/ viernes 17 de junio de 2022

Pensamiento Universitario | Desastre ambiental

Según la información publicada hace unos días en este diario, en la zona metropolitana del valle de Toluca se respira aire malo casi a diario. Los datos de la Red Automática de Monitoreo Atmosférico (RAMA) confirman que la presencia de las partículas nocivas ha llegado a los 130 puntos IMECA, lo cual perjudica la salud, particularmente de los grupos sensibles, donde se encuentran los niños y los adultos mayores.

Ante un problema de tan amplias y peligrosas repercusiones, los tiempos de ninguna manera son para escuchar las promesas y demagogia de siempre, sino de una reacción pronta y realmente efectiva, encauzada a remediar o eliminar los daños ocasionados por un desarrollo bastante defectuoso, debido a la corrupción e incapacidad del sector oficial. Sobre todo derivado de los combustibles de origen fósil, la cantidad de contaminantes en la atmósfera ha ocasionado cambios significativos al entorno, además de provocar diversas enfermedades, como las cardiovasculares y respiratorias o el cáncer pulmonar, e incluso la disminución de la esperanza de vida de las personas.

Sin embargo, a pesar de la criminal alteración del ambiente, las prácticas nefastas se siguen permitiendo, y una evidencia se tiene en el alto número de automotores transitando en condiciones mecánicas deficientes, con el excesivo aporte del transporte público, generándose así un aire sumamente tóxico desde hace muchos años. En simple palabrería ha quedado aquello de vigilar el estado correcto de las unidades y de hacer cumplir la ley, pues ni siquiera se atiende el requisito de la verificación vehicular.

La ineptitud y deshonestidad de las autoridades ha sido un enorme lastre, y eso se traduce en la falta de medidas de prevención y de una adecuada planeación del crecimiento urbano; en la tala exagerada, la destrucción de flora y fauna, y en el aumento de ciudades sucias, desordenadas y llenas de veneno en suelos, atmósfera y agua. Mientras se tengan gobernantes con estas características, muy difícilmente se implementarán acciones de sostenibilidad, orientadas al cuidado de las generaciones actuales y futuras.

Por eso, es imperativo que otras instancias se sumen al esfuerzo de preservar nuestro medio, y una de ellas debiera ser la Universidad Autónoma del Estado de México, cuyos profesionales en la materia pueden abrir espacios y modos de relación especial con los distintos sectores de la sociedad, donde se compartan experiencias y conocimientos y se trabaje en la búsqueda del bien común. El compromiso de las instituciones educativas es ponerse del lado de la población y, con base en el saber especializado, exigirles a las autoridades una actuación responsable, particularmente cuando se trate de realizar obras de la magnitud de los proyectos carreteros o desarrollos inmobiliarios, pero ya no permitir imposiciones, abusos o caprichos, como los provenientes del inquilino de Palacio Nacional, quien, entre otros estigmas, será recordado por destruir valiosos ecosistemas de la selva maya.

Mediante campañas bien diseñadas y de amplia difusión, urge también despertar la consciencia de la gente e impulsar el cambio de hábitos de consumo, la adopción de medidas de ahorro de energía, de caminar o usar vehículos no motorizados, de disminuir las cantidades de basura y no tirarla en las calles, etcétera.

El mal camino seguido hasta ahora puede ser corregido, si todas y todos actuamos con responsabilidad y nos obligamos a devolverle el carácter vital y el absoluto respeto a nuestras relaciones con la naturaleza.

Ingeniero civil, con posgrados de maestría y doctorado.

Profesor de tiempo completo en la UAEM.

juancuencadiaz@hotmail.com

Según la información publicada hace unos días en este diario, en la zona metropolitana del valle de Toluca se respira aire malo casi a diario. Los datos de la Red Automática de Monitoreo Atmosférico (RAMA) confirman que la presencia de las partículas nocivas ha llegado a los 130 puntos IMECA, lo cual perjudica la salud, particularmente de los grupos sensibles, donde se encuentran los niños y los adultos mayores.

Ante un problema de tan amplias y peligrosas repercusiones, los tiempos de ninguna manera son para escuchar las promesas y demagogia de siempre, sino de una reacción pronta y realmente efectiva, encauzada a remediar o eliminar los daños ocasionados por un desarrollo bastante defectuoso, debido a la corrupción e incapacidad del sector oficial. Sobre todo derivado de los combustibles de origen fósil, la cantidad de contaminantes en la atmósfera ha ocasionado cambios significativos al entorno, además de provocar diversas enfermedades, como las cardiovasculares y respiratorias o el cáncer pulmonar, e incluso la disminución de la esperanza de vida de las personas.

Sin embargo, a pesar de la criminal alteración del ambiente, las prácticas nefastas se siguen permitiendo, y una evidencia se tiene en el alto número de automotores transitando en condiciones mecánicas deficientes, con el excesivo aporte del transporte público, generándose así un aire sumamente tóxico desde hace muchos años. En simple palabrería ha quedado aquello de vigilar el estado correcto de las unidades y de hacer cumplir la ley, pues ni siquiera se atiende el requisito de la verificación vehicular.

La ineptitud y deshonestidad de las autoridades ha sido un enorme lastre, y eso se traduce en la falta de medidas de prevención y de una adecuada planeación del crecimiento urbano; en la tala exagerada, la destrucción de flora y fauna, y en el aumento de ciudades sucias, desordenadas y llenas de veneno en suelos, atmósfera y agua. Mientras se tengan gobernantes con estas características, muy difícilmente se implementarán acciones de sostenibilidad, orientadas al cuidado de las generaciones actuales y futuras.

Por eso, es imperativo que otras instancias se sumen al esfuerzo de preservar nuestro medio, y una de ellas debiera ser la Universidad Autónoma del Estado de México, cuyos profesionales en la materia pueden abrir espacios y modos de relación especial con los distintos sectores de la sociedad, donde se compartan experiencias y conocimientos y se trabaje en la búsqueda del bien común. El compromiso de las instituciones educativas es ponerse del lado de la población y, con base en el saber especializado, exigirles a las autoridades una actuación responsable, particularmente cuando se trate de realizar obras de la magnitud de los proyectos carreteros o desarrollos inmobiliarios, pero ya no permitir imposiciones, abusos o caprichos, como los provenientes del inquilino de Palacio Nacional, quien, entre otros estigmas, será recordado por destruir valiosos ecosistemas de la selva maya.

Mediante campañas bien diseñadas y de amplia difusión, urge también despertar la consciencia de la gente e impulsar el cambio de hábitos de consumo, la adopción de medidas de ahorro de energía, de caminar o usar vehículos no motorizados, de disminuir las cantidades de basura y no tirarla en las calles, etcétera.

El mal camino seguido hasta ahora puede ser corregido, si todas y todos actuamos con responsabilidad y nos obligamos a devolverle el carácter vital y el absoluto respeto a nuestras relaciones con la naturaleza.

Ingeniero civil, con posgrados de maestría y doctorado.

Profesor de tiempo completo en la UAEM.

juancuencadiaz@hotmail.com