/ martes 23 de abril de 2019

Nuestro México


¿Un hermano mayor para la impunidad?

Al parecer la apertura comercial en China no ha logrado permear a la sociedad; por el contrario sugiere que con el desarrollo económico y más aún el tecnológico, la sociedad se vuelve más controlada y obediente que nunca. En efecto, según Cédric Enjalbert , el gobierno chino desarrolla desde 2014 una política que han llamado “crédito social”, encaminado a mejorar el comportamiento de las personas sancionando a las que no son “dignas de confianza”.

La política consiste en supervisar a todos los ciudadanos (1400 millones de personas) a través de sofisticadas tecnologías que utilizan bases de datos con fotografías de identidad y reconocimiento facial; millones de cámaras instaladas por todas partes y drones que funcionan aún por las noches, mecanismos que identifican a las personas que, por ejemplo, no han pagado algún impuesto, dejaron de pagar una multa o son delincuentes buscados.

Los sistemas tecnológicos son tan sofisticados que identifican movimientos y actitudes, por lo que aún personas que usen una máscara, son encontradas. En algunas regiones los policías están equipados con lentes que incluyen sistemas de reconocimiento facial que registran caras de delincuentes. En ciudades como Shenzhen, la cara de peatones transgresores es publicada en los anuncios de las paradas de autobuses, tal como se hace con anuncios de publicidad.

Los chinos, en su mayoría, han asumido esta vigilancia, están de acuerdo y consienten que el gobierno los vigile de esa manera pues piensan que la sociedad funcionará mejor. El problema es que estas medidas de supervisión totalitaria, apoyada en un enorme poderío técnico que considera a los ciudadanos criminales en potencia, viola derechos humanos, el principal, el derecho a la privacidad. No solo eso, en aras de vigilar a los delincuentes, vigila a los no delincuentes, violando el derecho a la movilidad. Y sobre todo, vigila y sanciona a quienes no están de acuerdo con el régimen y las opiniones de los líderes.

Es muy grave. Es el sueño de Big Brother, el gran vigilante del que nadie se puede ocultar, la pesadilla de George Orwell en su novela 1984, hecha realidad.

Pero en Occidente no estamos muy lejos de esas prácticas, se presume que facebook es un instrumento tecnológico utilizado por gobiernos y empresas para hacer perfiles de las personas y utilizarlos para dar o no trabajo, visas o desprestigiar a algún enemigo.

En México políticas como la China no serían tan mal aceptadas por la sociedad si tomamos en cuenta que el mayor problema es la impunidad, y que este sentimiento invade nuestra vida cotidiana. Pensar entonces que a través de la tecnología se pueden identificar delincuentes y atraparlos, no suena inapropiado (veamos como la sociedad aplaude a los justicieros y se celebran linchamientos). El problema es que aceptar eso es renunciar a derechos básicos, a que una moral sea impuesta por uno o un grupo de líderes y, en fin, a caer en las garras del totalitarismo.

Profesora-investigadora de El Colegio Mexiquense, A.C.


¿Un hermano mayor para la impunidad?

Al parecer la apertura comercial en China no ha logrado permear a la sociedad; por el contrario sugiere que con el desarrollo económico y más aún el tecnológico, la sociedad se vuelve más controlada y obediente que nunca. En efecto, según Cédric Enjalbert , el gobierno chino desarrolla desde 2014 una política que han llamado “crédito social”, encaminado a mejorar el comportamiento de las personas sancionando a las que no son “dignas de confianza”.

La política consiste en supervisar a todos los ciudadanos (1400 millones de personas) a través de sofisticadas tecnologías que utilizan bases de datos con fotografías de identidad y reconocimiento facial; millones de cámaras instaladas por todas partes y drones que funcionan aún por las noches, mecanismos que identifican a las personas que, por ejemplo, no han pagado algún impuesto, dejaron de pagar una multa o son delincuentes buscados.

Los sistemas tecnológicos son tan sofisticados que identifican movimientos y actitudes, por lo que aún personas que usen una máscara, son encontradas. En algunas regiones los policías están equipados con lentes que incluyen sistemas de reconocimiento facial que registran caras de delincuentes. En ciudades como Shenzhen, la cara de peatones transgresores es publicada en los anuncios de las paradas de autobuses, tal como se hace con anuncios de publicidad.

Los chinos, en su mayoría, han asumido esta vigilancia, están de acuerdo y consienten que el gobierno los vigile de esa manera pues piensan que la sociedad funcionará mejor. El problema es que estas medidas de supervisión totalitaria, apoyada en un enorme poderío técnico que considera a los ciudadanos criminales en potencia, viola derechos humanos, el principal, el derecho a la privacidad. No solo eso, en aras de vigilar a los delincuentes, vigila a los no delincuentes, violando el derecho a la movilidad. Y sobre todo, vigila y sanciona a quienes no están de acuerdo con el régimen y las opiniones de los líderes.

Es muy grave. Es el sueño de Big Brother, el gran vigilante del que nadie se puede ocultar, la pesadilla de George Orwell en su novela 1984, hecha realidad.

Pero en Occidente no estamos muy lejos de esas prácticas, se presume que facebook es un instrumento tecnológico utilizado por gobiernos y empresas para hacer perfiles de las personas y utilizarlos para dar o no trabajo, visas o desprestigiar a algún enemigo.

En México políticas como la China no serían tan mal aceptadas por la sociedad si tomamos en cuenta que el mayor problema es la impunidad, y que este sentimiento invade nuestra vida cotidiana. Pensar entonces que a través de la tecnología se pueden identificar delincuentes y atraparlos, no suena inapropiado (veamos como la sociedad aplaude a los justicieros y se celebran linchamientos). El problema es que aceptar eso es renunciar a derechos básicos, a que una moral sea impuesta por uno o un grupo de líderes y, en fin, a caer en las garras del totalitarismo.

Profesora-investigadora de El Colegio Mexiquense, A.C.

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