/ viernes 24 de abril de 2020

Pensamiento Universitario | A leer

La lectura es una de las actividades más importantes y útiles que podemos realizar a lo largo de la vida. Sus beneficios no solo quedan en mejorar la cultura y potenciar la inteligencia, sino también en lograr la libertad intelectual y ejercerla con una mayor conciencia de ser racional.

Por eso, son bienvenidas acciones como las realizadas por la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM), al promover esta práctica a través de los portales digitales de descarga de libros gratuitos, de los textos de sus talleres literarios y de sus revistas. En estos días de encierro obligado, nuestra máxima casa de estudios contribuye así a fortalecer intelecto y espíritu, además de ofrecer una excelente opción para contrarrestar los indeseables efectos del estrés, el nerviosismo y la ansiedad, derivados del prolongado aislamiento.

En un país con las condiciones del nuestro, donde los porcentajes de libros leídos al año son algo insignificante y el analfabetismo funcional es muy alto, desde hace mucho debió implantarse una política de esfuerzo conjunto, a fin de combatir la indiferencia y el desapego hacia la palabra escrita, empezando en el nivel escolar básico. Más allá de los discursos oportunistas y demagógicos, es obligado abordar el asunto con la debida seriedad, pues la buena lectura, entre otras cosas, estimula la mente, enriquece nuestra visión de la realidad, intensifica el pensamiento lógico y creativo, activa la memoria a corto y largo plazo, expande el vocabulario y desarrolla las habilidades de expresión oral y escrita.

A partir de la niñez, lo conveniente de este atributo se valora cada vez más en las sociedades modernas, tomando en cuenta que no sólo define a las personas, sino también facilita y perfecciona las relaciones humanas. Obviamente, es un elemento indispensable en la construcción de una ciudadanía libre, analítica y propositiva, jamás sumisa ni dependiente de las mentiras o ideologías oficiales.

Alejados de la vida normal, no todo es recurrir a las nuevas tecnologías, y menos dejarse atrapar por esas formas de comunicación donde se privilegian los juicios apresurados, distraídos y superficiales, al grado de llevar al usuario a depender de la memoria artificial, cuando le afecta la facultad de razonar profunda y creativamente. Por el contrario, es tiempo de aprender o depurar el arte de leer bien, con claridad, disciplina y visión crítica, pues ese tipo de ejercicio, según lo ha demostrado la ciencia, modifica la organización del cerebro, amplía la capacidad de pensar, de sentir, deducir e interpretar, favoreciendo, en suma, la evolución intelectual del individuo.

En esta época de cambios y exigencias múltiples, inmersos en un periodo de muy alto riesgo, es grato refugiarnos en la literatura de calidad, no sólo para conocer hechos y entender sus significados, sino para ampliar los esquemas culturales y apropiarse del conocimiento realmente significativo. No querer adquirir el hábito de la buena lectura, o no practicarlo correctamente, puede conducirnos a una serie de desventajas, como por ejemplo la exclusión social, cultural, política y económica o, lo peor, al desinterés y falta de comprensión de los temas principales, donde esté de por medio el destino de México.

La lectura es una de las actividades más importantes y útiles que podemos realizar a lo largo de la vida. Sus beneficios no solo quedan en mejorar la cultura y potenciar la inteligencia, sino también en lograr la libertad intelectual y ejercerla con una mayor conciencia de ser racional.

Por eso, son bienvenidas acciones como las realizadas por la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM), al promover esta práctica a través de los portales digitales de descarga de libros gratuitos, de los textos de sus talleres literarios y de sus revistas. En estos días de encierro obligado, nuestra máxima casa de estudios contribuye así a fortalecer intelecto y espíritu, además de ofrecer una excelente opción para contrarrestar los indeseables efectos del estrés, el nerviosismo y la ansiedad, derivados del prolongado aislamiento.

En un país con las condiciones del nuestro, donde los porcentajes de libros leídos al año son algo insignificante y el analfabetismo funcional es muy alto, desde hace mucho debió implantarse una política de esfuerzo conjunto, a fin de combatir la indiferencia y el desapego hacia la palabra escrita, empezando en el nivel escolar básico. Más allá de los discursos oportunistas y demagógicos, es obligado abordar el asunto con la debida seriedad, pues la buena lectura, entre otras cosas, estimula la mente, enriquece nuestra visión de la realidad, intensifica el pensamiento lógico y creativo, activa la memoria a corto y largo plazo, expande el vocabulario y desarrolla las habilidades de expresión oral y escrita.

A partir de la niñez, lo conveniente de este atributo se valora cada vez más en las sociedades modernas, tomando en cuenta que no sólo define a las personas, sino también facilita y perfecciona las relaciones humanas. Obviamente, es un elemento indispensable en la construcción de una ciudadanía libre, analítica y propositiva, jamás sumisa ni dependiente de las mentiras o ideologías oficiales.

Alejados de la vida normal, no todo es recurrir a las nuevas tecnologías, y menos dejarse atrapar por esas formas de comunicación donde se privilegian los juicios apresurados, distraídos y superficiales, al grado de llevar al usuario a depender de la memoria artificial, cuando le afecta la facultad de razonar profunda y creativamente. Por el contrario, es tiempo de aprender o depurar el arte de leer bien, con claridad, disciplina y visión crítica, pues ese tipo de ejercicio, según lo ha demostrado la ciencia, modifica la organización del cerebro, amplía la capacidad de pensar, de sentir, deducir e interpretar, favoreciendo, en suma, la evolución intelectual del individuo.

En esta época de cambios y exigencias múltiples, inmersos en un periodo de muy alto riesgo, es grato refugiarnos en la literatura de calidad, no sólo para conocer hechos y entender sus significados, sino para ampliar los esquemas culturales y apropiarse del conocimiento realmente significativo. No querer adquirir el hábito de la buena lectura, o no practicarlo correctamente, puede conducirnos a una serie de desventajas, como por ejemplo la exclusión social, cultural, política y económica o, lo peor, al desinterés y falta de comprensión de los temas principales, donde esté de por medio el destino de México.