/ viernes 6 de agosto de 2021

Pensamiento Universitario | Compromiso docente en la UAEM


La Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM) inicia un nuevo ciclo escolar, y es oportuno reflexionar acerca de algunos aspectos de su vida institucional, cuya encomienda es transitar hacia la excelencia de sus resultados. Después de más de un año de sufrir los efectos de la tragedia provocada por el Covid – 19 y sus variantes, en la mayor parte de los espacios el proceso formativo continúa de manera virtual, y no existe la certeza de cuándo las condiciones pudiesen garantizar un regreso seguro a la totalidad de las actividades presenciales.

En este complicado escenario las nuevas autoridades siguen con su tradicional incompetencia, sin poder cumplir con sus responsabilidades en la forma y efectividad deseadas. Prueba de esto se tiene en la carencia de una política educativa debidamente articulada, orientada a replantear los contenidos de planes y programas de estudio, a supervisar la actualización y el desempeño del profesorado, además de verificar la correcta evaluación del logro académico, a partir de las condiciones y necesidades de los diferentes niveles.

En consecuencia, el desafío es para las y los docentes, quienes están obligados a reinventarse, a mostrar el talento y la creatividad necesarios, a fin de adaptar el trabajo al uso de las nuevas tecnologías, a la elaboración de materiales de enseñanza novedosos y al diseño de situaciones de participación y de un aprendizaje cierto. Las experiencias de los últimos semestres permitirán reforzar el apoyo a los jóvenes y ayudarlos a lograr sus diferentes metas, no sólo en cuanto a adquirir teorías o destrezas técnicas, sino también un mejor desarrollo intelectual y fortaleza emocional, sin perder de vista la práctica de los valores éticos, morales y patrióticos.

Forjar estudiantes de calidad implica un profundo y gran compromiso, donde no pueden tener cabida la simulación y el engaño, pues se trata de contribuir a la generación del conocimiento, de las habilidades, del comportamiento y los ideales, en el esfuerzo de favorecer un tipo de ser humano frente a otros. En nuestro país esto tiene una mayor trascendencia, si se espera que más tarde sean ellas y ellos los encargados de tomar las decisiones correctas, en beneficio de una población víctima de los malos gobiernos y cada vez más dominada por el desaliento y la frustración.

En tiempos tan terribles nuestra casa de estudios nos demanda el máximo empeño en el cumplimiento de las funciones, actuar con dignidad y plena conciencia de la crisis, sin permitir que las actitudes negativas y las nefastas apariencias demeriten nuestra labor, aun cuando éstas se deriven de los cartones académicos sin mérito, hoy convertidos en lo esencial por obra y gracia del eficaz maquillaje. Los estudiantes necesitan de verdaderas maestras y maestros, dispuestos a enseñarlos a pensar, a desarrollarse como seres racionales, críticos y analíticos, pues ello significa la mejor garantía de contar con mujeres y hombres productivos, en su momento capaces de competir con ventaja en un mundo cada día más exigente en lo relativo a las demostraciones del talento.

Si bien la educación es un derecho humano, un bien público y una responsabilidad colectiva, la satisfacción de contribuir desde la docencia a la formación de los jóvenes universitarios es algo único, pues permite vislumbrar un mañana de mejores posibilidades, ya sea en términos de sumar profesionales exitosos o de renovar los principios democráticos y la autoestima de la sociedad, gracias al aporte de quienes ejerciten por sistema la invaluable aptitud de pensar bien.

COMPROMISO DOCENTE EN LA UAEM

Por Juan Cuenca Díaz

La Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM) inicia un nuevo ciclo escolar, y es oportuno reflexionar acerca de algunos aspectos de su vida institucional, cuya encomienda es transitar hacia la excelencia de sus resultados. Después de más de un año de sufrir los efectos de la tragedia provocada por el Covid – 19 y sus variantes, en la mayor parte de los espacios el proceso formativo continúa de manera virtual, y no existe la certeza de cuándo las condiciones pudiesen garantizar un regreso seguro a la totalidad de las actividades presenciales.

En este complicado escenario las nuevas autoridades siguen con su tradicional incompetencia, sin poder cumplir con sus responsabilidades en la forma y efectividad deseadas. Prueba de esto se tiene en la carencia de una política educativa debidamente articulada, orientada a replantear los contenidos de planes y programas de estudio, a supervisar la actualización y el desempeño del profesorado, además de verificar la correcta evaluación del logro académico, a partir de las condiciones y necesidades de los diferentes niveles.

En consecuencia, el desafío es para las y los docentes, quienes están obligados a reinventarse, a mostrar el talento y la creatividad necesarios, a fin de adaptar el trabajo al uso de las nuevas tecnologías, a la elaboración de materiales de enseñanza novedosos y al diseño de situaciones de participación y de un aprendizaje cierto. Las experiencias de los últimos semestres permitirán reforzar el apoyo a los jóvenes y ayudarlos a lograr sus diferentes metas, no sólo en cuanto a adquirir teorías o destrezas técnicas, sino también un mejor desarrollo intelectual y fortaleza emocional, sin perder de vista la práctica de los valores éticos, morales y patrióticos.

Forjar estudiantes de calidad implica un profundo y gran compromiso, donde no pueden tener cabida la simulación y el engaño, pues se trata de contribuir a la generación del conocimiento, de las habilidades, del comportamiento y los ideales, en el esfuerzo de favorecer un tipo de ser humano frente a otros. En nuestro país esto tiene una mayor trascendencia, si se espera que más tarde sean ellas y ellos los encargados de tomar las decisiones correctas, en beneficio de una población víctima de los malos gobiernos y cada vez más dominada por el desaliento y la frustración.

En tiempos tan terribles nuestra casa de estudios nos demanda el máximo empeño en el cumplimiento de las funciones, actuar con dignidad y plena conciencia de la crisis, sin permitir que las actitudes negativas y las nefastas apariencias demeriten nuestra labor, aun cuando éstas se deriven de los cartones académicos sin mérito, hoy convertidos en lo esencial por obra y gracia del eficaz maquillaje. Los estudiantes necesitan de verdaderas maestras y maestros, dispuestos a enseñarlos a pensar, a desarrollarse como seres racionales, críticos y analíticos, pues ello significa la mejor garantía de contar con mujeres y hombres productivos, en su momento capaces de competir con ventaja en un mundo cada día más exigente en lo relativo a las demostraciones del talento.

Si bien la educación es un derecho humano, un bien público y una responsabilidad colectiva, la satisfacción de contribuir desde la docencia a la formación de los jóvenes universitarios es algo único, pues permite vislumbrar un mañana de mejores posibilidades, ya sea en términos de sumar profesionales exitosos o de renovar los principios democráticos y la autoestima de la sociedad, gracias al aporte de quienes ejerciten por sistema la invaluable aptitud de pensar bien.


La Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM) inicia un nuevo ciclo escolar, y es oportuno reflexionar acerca de algunos aspectos de su vida institucional, cuya encomienda es transitar hacia la excelencia de sus resultados. Después de más de un año de sufrir los efectos de la tragedia provocada por el Covid – 19 y sus variantes, en la mayor parte de los espacios el proceso formativo continúa de manera virtual, y no existe la certeza de cuándo las condiciones pudiesen garantizar un regreso seguro a la totalidad de las actividades presenciales.

En este complicado escenario las nuevas autoridades siguen con su tradicional incompetencia, sin poder cumplir con sus responsabilidades en la forma y efectividad deseadas. Prueba de esto se tiene en la carencia de una política educativa debidamente articulada, orientada a replantear los contenidos de planes y programas de estudio, a supervisar la actualización y el desempeño del profesorado, además de verificar la correcta evaluación del logro académico, a partir de las condiciones y necesidades de los diferentes niveles.

En consecuencia, el desafío es para las y los docentes, quienes están obligados a reinventarse, a mostrar el talento y la creatividad necesarios, a fin de adaptar el trabajo al uso de las nuevas tecnologías, a la elaboración de materiales de enseñanza novedosos y al diseño de situaciones de participación y de un aprendizaje cierto. Las experiencias de los últimos semestres permitirán reforzar el apoyo a los jóvenes y ayudarlos a lograr sus diferentes metas, no sólo en cuanto a adquirir teorías o destrezas técnicas, sino también un mejor desarrollo intelectual y fortaleza emocional, sin perder de vista la práctica de los valores éticos, morales y patrióticos.

Forjar estudiantes de calidad implica un profundo y gran compromiso, donde no pueden tener cabida la simulación y el engaño, pues se trata de contribuir a la generación del conocimiento, de las habilidades, del comportamiento y los ideales, en el esfuerzo de favorecer un tipo de ser humano frente a otros. En nuestro país esto tiene una mayor trascendencia, si se espera que más tarde sean ellas y ellos los encargados de tomar las decisiones correctas, en beneficio de una población víctima de los malos gobiernos y cada vez más dominada por el desaliento y la frustración.

En tiempos tan terribles nuestra casa de estudios nos demanda el máximo empeño en el cumplimiento de las funciones, actuar con dignidad y plena conciencia de la crisis, sin permitir que las actitudes negativas y las nefastas apariencias demeriten nuestra labor, aun cuando éstas se deriven de los cartones académicos sin mérito, hoy convertidos en lo esencial por obra y gracia del eficaz maquillaje. Los estudiantes necesitan de verdaderas maestras y maestros, dispuestos a enseñarlos a pensar, a desarrollarse como seres racionales, críticos y analíticos, pues ello significa la mejor garantía de contar con mujeres y hombres productivos, en su momento capaces de competir con ventaja en un mundo cada día más exigente en lo relativo a las demostraciones del talento.

Si bien la educación es un derecho humano, un bien público y una responsabilidad colectiva, la satisfacción de contribuir desde la docencia a la formación de los jóvenes universitarios es algo único, pues permite vislumbrar un mañana de mejores posibilidades, ya sea en términos de sumar profesionales exitosos o de renovar los principios democráticos y la autoestima de la sociedad, gracias al aporte de quienes ejerciten por sistema la invaluable aptitud de pensar bien.

COMPROMISO DOCENTE EN LA UAEM

Por Juan Cuenca Díaz

La Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM) inicia un nuevo ciclo escolar, y es oportuno reflexionar acerca de algunos aspectos de su vida institucional, cuya encomienda es transitar hacia la excelencia de sus resultados. Después de más de un año de sufrir los efectos de la tragedia provocada por el Covid – 19 y sus variantes, en la mayor parte de los espacios el proceso formativo continúa de manera virtual, y no existe la certeza de cuándo las condiciones pudiesen garantizar un regreso seguro a la totalidad de las actividades presenciales.

En este complicado escenario las nuevas autoridades siguen con su tradicional incompetencia, sin poder cumplir con sus responsabilidades en la forma y efectividad deseadas. Prueba de esto se tiene en la carencia de una política educativa debidamente articulada, orientada a replantear los contenidos de planes y programas de estudio, a supervisar la actualización y el desempeño del profesorado, además de verificar la correcta evaluación del logro académico, a partir de las condiciones y necesidades de los diferentes niveles.

En consecuencia, el desafío es para las y los docentes, quienes están obligados a reinventarse, a mostrar el talento y la creatividad necesarios, a fin de adaptar el trabajo al uso de las nuevas tecnologías, a la elaboración de materiales de enseñanza novedosos y al diseño de situaciones de participación y de un aprendizaje cierto. Las experiencias de los últimos semestres permitirán reforzar el apoyo a los jóvenes y ayudarlos a lograr sus diferentes metas, no sólo en cuanto a adquirir teorías o destrezas técnicas, sino también un mejor desarrollo intelectual y fortaleza emocional, sin perder de vista la práctica de los valores éticos, morales y patrióticos.

Forjar estudiantes de calidad implica un profundo y gran compromiso, donde no pueden tener cabida la simulación y el engaño, pues se trata de contribuir a la generación del conocimiento, de las habilidades, del comportamiento y los ideales, en el esfuerzo de favorecer un tipo de ser humano frente a otros. En nuestro país esto tiene una mayor trascendencia, si se espera que más tarde sean ellas y ellos los encargados de tomar las decisiones correctas, en beneficio de una población víctima de los malos gobiernos y cada vez más dominada por el desaliento y la frustración.

En tiempos tan terribles nuestra casa de estudios nos demanda el máximo empeño en el cumplimiento de las funciones, actuar con dignidad y plena conciencia de la crisis, sin permitir que las actitudes negativas y las nefastas apariencias demeriten nuestra labor, aun cuando éstas se deriven de los cartones académicos sin mérito, hoy convertidos en lo esencial por obra y gracia del eficaz maquillaje. Los estudiantes necesitan de verdaderas maestras y maestros, dispuestos a enseñarlos a pensar, a desarrollarse como seres racionales, críticos y analíticos, pues ello significa la mejor garantía de contar con mujeres y hombres productivos, en su momento capaces de competir con ventaja en un mundo cada día más exigente en lo relativo a las demostraciones del talento.

Si bien la educación es un derecho humano, un bien público y una responsabilidad colectiva, la satisfacción de contribuir desde la docencia a la formación de los jóvenes universitarios es algo único, pues permite vislumbrar un mañana de mejores posibilidades, ya sea en términos de sumar profesionales exitosos o de renovar los principios democráticos y la autoestima de la sociedad, gracias al aporte de quienes ejerciten por sistema la invaluable aptitud de pensar bien.