/ viernes 12 de noviembre de 2021

Pensamiento Universitario | Abogados solidarios


La solidaridad es uno de los valores más importantes en el ser humano. El concepto tiene diferentes significados, que van desde las prácticas alentadas por la generosidad y el apoyo momentánea al necesitado, hasta los esfuerzos constantes y significativos en la búsqueda de justicia o en la disminución del sufrimiento individual o grupal.

Durante esta pandemia, una de las cosas más destacadas ha sido la conducta solidaria de muchos, y para muestra ahí está el alto porcentaje de médicos y del personal de salud, quienes, a costa de su propia vida, se han arriesgado al cumplir con sus deberes, atendiendo y curando a las víctimas del virus maligno. Es decir, en estos casos la ayuda surge de la razón, de la responsabilidad, y no solamente de los gestos bondadosos o altruistas de las personas.

En este tema, es de reconocerse también lo realizado por el Colegio de Abogados del Estado de México, al tramitar amparos de manera gratuita para vacunar contra el Covid-19 a niños y adolescente comprendidos en el rango de 4 a 17 años, quienes no pueden tener esta protección debido a los criterios absurdos y perversos de la administración federal. Según lo declarado a este diario por el presidente del citado Colegio, hasta la semana pasada se habían obtenido de los jueces casi 300 resoluciones favorables, aunque el objetivo es aumentar la cifra, pues se pretende llevar la campaña a diferentes municipios de la entidad.

Sin duda, las severas consecuencias de la enfermedad y el enorme dolor causado a miles de familias requieren de la colaboración con este tipo de causas, y eso debiera ser imitado por otras organizaciones. Ante la pasividad y desinterés de la clase política en general y de las supuestas defensorías de los derechos humanos, estales y federal, es necesario actuar con firmeza y recurrir a todos los recursos legales posibles, a fin de modificar el esquema nacional de vacunación impuesto por la Secretaría de Salud, en el sentido no vacunar a los menores, a pesar del peligro que corren miles de ellos al haberlos obligado a regresar a las aulas.

Por desgracia, en los altos niveles de gobierno se está lejos de practicar atributos como el de la solidaridad, el respeto y la tolerancia, en beneficio de todos y sin distinción de razas, credos o ideologías. Para corroborarlo, basta con enterarse de lo expresado por el señor de palacio en sus conferencias mañaneras, donde cada día se fortalece la estrategia de polarizar, de dividir a las y los mexicanos con el argumento tajante de estar con él o contra él.

Desde esta visión no se aceptan términos medios. Eso de ofrecer fraternidad y bienestar es una falacia, porque si alguien se atreve a disentir, incluso con razones obvias o plenamente comprobables, la respuesta es el insulto y la descalificación, así se trate de instituciones autónomas de prestigio; de expertos en las diferentes asignaturas; de académicos o científicos; de periodistas independientes; de empresarios y, lo peor, de padres de niños con cáncer o de mujeres víctimas de la violencia.

En resumen, si la sociedad y sus liderazgos políticos ejercieran la cualidad suprema de la solidaridad, con la firme determinación y el compromiso de unir esfuerzos, ideas y voluntades, de impulsar entendimiento y cooperación en favor del bien común, las posibilidades de éxito al buscar el progreso y la justicia en el país serían mucho mayores. En cambio, si se impone el egoísmo y se permiten la concentración de poder y las decisiones autoritarias, estaremos condenados a seguir en retroceso, dependiendo en grado extremo del populismo y la demagogia.


La solidaridad es uno de los valores más importantes en el ser humano. El concepto tiene diferentes significados, que van desde las prácticas alentadas por la generosidad y el apoyo momentánea al necesitado, hasta los esfuerzos constantes y significativos en la búsqueda de justicia o en la disminución del sufrimiento individual o grupal.

Durante esta pandemia, una de las cosas más destacadas ha sido la conducta solidaria de muchos, y para muestra ahí está el alto porcentaje de médicos y del personal de salud, quienes, a costa de su propia vida, se han arriesgado al cumplir con sus deberes, atendiendo y curando a las víctimas del virus maligno. Es decir, en estos casos la ayuda surge de la razón, de la responsabilidad, y no solamente de los gestos bondadosos o altruistas de las personas.

En este tema, es de reconocerse también lo realizado por el Colegio de Abogados del Estado de México, al tramitar amparos de manera gratuita para vacunar contra el Covid-19 a niños y adolescente comprendidos en el rango de 4 a 17 años, quienes no pueden tener esta protección debido a los criterios absurdos y perversos de la administración federal. Según lo declarado a este diario por el presidente del citado Colegio, hasta la semana pasada se habían obtenido de los jueces casi 300 resoluciones favorables, aunque el objetivo es aumentar la cifra, pues se pretende llevar la campaña a diferentes municipios de la entidad.

Sin duda, las severas consecuencias de la enfermedad y el enorme dolor causado a miles de familias requieren de la colaboración con este tipo de causas, y eso debiera ser imitado por otras organizaciones. Ante la pasividad y desinterés de la clase política en general y de las supuestas defensorías de los derechos humanos, estales y federal, es necesario actuar con firmeza y recurrir a todos los recursos legales posibles, a fin de modificar el esquema nacional de vacunación impuesto por la Secretaría de Salud, en el sentido no vacunar a los menores, a pesar del peligro que corren miles de ellos al haberlos obligado a regresar a las aulas.

Por desgracia, en los altos niveles de gobierno se está lejos de practicar atributos como el de la solidaridad, el respeto y la tolerancia, en beneficio de todos y sin distinción de razas, credos o ideologías. Para corroborarlo, basta con enterarse de lo expresado por el señor de palacio en sus conferencias mañaneras, donde cada día se fortalece la estrategia de polarizar, de dividir a las y los mexicanos con el argumento tajante de estar con él o contra él.

Desde esta visión no se aceptan términos medios. Eso de ofrecer fraternidad y bienestar es una falacia, porque si alguien se atreve a disentir, incluso con razones obvias o plenamente comprobables, la respuesta es el insulto y la descalificación, así se trate de instituciones autónomas de prestigio; de expertos en las diferentes asignaturas; de académicos o científicos; de periodistas independientes; de empresarios y, lo peor, de padres de niños con cáncer o de mujeres víctimas de la violencia.

En resumen, si la sociedad y sus liderazgos políticos ejercieran la cualidad suprema de la solidaridad, con la firme determinación y el compromiso de unir esfuerzos, ideas y voluntades, de impulsar entendimiento y cooperación en favor del bien común, las posibilidades de éxito al buscar el progreso y la justicia en el país serían mucho mayores. En cambio, si se impone el egoísmo y se permiten la concentración de poder y las decisiones autoritarias, estaremos condenados a seguir en retroceso, dependiendo en grado extremo del populismo y la demagogia.