/ jueves 27 de febrero de 2020

Pecado de omisión


El feminismo no es un extremo, es un equilibrio; no degrada a las mujeres, las valora; no es de derechas o izquierdas, sino de libertades y derechos, y no requiere paciencia o más creatividad, como pidió el presidente de la República en estos días, sino conocimiento y aplicación de las leyes, empezando por la Constitución.

A decir de Marcela Lagarde y de los Ríos, el feminismo es la transformación cultural más importante que hemos promovido las mujeres como género en la historia, aunque la especialista admite una falla: no lograr que Andrés Manuel López Obrador se exprese con una visión respetuosa y democrática sobre las mujeres y las niñas víctimas de feminicidios y sobre los movimientos feministas legítimos y públicos.

Y es que culpar al neoliberalismo o decir que en México no se había hecho nada por combatir la violencia hacia las mujeres y en especial contra los feminicidios, solo habla de una profunda ignorancia sobre nuestro marco legal y las políticas públicas que llevaron años de lucha y construcción, como las estancias infantiles o las escuelas de tiempo completo, que vieron su fin con la llegada de la autodenominada “cuarta transformación".

En un país como el nuestro, donde datos del propio gobierno federal señalan que en 2019 se registraron 976 presuntos delitos de feminicidio, el debate sobre el papel del Estado para garantizar los derechos y la vida de las mexicanas es muy pertinente, como el que ofreció el Instituto Nacional Electoral la semana pasada a iniciativa de la consejera Adriana Favela y la especialista en derechos humanos Angélica de la Peña, con la participación plural de legisladoras y la lucidez de la feminista Marcela Lagarde y de los Ríos.

Ante un auditorio lleno, la antropóloga mexicana que acuñó la palabra feminicidio, subrayó que el Estado mexicano es parte del problema, de la violencia feminicida que no solo implica el acto de matar a una mujer, sino el acto misógino de asesinarla con una enorme impunidad y tolerancia social en espacios privados, públicos e institucionales como los educativos, que deberían ser lugares de vanguardia y promotores de cambios culturales.

Un recordatorio que viene a colación cuando hay quien piensa que las marchas, los paros y hasta los feminicidios, son un asunto personal u oportunismo tratando de afectar su popularidad. Nada más falso.

En la víspera del Paro Nacional de Mujeres, el próximo lunes 9 de marzo, vale la pena recordar que en 2009, la Corte Interamericana de Derechos Humanos sentenció al Estado mexicano por omisión, negligencia y por coludirse con quienes cometen crímenes, ya que, pese a conocer el riesgo que corrían las mujeres de ser objeto de violencia, no demostró haber adoptado medidas efectivas de prevención que lo redujeran en dos momentos claves: antes de la desaparición de las víctimas y antes de la localización de sus cuerpos sin vida.

Hoy las mujeres estamos unidas, sin filias ni fobias, en torno a causas concretas, convencidas de que la igualdad es base fundamental para el ejercicio de nuestros derechos. Y por cierto, no necesitamos etiquetas: nos definen nuestras historias y nuestras acciones, igual que le pasará a este gobierno.

*Diputada federal mexiquense

Maestra en Derechos Humanos y Garantías.

@AnaLilia Herrera.


El feminismo no es un extremo, es un equilibrio; no degrada a las mujeres, las valora; no es de derechas o izquierdas, sino de libertades y derechos, y no requiere paciencia o más creatividad, como pidió el presidente de la República en estos días, sino conocimiento y aplicación de las leyes, empezando por la Constitución.

A decir de Marcela Lagarde y de los Ríos, el feminismo es la transformación cultural más importante que hemos promovido las mujeres como género en la historia, aunque la especialista admite una falla: no lograr que Andrés Manuel López Obrador se exprese con una visión respetuosa y democrática sobre las mujeres y las niñas víctimas de feminicidios y sobre los movimientos feministas legítimos y públicos.

Y es que culpar al neoliberalismo o decir que en México no se había hecho nada por combatir la violencia hacia las mujeres y en especial contra los feminicidios, solo habla de una profunda ignorancia sobre nuestro marco legal y las políticas públicas que llevaron años de lucha y construcción, como las estancias infantiles o las escuelas de tiempo completo, que vieron su fin con la llegada de la autodenominada “cuarta transformación".

En un país como el nuestro, donde datos del propio gobierno federal señalan que en 2019 se registraron 976 presuntos delitos de feminicidio, el debate sobre el papel del Estado para garantizar los derechos y la vida de las mexicanas es muy pertinente, como el que ofreció el Instituto Nacional Electoral la semana pasada a iniciativa de la consejera Adriana Favela y la especialista en derechos humanos Angélica de la Peña, con la participación plural de legisladoras y la lucidez de la feminista Marcela Lagarde y de los Ríos.

Ante un auditorio lleno, la antropóloga mexicana que acuñó la palabra feminicidio, subrayó que el Estado mexicano es parte del problema, de la violencia feminicida que no solo implica el acto de matar a una mujer, sino el acto misógino de asesinarla con una enorme impunidad y tolerancia social en espacios privados, públicos e institucionales como los educativos, que deberían ser lugares de vanguardia y promotores de cambios culturales.

Un recordatorio que viene a colación cuando hay quien piensa que las marchas, los paros y hasta los feminicidios, son un asunto personal u oportunismo tratando de afectar su popularidad. Nada más falso.

En la víspera del Paro Nacional de Mujeres, el próximo lunes 9 de marzo, vale la pena recordar que en 2009, la Corte Interamericana de Derechos Humanos sentenció al Estado mexicano por omisión, negligencia y por coludirse con quienes cometen crímenes, ya que, pese a conocer el riesgo que corrían las mujeres de ser objeto de violencia, no demostró haber adoptado medidas efectivas de prevención que lo redujeran en dos momentos claves: antes de la desaparición de las víctimas y antes de la localización de sus cuerpos sin vida.

Hoy las mujeres estamos unidas, sin filias ni fobias, en torno a causas concretas, convencidas de que la igualdad es base fundamental para el ejercicio de nuestros derechos. Y por cierto, no necesitamos etiquetas: nos definen nuestras historias y nuestras acciones, igual que le pasará a este gobierno.

*Diputada federal mexiquense

Maestra en Derechos Humanos y Garantías.

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