/ viernes 5 de junio de 2020

Pensamiento Universitario | Cambio obligado


Con la nueva normalidad impuesta por decreto, varias actividades se reanudan, justo cuando 31 de las 32 entidades se encuentran en riesgo máximo de contagios y muertes a causa de la pandemia del coronavirus, y las propias autoridades de salud llaman a la población a mantener las medidas de mitigación y restringir la movilidad fuera de casa. La decisión le vino como anillo al dedo al presidente de la República, quien de inmediato retomó sus giras promocionales, ahora viajando por carretera en el sureste mexicano, con la prioridad de dar banderazos de inicio a los trabajos de uno de sus costosos proyectos insignia, placearse y encabezar otro tipo de reuniones.

Mientras tanto, el pasado 30 de mayo miles de personas se movilizaron en más de 40 ciudades del país, a fin de expresar su inconformidad con las políticas aplicadas por el gobierno federal, y una petición central: que el mandatario dimita al cargo. La protesta fue convocada por el Frente Nacional anti – AMLO y el Consejo Nacional Ciudadano, cuyos argumentos y exigencias también van tomando fuerza a través de las redes sociales.

Obviamente, la importancia del asunto no es menor, y sin duda ameritaba tomar la debida nota y con inteligencia actuar en consecuencia. No obstante, la reacción del llamado primer mandatario ha quedado muy lejos de esto, y sin al menos reconocer el derecho a disentir, se ha concretado a pedir a sus adversarios que “no coman ansias”, pues en el año 2022 habrá una consulta y ahí los electores decidirán si debe o no mantense en el cargo.

Con su típico estilo irónico, y recurriendo al gastado discurso de ser el dueño de la verdad y paladín de la rectitud, descalificó el movimiento porque, dijo, sólo pretende el regreso de los conservadores, de la corrupción y los privilegios. Incluso aseguró sentirse “muy satisfecho” por lo logrado en el año y medio de gestión, de donde puede inferirse su absoluto desinterés en recapacitar. Por desgracia, tampoco existe conciencia del desastre entre los supuestos profesionales del gabinete, cuyo sentido del honor sólo les alcanza para permanecer en calidad de floreros, al ser sumisos y disciplinados hasta la ignominia.

México está mal y tiende a empeorar. Muestra de ello, y sólo por mencionar algo de lo reciente, está en la caída del PIB y la crisis económica; los millones de mexicanos sin empleo y la falta de apoyo al sector productivo; los niveles de violencia e inseguridad nunca antes vistos; las absurdas medidas de austeridad y estrategias impuestas en el contexto de la contingencia sanitaria; los conflictos de interés y procedimientos viciados en la asignación de contratos, aunado a los ataques y burlas a periodistas, empresarios, médicos, constructores, científicos, y a cualquiera que manifieste no estar de acuerdo con sus muchas decisiones erróneas.

Con un gobierno superado por las circunstancias y un liderazgo deficiente, aferrado a sus creencias de erradicar la pobreza con la creación de un sistema de apoyos directos bajo su control político, o pregonar la transformación con ideas enemigas del progreso y sin visón moderna, el futuro luce aún más sombrío. Por eso, con urgencia se reclama un cambio de rumbo, pues se trata, para decirlo pronto, del avance o de la ruina del país.


Con la nueva normalidad impuesta por decreto, varias actividades se reanudan, justo cuando 31 de las 32 entidades se encuentran en riesgo máximo de contagios y muertes a causa de la pandemia del coronavirus, y las propias autoridades de salud llaman a la población a mantener las medidas de mitigación y restringir la movilidad fuera de casa. La decisión le vino como anillo al dedo al presidente de la República, quien de inmediato retomó sus giras promocionales, ahora viajando por carretera en el sureste mexicano, con la prioridad de dar banderazos de inicio a los trabajos de uno de sus costosos proyectos insignia, placearse y encabezar otro tipo de reuniones.

Mientras tanto, el pasado 30 de mayo miles de personas se movilizaron en más de 40 ciudades del país, a fin de expresar su inconformidad con las políticas aplicadas por el gobierno federal, y una petición central: que el mandatario dimita al cargo. La protesta fue convocada por el Frente Nacional anti – AMLO y el Consejo Nacional Ciudadano, cuyos argumentos y exigencias también van tomando fuerza a través de las redes sociales.

Obviamente, la importancia del asunto no es menor, y sin duda ameritaba tomar la debida nota y con inteligencia actuar en consecuencia. No obstante, la reacción del llamado primer mandatario ha quedado muy lejos de esto, y sin al menos reconocer el derecho a disentir, se ha concretado a pedir a sus adversarios que “no coman ansias”, pues en el año 2022 habrá una consulta y ahí los electores decidirán si debe o no mantense en el cargo.

Con su típico estilo irónico, y recurriendo al gastado discurso de ser el dueño de la verdad y paladín de la rectitud, descalificó el movimiento porque, dijo, sólo pretende el regreso de los conservadores, de la corrupción y los privilegios. Incluso aseguró sentirse “muy satisfecho” por lo logrado en el año y medio de gestión, de donde puede inferirse su absoluto desinterés en recapacitar. Por desgracia, tampoco existe conciencia del desastre entre los supuestos profesionales del gabinete, cuyo sentido del honor sólo les alcanza para permanecer en calidad de floreros, al ser sumisos y disciplinados hasta la ignominia.

México está mal y tiende a empeorar. Muestra de ello, y sólo por mencionar algo de lo reciente, está en la caída del PIB y la crisis económica; los millones de mexicanos sin empleo y la falta de apoyo al sector productivo; los niveles de violencia e inseguridad nunca antes vistos; las absurdas medidas de austeridad y estrategias impuestas en el contexto de la contingencia sanitaria; los conflictos de interés y procedimientos viciados en la asignación de contratos, aunado a los ataques y burlas a periodistas, empresarios, médicos, constructores, científicos, y a cualquiera que manifieste no estar de acuerdo con sus muchas decisiones erróneas.

Con un gobierno superado por las circunstancias y un liderazgo deficiente, aferrado a sus creencias de erradicar la pobreza con la creación de un sistema de apoyos directos bajo su control político, o pregonar la transformación con ideas enemigas del progreso y sin visón moderna, el futuro luce aún más sombrío. Por eso, con urgencia se reclama un cambio de rumbo, pues se trata, para decirlo pronto, del avance o de la ruina del país.