenemos de momento.

Esperemos que en lo que falta de esta carrera que termina el 1 de julio los candidatos, sus partidos y sus estrategas entiendan que este proceso electoral permite que se forme, de manera muy particular, una idea de quién es el candidato y qué es lo que puede hacer para diferenciarse del resto, entendiéndolo desde diferentes ángulos: lo que dice que es, lo que interpreta su audiencia y lo que significa para ésta, lo que se rumora de él –recuerde el poder de este fenómeno social- y lo que le implique a su imagen todo el proceso electoral.

Twitter: @Mar_Naa

Aunque no nos guste, estimado lector, nos encontramos inmersos en el proceso electoral y a pesar de que la ley diga que la campaña inicia oficialmente en marzo, las precampañas –cuyo objetivo es tener el respaldo de los afiliados, simpatizantes o el electorado en general para ser postulado como candidato a un cargo de elección popular- nos saturaron los sentidos desde noviembre pasado.

Así, con este primer tramo se están formando las percepciones colectivas sobre los candidatos a la presidencia de la república –principalmente-, sin olvidar también a los 128 senadores y los 500 diputados federales que serán electos, a los que además se le suman más de dos mil 800 candidatos a diversos puestos de elección popular.

Y a pesar de la saturación propagandística no hay nada verdaderamente destacado del proceso, ha sido por demás lamentable ver el show mediático que han dado los candidatos presidenciales de los partidos más fuertes de nuestro país: José Antonio Meade, con la alianza Todos por México –PRI, PVEM, Nueva Alianza-; Ricardo Anaya, con la coalición Por México al Frente –PAN, PRD, Movimiento Ciudadano-; y Andrés Manuel López con su partido Morena. Y no es triste sólo por sus discursos poco memorables y su afán de darse hasta con el sartén unos a otros, sino por su falta de honestidad para presentarse como realmente son, la clave: autenticidad.

Y con esto me refiero a que los tres buscan vender la idea de que son hombres aterrizados, de familia y buenas costumbres, pero sobre todo que son como la mayoría de los mexicanos. Es decir, se cortan el cabello en la estética de la esquina del barrio (AMLO) o se comen unas quesadillas de maíz azul (Meade) o llevan a sus hijos a la escuela (Anaya); hasta cierto punto una mofa de la realidad mexicana porque ¡seamos honestos! Ninguno de ellos sabe realmente lo que vive día a día el mexicano promedio, entonces más que empáticos se podrían interpretar estas “hazañas” como una mofa al electorado.

Pero eso no es todo, en su afán por llegar a todos los sectores –y perdiendo su identidad en el proceso- hemos escuchado la difusión de canciones promocionando a los partidos o sus candidatos y aunque unas cumplieron su objetivo como es la canción de Movimiento Ciudadano en acordes bastante pegajosos, tanto así que se convirtió en burla y remix en las redes sociales, tenemos otras canciones como las del candidato Meade en bachata y banda, que nada tiene que ver con la personalidad del candidato –en verdad, ¿quién le dice que hacer esto es lo mejor para su imagen?-.

Por otra parte, también les convendría recordar que no por decir que van a acabar con un mal común la población lo va a creer y me refiero a la corrupción qué todos han prometido combatir y erradicar, porque es tan fácil como preguntar a cualquier persona en la calle una asociación de palabras, por ejemplo: político o política y en automático las relacionarán con corrupción. Así, por defecto de contexto histórico, su imagen está asociada a lo corrupto, sin embargo, en campaña se presentan como personajes transparentes que combatirán este mal y sin embargo no hay antecedentes que los respalden ¿Incongruente no? Esto los hace perder credibilidad y confianza en su audiencia, y es que debemos preguntarnos honestamente si confiamos y creemos en cualquiera de las tres opciones que tenemos de momento.

Esperemos que en lo que falta de esta carrera que termina el 1 de julio los candidatos, sus partidos y sus estrategas entiendan que este proceso electoral permite que se forme, de manera muy particular, una idea de quién es el candidato y qué es lo que puede hacer para diferenciarse del resto, entendiéndolo desde diferentes ángulos: lo que dice que es, lo que interpreta su audiencia y lo que significa para ésta, lo que se rumora de él –recuerde el poder de este fenómeno social- y lo que le implique a su imagen todo el proceso electoral.

Twitter: @Mar_Naa