/ viernes 10 de noviembre de 2023

Pensamiento Universitario | Cultura y sociedad

En el progreso de las naciones inciden muchos factores, y entre ellos destacan la educación y la cultura.

Aparte del tema educativo, cuya importancia es obvia, es necesario reconocer los beneficios de la cultura, tanto en lo personal, familiar y social.

En una de sus acepciones, el concepto se refiere al conjunto de elementos y características propias de una determinada colectividad. Es decir, se incluyen aquí diversos aspectos, entre los cuales se pueden mencionar la historia, las costumbres y tradiciones; la religión, las leyes y las normas morales; las estrategias y acciones de sostenibilidad medioambiental, del cuidado de la paz y la seguridad, y hasta las formas de relacionarse con los demás, para buscar solución a los problemas comunes.

Desde luego, la superación de este atributo se logra a través de la educación, y por eso los centros de enseñanza están obligados a ser fuentes generadoras de una cultura de la mayor calidad, ante el objetivo de cambiar dogmas, prejuicios y malos comportamientos. Su arraigo es esencial en la cohesión de las estructuras vecinales y en el aporte de ciudadanos críticos, libres y bien informados, conscientes de su presente y protagonistas de un mejor porvenir.

Los saldos negativos derivados de la incultura son grandes, pues al no disponer de un pensamiento capaz de responder a cuestiones medias o incluso elementales, es difícil modelar identidades y crear puentes de entendimiento o socialización entre grupos e individuos. Las personas con estas deficiencias se convierten así en prototipos del subdesarrollo dependiente, y terminan por ser mujeres y hombres de presencia mínima, incapaces de participar, de proponer, y en consecuencia de impulsar cambios y evitar el acceso al poder de liderazgos autoritarios, mentirosos y corruptos, especialistas en perpetuar desigualdades, pobreza e ignorancia.

En nuestro país, específicamente entre las y los integrantes de la llamada clase política, es muy desagradable verlos inmersos en la ineptitud y sumisión, exhibiendo no sólo un enorme vacío cerebral, sino también un comportamiento sumamente austero desde el punto de vista cultural, con todo y sus grados académicos, en caso de ostentarlos. En la generalidad, es verdaderamente patético escuchar las expresiones vulgares y ofensivas de los supuestos legisladores del régimen y de los gobiernos de los tres niveles, aunado a la carencia de razonamientos lógicos y la falta de dignidad al apoyar propósitos perversos, sobre todo porque, en teoría, tienen la encomienda de tomar decisiones orientadas al desarrollo y el bienestar integral de la población.

La cultura en el ser pensante no es un adorno ni un accesorio, mucho menos algo inaccesible para el común de la gente. Por el contrario, se debe reconocer la ineludible prioridad de contar con ella, de verla como un recurso estratégico y de gran trascendencia en las sociedades modernas.

En resumen, este conjunto de conocimientos, de modos de vida y costumbres, contribuye de manera significativa en el correcto uso de las libertades, en la elaboración de juicios críticos y en el fortalecimiento de la auténtica democracia. Características éstas tan indispensables en un México donde la falta de oportunidades y la descomposición propiciada por una administración deficiente, presionan a sectores cada vez más amplios a refugiarse en la superstición y el fanatismo; en las adicciones y en la delincuencia; en la apatía y el desinterés por las cosas públicas, sin aspirar a la construcción de un mejor futuro, con la ayuda de la educación y la cultura.

Ingeniero civil, profesor de tiempo completo en la UAEM.

juancuencadiaz@hotmail.com

En el progreso de las naciones inciden muchos factores, y entre ellos destacan la educación y la cultura.

Aparte del tema educativo, cuya importancia es obvia, es necesario reconocer los beneficios de la cultura, tanto en lo personal, familiar y social.

En una de sus acepciones, el concepto se refiere al conjunto de elementos y características propias de una determinada colectividad. Es decir, se incluyen aquí diversos aspectos, entre los cuales se pueden mencionar la historia, las costumbres y tradiciones; la religión, las leyes y las normas morales; las estrategias y acciones de sostenibilidad medioambiental, del cuidado de la paz y la seguridad, y hasta las formas de relacionarse con los demás, para buscar solución a los problemas comunes.

Desde luego, la superación de este atributo se logra a través de la educación, y por eso los centros de enseñanza están obligados a ser fuentes generadoras de una cultura de la mayor calidad, ante el objetivo de cambiar dogmas, prejuicios y malos comportamientos. Su arraigo es esencial en la cohesión de las estructuras vecinales y en el aporte de ciudadanos críticos, libres y bien informados, conscientes de su presente y protagonistas de un mejor porvenir.

Los saldos negativos derivados de la incultura son grandes, pues al no disponer de un pensamiento capaz de responder a cuestiones medias o incluso elementales, es difícil modelar identidades y crear puentes de entendimiento o socialización entre grupos e individuos. Las personas con estas deficiencias se convierten así en prototipos del subdesarrollo dependiente, y terminan por ser mujeres y hombres de presencia mínima, incapaces de participar, de proponer, y en consecuencia de impulsar cambios y evitar el acceso al poder de liderazgos autoritarios, mentirosos y corruptos, especialistas en perpetuar desigualdades, pobreza e ignorancia.

En nuestro país, específicamente entre las y los integrantes de la llamada clase política, es muy desagradable verlos inmersos en la ineptitud y sumisión, exhibiendo no sólo un enorme vacío cerebral, sino también un comportamiento sumamente austero desde el punto de vista cultural, con todo y sus grados académicos, en caso de ostentarlos. En la generalidad, es verdaderamente patético escuchar las expresiones vulgares y ofensivas de los supuestos legisladores del régimen y de los gobiernos de los tres niveles, aunado a la carencia de razonamientos lógicos y la falta de dignidad al apoyar propósitos perversos, sobre todo porque, en teoría, tienen la encomienda de tomar decisiones orientadas al desarrollo y el bienestar integral de la población.

La cultura en el ser pensante no es un adorno ni un accesorio, mucho menos algo inaccesible para el común de la gente. Por el contrario, se debe reconocer la ineludible prioridad de contar con ella, de verla como un recurso estratégico y de gran trascendencia en las sociedades modernas.

En resumen, este conjunto de conocimientos, de modos de vida y costumbres, contribuye de manera significativa en el correcto uso de las libertades, en la elaboración de juicios críticos y en el fortalecimiento de la auténtica democracia. Características éstas tan indispensables en un México donde la falta de oportunidades y la descomposición propiciada por una administración deficiente, presionan a sectores cada vez más amplios a refugiarse en la superstición y el fanatismo; en las adicciones y en la delincuencia; en la apatía y el desinterés por las cosas públicas, sin aspirar a la construcción de un mejor futuro, con la ayuda de la educación y la cultura.

Ingeniero civil, profesor de tiempo completo en la UAEM.

juancuencadiaz@hotmail.com