/ viernes 6 de mayo de 2022

Pensamiento Universitario | Defendamos la educación

Aunado a la ineptitud y corrupción, el actual gobierno federal también se caracteriza por la perversidad. Para corroborarlo, ahí está la devastación a causa de las obras del Tren Maya, la violencia impune o el mal manejo de la pandemia, ahora con la próxima caducidad de 14.5 millones de dosis de vacunas AstraZeneca, y con ello el desperdicio de miles de millones de pesos.

Y qué decir del tema educativo, en estos días motivo de preocupación entre la gente pensante, debido a las potenciales consecuencias negativas si la SEP logra cambiar los planes y programas de estudio en los niveles básicos. Esto porque en lugar de ser una reforma curricular convencional, se trata de un reordenamiento completo de la actividad docente, que se pondrá, dicen, al servicio de los grupos oprimidos, pues su centro de interés no será el alumno, sino la comunidad.

Sin embargo, según las opiniones de académicos serios, el proyecto es oscuro y conceptualmente impreciso, se funda en una visión doctrinaria y fantasiosa; renuncia a proveer enseñanza de calidad y no busca insertar a la sociedad en un mundo cada vez más global e interconectado. Por ejemplo, se pretende eliminar grados y exámenes, y quitarle al conocimiento científico su posición en el currículum, al hacer equivalente el aprendizaje de matemáticas o ciencias con el conocimiento de las creencias, tradiciones, rituales y fiestas de la población.

Entre los opositores a semejante aberración destaca el doctor Gilberto Guevara Niebla, quien fue líder en el movimiento estudiantil de 1968 y ha sido profesor, escritor, periodista y funcionario público. Precisamente entre diciembre de 2018 y julio de 2019 ocupó el cargo de subsecretario de Educación Básica, atraído por las promesas del hoy inquilino de Palacio Nacional, y en un libro de reciente publicación, titulado La Regresión Educativa, refiere el siguiente hecho, bastante ilustrativo de la lógica gubernamental: En una de sus primeras reuniones de trabajo se presentó un subsecretario de Hacienda, y con voz de mando militar exigió suprimir el 50% de los programas de la SEP. Era una orden presidencial y nadie se atrevió a contradecirla; los recursos se requerían para financiar los proyectos prioritarios del ejecutivo.

Con los suficientes elementos probatorios, en el mencionado texto el doctor Guevara Niebla y los otros autores exhiben una triste realidad, en el sentido de que este presidente concibe la educación únicamente como un espacio de oportunidad para sus políticas clientelares; no quiere ver en ella el factor determinante en la disminución de la pobreza, en la construcción de una sociedad más igualitaria, exigente en la búsqueda de justicia y capaz de impulsar la democracia y el avance cultural, científico y tecnológico de la nación. El señor está peleado con la modernidad, desprecia el talento y el deseo de superación de las personas, y ese prejuicio le impide apoyar al México progresista, industrial y generador de bienes derivados de la investigación de vanguardia.

Nadie en su sano juicio puede concebir una verdadera transformación del país, si no se piensa antes en proporcionar a las nuevas generaciones una escolaridad superior, indispensable en la formación de mexicanos autónomos, capaces de pensar por sí mismos, tolerantes y comprometidos con el bienestar de los demás.

En consecuencia, es imperativo promover un gran movimiento social, encauzado a rechazar ideologías delirantes y defender los derechos constitucionales de nuestros niños y jóvenes, en cuanto a recibir una instrucción de mucho mayor calidad.

Aunado a la ineptitud y corrupción, el actual gobierno federal también se caracteriza por la perversidad. Para corroborarlo, ahí está la devastación a causa de las obras del Tren Maya, la violencia impune o el mal manejo de la pandemia, ahora con la próxima caducidad de 14.5 millones de dosis de vacunas AstraZeneca, y con ello el desperdicio de miles de millones de pesos.

Y qué decir del tema educativo, en estos días motivo de preocupación entre la gente pensante, debido a las potenciales consecuencias negativas si la SEP logra cambiar los planes y programas de estudio en los niveles básicos. Esto porque en lugar de ser una reforma curricular convencional, se trata de un reordenamiento completo de la actividad docente, que se pondrá, dicen, al servicio de los grupos oprimidos, pues su centro de interés no será el alumno, sino la comunidad.

Sin embargo, según las opiniones de académicos serios, el proyecto es oscuro y conceptualmente impreciso, se funda en una visión doctrinaria y fantasiosa; renuncia a proveer enseñanza de calidad y no busca insertar a la sociedad en un mundo cada vez más global e interconectado. Por ejemplo, se pretende eliminar grados y exámenes, y quitarle al conocimiento científico su posición en el currículum, al hacer equivalente el aprendizaje de matemáticas o ciencias con el conocimiento de las creencias, tradiciones, rituales y fiestas de la población.

Entre los opositores a semejante aberración destaca el doctor Gilberto Guevara Niebla, quien fue líder en el movimiento estudiantil de 1968 y ha sido profesor, escritor, periodista y funcionario público. Precisamente entre diciembre de 2018 y julio de 2019 ocupó el cargo de subsecretario de Educación Básica, atraído por las promesas del hoy inquilino de Palacio Nacional, y en un libro de reciente publicación, titulado La Regresión Educativa, refiere el siguiente hecho, bastante ilustrativo de la lógica gubernamental: En una de sus primeras reuniones de trabajo se presentó un subsecretario de Hacienda, y con voz de mando militar exigió suprimir el 50% de los programas de la SEP. Era una orden presidencial y nadie se atrevió a contradecirla; los recursos se requerían para financiar los proyectos prioritarios del ejecutivo.

Con los suficientes elementos probatorios, en el mencionado texto el doctor Guevara Niebla y los otros autores exhiben una triste realidad, en el sentido de que este presidente concibe la educación únicamente como un espacio de oportunidad para sus políticas clientelares; no quiere ver en ella el factor determinante en la disminución de la pobreza, en la construcción de una sociedad más igualitaria, exigente en la búsqueda de justicia y capaz de impulsar la democracia y el avance cultural, científico y tecnológico de la nación. El señor está peleado con la modernidad, desprecia el talento y el deseo de superación de las personas, y ese prejuicio le impide apoyar al México progresista, industrial y generador de bienes derivados de la investigación de vanguardia.

Nadie en su sano juicio puede concebir una verdadera transformación del país, si no se piensa antes en proporcionar a las nuevas generaciones una escolaridad superior, indispensable en la formación de mexicanos autónomos, capaces de pensar por sí mismos, tolerantes y comprometidos con el bienestar de los demás.

En consecuencia, es imperativo promover un gran movimiento social, encauzado a rechazar ideologías delirantes y defender los derechos constitucionales de nuestros niños y jóvenes, en cuanto a recibir una instrucción de mucho mayor calidad.