/ viernes 20 de abril de 2018

Pensamiento Universitario


Ingreso y permanencia

Como ocurre cada año, en estos días se lleva a cabo el examen de admisión a los distintos espacios de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM), con el fin de seleccionar, en una primera etapa, a quienes habrán de ingresar a los niveles medio superior y superior. De acuerdo con lo declarado por los funcionarios de la Institución, la respectiva convocatoria tuvo una respuesta de 57 mil aspirantes, de los cuales el 60 por ciento será rechazado, es decir una cantidad aproximada de 34 mil jóvenes.

Las principales causas de esta situación son dos, y la preponderante se relaciona con la capacidad de la máxima casa de estudios, pues su oferta es ampliamente rebasada por la demanda, ante la arraigada ineptitud de las autoridades que durante tantos años no han sabido disminuir un problema social de gravedad extrema. Por otro lado está también la baja calidad de los aprendizajes, cuando el educando debe mostrar las aptitudes adquiridas en la etapa escolar previa y las deficiencias de fondo le impiden librar el gran obstáculo.

Por desgracia, a esto último ha contribuido la burocracia de la propia alma mater, con cambios inadecuados al plan de estudios del bachillerato, como la reforma impuesta en 2015, donde algunas de sus características consisten en saturar los programas de contenidos irrelevantes, cambiar los horarios de las sesiones de manera absurda, exentar del examen final al alumno si éste alcanza una calificación mínima de seis puntos en escala de diez, ya no de ocho, e integrar dicha calificación con el resultado de una prueba individual escrita (50 por ciento), más lo obtenido por elaborar un trabajo, tomar apuntes en clase y realizar las tareas encomendadas a lo largo del semestre. Con semejante escenario, obviamente simulador de lo que es una auténtica evaluación educativa, ya es posible presumir menores índices de reprobación, aunque la cultura del esfuerzo se menosprecie y el logro académico significativo quede reducido a una falacia.

Por eso, al ser conscientes de sus limitaciones, muchos se ven obligados a invertir miles de pesos en asesorías y cursos de nivelación, con la esperanza de corregir el daño y hacer realidad el anhelado acceso. Si esta preparación fue útil, quizá logren aprobar e inscribirse en la facultad de su elección, aunque viene después el asunto de la permanencia, tomando en cuenta que los pocos conocimientos adquiridos, el desapego a la constancia, al compromiso de superación, y la falta de buenos hábitos de estudio pueden incrementar el riesgo de abandonar pronto la escuela.

Tan lamentable situación muestra cómo miles de jóvenes pagan el costo de las decisiones erróneas (para colmo, premiadas con ascensos), contrarias a un trabajo racional basado en criterios realmente académicos y profesionales. Así, mientras la calidad educativa aparece sólo en el discurso, a las nuevas generaciones se les niega la oportunidad de desarrollar correctamente sus capacidades, de canalizar su talento y fuerza creadora hacia la construcción de proyectos de vida valiosos, desde el punto de vista cultural e intelectual.

LA UNIVERSIADA

A pesar del desinterés oficial en el tema deportivo, el esfuerzo de los atletas de la UAEM es merecedor del más amplio reconocimiento.


Ingreso y permanencia

Como ocurre cada año, en estos días se lleva a cabo el examen de admisión a los distintos espacios de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM), con el fin de seleccionar, en una primera etapa, a quienes habrán de ingresar a los niveles medio superior y superior. De acuerdo con lo declarado por los funcionarios de la Institución, la respectiva convocatoria tuvo una respuesta de 57 mil aspirantes, de los cuales el 60 por ciento será rechazado, es decir una cantidad aproximada de 34 mil jóvenes.

Las principales causas de esta situación son dos, y la preponderante se relaciona con la capacidad de la máxima casa de estudios, pues su oferta es ampliamente rebasada por la demanda, ante la arraigada ineptitud de las autoridades que durante tantos años no han sabido disminuir un problema social de gravedad extrema. Por otro lado está también la baja calidad de los aprendizajes, cuando el educando debe mostrar las aptitudes adquiridas en la etapa escolar previa y las deficiencias de fondo le impiden librar el gran obstáculo.

Por desgracia, a esto último ha contribuido la burocracia de la propia alma mater, con cambios inadecuados al plan de estudios del bachillerato, como la reforma impuesta en 2015, donde algunas de sus características consisten en saturar los programas de contenidos irrelevantes, cambiar los horarios de las sesiones de manera absurda, exentar del examen final al alumno si éste alcanza una calificación mínima de seis puntos en escala de diez, ya no de ocho, e integrar dicha calificación con el resultado de una prueba individual escrita (50 por ciento), más lo obtenido por elaborar un trabajo, tomar apuntes en clase y realizar las tareas encomendadas a lo largo del semestre. Con semejante escenario, obviamente simulador de lo que es una auténtica evaluación educativa, ya es posible presumir menores índices de reprobación, aunque la cultura del esfuerzo se menosprecie y el logro académico significativo quede reducido a una falacia.

Por eso, al ser conscientes de sus limitaciones, muchos se ven obligados a invertir miles de pesos en asesorías y cursos de nivelación, con la esperanza de corregir el daño y hacer realidad el anhelado acceso. Si esta preparación fue útil, quizá logren aprobar e inscribirse en la facultad de su elección, aunque viene después el asunto de la permanencia, tomando en cuenta que los pocos conocimientos adquiridos, el desapego a la constancia, al compromiso de superación, y la falta de buenos hábitos de estudio pueden incrementar el riesgo de abandonar pronto la escuela.

Tan lamentable situación muestra cómo miles de jóvenes pagan el costo de las decisiones erróneas (para colmo, premiadas con ascensos), contrarias a un trabajo racional basado en criterios realmente académicos y profesionales. Así, mientras la calidad educativa aparece sólo en el discurso, a las nuevas generaciones se les niega la oportunidad de desarrollar correctamente sus capacidades, de canalizar su talento y fuerza creadora hacia la construcción de proyectos de vida valiosos, desde el punto de vista cultural e intelectual.

LA UNIVERSIADA

A pesar del desinterés oficial en el tema deportivo, el esfuerzo de los atletas de la UAEM es merecedor del más amplio reconocimiento.