En 2012, la ONU acordó establecer el 5 de septiembre como Día Internacional de la Beneficencia.
La beneficencia significa hacer el bien a los demás y comprende no solamente a los individuos, sino al conjunto de instituciones y servicios que se ocupan del auxilio a los necesitados. Además, se arraiga en tradiciones de solidaridad, cooperación y reciprocidad; se nutre en las ideas de que las personas tenemos derecho a una vida digna y de que todos somos responsables de construir una sociedad justa y decente, dando prioridad a los derechos humanos.
Miles de personas ven transcurrir sus vidas en la pobreza, y por ello no podemos dejar a su suerte a los ancianos, niños, indigentes, personas sin hogar, enfermos, discapacitados, migrantes o, simplemente, a quienes requieren de la ayuda de otros para su subsistencia.
Quienes brindan ayuda lo hacen de manera caritativa, con escasos recursos y limitadas capacidades materiales y profesionales para atender a una creciente y diversa población vulnerable.
Por ello, la beneficencia exige una modernización de las instituciones que asegure a éstas recursos económicos, personal profesional e infraestructura material, para que salvaguarden los derechos de los beneficiarios con la dignidad y el reconocimiento a su condición de ciudadanos.
A partir de la noción de ciudadanía se ha conformado una visión moderna de la beneficencia, que deja a un lado la caridad y posibilita mirar el desarrollo como el pleno ejercicio de los derechos en condiciones de universalidad, igualdad y no discriminación.
Asimismo, las organizaciones e instituciones filantrópicas y de beneficencia son protagonistas de la cooperación para el desarrollo, porque a través de ellas se generan o canalizan los recursos que hacen posible la ayuda humanitaria.
Desde esos ángulos, se les visibiliza asociadas a los principios de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS), ocupando un lugar importante en el camino para actuar en favor de las personas, preservar el planeta, no dejar a nadie atrás y hacer realidad los derechos humanos.
En este aniversario, se puede comenzar por reconocer que el establecimiento de una institución de beneficencia, su permanencia y trascendencia requieren de acción colectiva, y que su modernización supone adaptarse a los nuevos entornos, desarrollar otros procedimientos, así como crear plataformas, redes y contactos.
Voluntad, creatividad y nuevos puntos de encuentro en el espacio asociativo marcan el camino para contribuir al bienestar común y a la provisión de bienes como la salud, la educación, la alimentación y la seguridad.
Gloria J. Guadarrama
Profesora-investigadora de El Colegio Mexiquense