/ viernes 25 de mayo de 2018

Pensamiento Universitario


La deserción en el nivel superior

En nuestro país, el sistema educativo enfrenta problemas múltiples y variados. Uno de los más graves se abordó precisamente hace unos días en este diario, al referirse a la tasa de abandono de escuelas del nivel medio superior mexiquense, la cual, según datos oficiales, es de 14.2 por ciento, en tanto el promedio nacional es del orden de 12.1 por ciento.

Estas cifras, de las mayores en América Latina, son verdaderamente alarmantes, pues, entre otras cosas, se traducen en menores oportunidades de desarrollo individual y social, productividad limitada, obstáculos a la construcción de una ciudadanía participativa y democrática, además de representar el riesgo de conductas indeseables entre los jóvenes. Obviamente, combatir el fenómeno es una tarea de política pública, tomando en cuenta que el reto no sólo consiste en aumentar la matrícula, sino también en asegurar la permanencia y el buen desempeño del alumnado, con medidas eficaces, tendientes a corregir los rezagos observados en esta etapa.

Las causas de la deserción son muchas, y aunque en ellas predomina el factor económico, se suman las decisiones personales y familiares, el desinterés por el estudio, los embarazos y matrimonios en edades tempranas. No menos importante es el bajo rendimiento académico, sobre todo cuando los malos resultados hacen crisis, en gran parte por las deficiencias acumuladas desde la formación básica, acentuándose durante los primeros semestres del bachillerato.

Contrarrestar esta situación implica pasar del discurso a los hechos reales, en beneficio de una juventud hasta ahora ignorada por un sistema incapaz y renuente a destinar los presupuestos significativos a la educación, aferrado a seguir solapando la corrupción y el derroche, en favor de esa casta voraz, insensible y mediocre, que tanto daño le ha hecho al pueblo y a las instituciones mexicanas. Imposible modificar el panorama, mientras no se rompan círculos viciosos y se cancelen las prácticas simuladoras, si el objetivo es tener un nivel medio superior fortalecido, con mejores índices de logro escolar y una adecuada eficiencia terminal.

Por ello, es indispensable trabajar con seriedad, empezando por aumentar los programas de asignación de becas e intensificar las acciones destinadas a elevar el aprovechamiento con asesorías, tutorías y una comunicación oportuna entre profesores, padres de familia y alumnos. Es también obligado combatir otro de los motivos del abandono escolar, relacionado con el rechazo de los jóvenes hacia los contenidos, identificándose aquí la falta de pertinencia en el modelo, pues lo que se enseña en las aulas no le proporciona al estudiante las herramientas necesarias para desarrollar sus habilidades, ni para comprender, procesar y dar solución a su realidad cotidiana.

Otra prioridad es invertir lo suficiente en la construcción y adecuación de la infraestructura, en laboratorios modernos y debidamente equipados, donde se puedan proveer, generar y difundir las competencias a través de actividades útiles. Como importante y fundamental es atender la formación y capacitación de docentes y directivos, quienes deben distinguirse por su preparación, experiencia y trayectoria digna.


La deserción en el nivel superior

En nuestro país, el sistema educativo enfrenta problemas múltiples y variados. Uno de los más graves se abordó precisamente hace unos días en este diario, al referirse a la tasa de abandono de escuelas del nivel medio superior mexiquense, la cual, según datos oficiales, es de 14.2 por ciento, en tanto el promedio nacional es del orden de 12.1 por ciento.

Estas cifras, de las mayores en América Latina, son verdaderamente alarmantes, pues, entre otras cosas, se traducen en menores oportunidades de desarrollo individual y social, productividad limitada, obstáculos a la construcción de una ciudadanía participativa y democrática, además de representar el riesgo de conductas indeseables entre los jóvenes. Obviamente, combatir el fenómeno es una tarea de política pública, tomando en cuenta que el reto no sólo consiste en aumentar la matrícula, sino también en asegurar la permanencia y el buen desempeño del alumnado, con medidas eficaces, tendientes a corregir los rezagos observados en esta etapa.

Las causas de la deserción son muchas, y aunque en ellas predomina el factor económico, se suman las decisiones personales y familiares, el desinterés por el estudio, los embarazos y matrimonios en edades tempranas. No menos importante es el bajo rendimiento académico, sobre todo cuando los malos resultados hacen crisis, en gran parte por las deficiencias acumuladas desde la formación básica, acentuándose durante los primeros semestres del bachillerato.

Contrarrestar esta situación implica pasar del discurso a los hechos reales, en beneficio de una juventud hasta ahora ignorada por un sistema incapaz y renuente a destinar los presupuestos significativos a la educación, aferrado a seguir solapando la corrupción y el derroche, en favor de esa casta voraz, insensible y mediocre, que tanto daño le ha hecho al pueblo y a las instituciones mexicanas. Imposible modificar el panorama, mientras no se rompan círculos viciosos y se cancelen las prácticas simuladoras, si el objetivo es tener un nivel medio superior fortalecido, con mejores índices de logro escolar y una adecuada eficiencia terminal.

Por ello, es indispensable trabajar con seriedad, empezando por aumentar los programas de asignación de becas e intensificar las acciones destinadas a elevar el aprovechamiento con asesorías, tutorías y una comunicación oportuna entre profesores, padres de familia y alumnos. Es también obligado combatir otro de los motivos del abandono escolar, relacionado con el rechazo de los jóvenes hacia los contenidos, identificándose aquí la falta de pertinencia en el modelo, pues lo que se enseña en las aulas no le proporciona al estudiante las herramientas necesarias para desarrollar sus habilidades, ni para comprender, procesar y dar solución a su realidad cotidiana.

Otra prioridad es invertir lo suficiente en la construcción y adecuación de la infraestructura, en laboratorios modernos y debidamente equipados, donde se puedan proveer, generar y difundir las competencias a través de actividades útiles. Como importante y fundamental es atender la formación y capacitación de docentes y directivos, quienes deben distinguirse por su preparación, experiencia y trayectoria digna.