/ viernes 14 de febrero de 2020

Pensamiento Universitario | Austeridad en el discurso


Según la nota publicada hace unos días en un medio de circulación nacional, en 16 de los 23 Congresos locales donde Morena y sus aliados tienen mayoría se aumentaron el presupuesto en este 2020. Con respecto al año pasado, los mayores incrementos se registraron en Puebla, con el 50%, y Chihuahua con el 31, hasta cifras menores como en la entidad mexiquense, con el 9%, para disponer así los próceres locales de una cantidad anual de mil 400 millones de pesos.

Las críticas a semejante decisión fueron inmediatas, lamentando un legislador poblano la falta de congruencia ante lo desproporcionado de la suma, acusando además a sus pares de opacidad, discrecionalidad y uso electoral de los recursos. El coordinador de Gobierno y Finanzas del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) también se refirió al hecho, señalando que el aumento en los presupuestos no se ve reflejado en una mejora del trabajo legislativo, se incurre en mala práctica al tener variaciones excesivas y corrobora el derroche al mantener cuerpos sumamente caros, poco representativos y con bajos niveles de calificación y reconocimiento.

Lejos de mostrar sensibilidad frente a las tristes condiciones de millones de mexicanos, las evidencias del dispendio son y han sido muy comunes en este sistema político, cuando se intenta dar realce al cargo por la vía de sustentar los privilegios en el abuso del dinero público. Con la verborrea de la trasformación de cuarta o sin ella, los elevados sueldos, prestaciones y canonjías en absoluto corresponden a un desempeño de calidad, y mucho menos van en el sentido de destacar los valores de una auténtica vocación de servicio.

Por otra parte es obvio que en la actualidad se arraiga el grave defecto de mentir, y esa conducta enfermiza se muestra cada día más fortalecida, al grado de verse como algo natural y merecedor de disculpa y justificación entre la fanaticada. La supuesta austeridad, los fingidos ahorros, el triunfalismo exagerado y patrañas similares se manifiestan de varias maneras, y sus efectos, desleales y acumulativos, son el fiel reflejo de la simulación.

Los hechos reales se distorsionan o se disfrazan, adaptándolos a la actuación en escenarios preparados, frente a auditorios dóciles y nada críticos, con el apoyo creciente de sectores adiestrados para respaldar los daños programados. Así, en forma sistemática se recurre al engaño, tratando de ignorar o minimizar las consecuencias de las decisiones erróneas, de los numerosos pendientes, de la ineptitud y los afanes totalitarios.

Ante la pésima situación del país, la política no debiera ser el arte de la farsa, y sí el de la honestidad y la eficacia, de la esperanza cierta, desde donde el combate a la inseguridad y los mayores niveles de crecimiento y bienestar no queden en estrategias fallidas ni en los perversos programas clientelares. El pueblo no merece vivir con la falacia de los malos gobiernos, cuyos principales objetivos se enfoquen hacia la venta de ilusiones.

Erradicar la costumbre de la mentira es prácticamente imposible y, por lo pronto, la justa inconformidad habrá de expresarse a través de los medios digitales, condenando el cinismo, las faltas a la palabra y los falsos prestigios.

juancuencadiaz@hotmail.com


Según la nota publicada hace unos días en un medio de circulación nacional, en 16 de los 23 Congresos locales donde Morena y sus aliados tienen mayoría se aumentaron el presupuesto en este 2020. Con respecto al año pasado, los mayores incrementos se registraron en Puebla, con el 50%, y Chihuahua con el 31, hasta cifras menores como en la entidad mexiquense, con el 9%, para disponer así los próceres locales de una cantidad anual de mil 400 millones de pesos.

Las críticas a semejante decisión fueron inmediatas, lamentando un legislador poblano la falta de congruencia ante lo desproporcionado de la suma, acusando además a sus pares de opacidad, discrecionalidad y uso electoral de los recursos. El coordinador de Gobierno y Finanzas del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) también se refirió al hecho, señalando que el aumento en los presupuestos no se ve reflejado en una mejora del trabajo legislativo, se incurre en mala práctica al tener variaciones excesivas y corrobora el derroche al mantener cuerpos sumamente caros, poco representativos y con bajos niveles de calificación y reconocimiento.

Lejos de mostrar sensibilidad frente a las tristes condiciones de millones de mexicanos, las evidencias del dispendio son y han sido muy comunes en este sistema político, cuando se intenta dar realce al cargo por la vía de sustentar los privilegios en el abuso del dinero público. Con la verborrea de la trasformación de cuarta o sin ella, los elevados sueldos, prestaciones y canonjías en absoluto corresponden a un desempeño de calidad, y mucho menos van en el sentido de destacar los valores de una auténtica vocación de servicio.

Por otra parte es obvio que en la actualidad se arraiga el grave defecto de mentir, y esa conducta enfermiza se muestra cada día más fortalecida, al grado de verse como algo natural y merecedor de disculpa y justificación entre la fanaticada. La supuesta austeridad, los fingidos ahorros, el triunfalismo exagerado y patrañas similares se manifiestan de varias maneras, y sus efectos, desleales y acumulativos, son el fiel reflejo de la simulación.

Los hechos reales se distorsionan o se disfrazan, adaptándolos a la actuación en escenarios preparados, frente a auditorios dóciles y nada críticos, con el apoyo creciente de sectores adiestrados para respaldar los daños programados. Así, en forma sistemática se recurre al engaño, tratando de ignorar o minimizar las consecuencias de las decisiones erróneas, de los numerosos pendientes, de la ineptitud y los afanes totalitarios.

Ante la pésima situación del país, la política no debiera ser el arte de la farsa, y sí el de la honestidad y la eficacia, de la esperanza cierta, desde donde el combate a la inseguridad y los mayores niveles de crecimiento y bienestar no queden en estrategias fallidas ni en los perversos programas clientelares. El pueblo no merece vivir con la falacia de los malos gobiernos, cuyos principales objetivos se enfoquen hacia la venta de ilusiones.

Erradicar la costumbre de la mentira es prácticamente imposible y, por lo pronto, la justa inconformidad habrá de expresarse a través de los medios digitales, condenando el cinismo, las faltas a la palabra y los falsos prestigios.

juancuencadiaz@hotmail.com