/ viernes 29 de abril de 2022

Pensamiento Universitario | Deslealtad a México


El domingo diez de abril, más del 80% de la ciudadanía no apoyó la costosa farsa de la revocación de mandato, y simplemente se abstuvo de salir a votar. Ocho días después, el actual régimen recibió otro fuerte golpe, cuando las y los diputados del PAN, PRI, PRD y MC se unieron para impedirle al partido en el poder alcanzar una mayoría calificada, frenando así la reforma eléctrica propuesta por el inquilino de Palacio Nacional, con la cual se pretendía modificar la Constitución y fortalecer el monopolio de la CFE.

Como era de esperarse, el debate se dio dentro de una fuerte confrontación, donde salieron a relucir las intimidaciones y los infaltables calificativos de corruptos, traidores, vendepatrias y narcos. Es decir, fieles a su costumbre y corroborando ser una vergüenza en el mundo civilizado, en una gran parte de estos pseudo legisladores volvió a mostrarse su escaso nivel cultural, los instintos primitivos y los modales de pandillero, por el hecho al haberse atrevido la oposición a no acatar la palabra divina, y de inmediato aparecieron los fanáticos gesticuladores y vociferantes, animados por el deseo de golpear, de torturar y quizá hasta de eliminar al adversario.

Lejos de quedar ahí la situación, en seguida el mismo presidente arremetió furioso contra quienes habían rechazado su brillante modelo, calificándolos de “traidores a la patria”. Incluso, en una de sus “mañaneras” mostró el Código Penal y dio una lección de derecho, hablando de las penas de prisión y multa derivadas de ese delito.

A su vez, los fieles cortesanos no solo se sumaron al coro sino emprendieron la respectiva campaña de desprestigio, cuyas consecuencias ya se presentaron en Guanajuato, con el ataque a las casas de gestión de los congresistas. En la Ciudad de México, por ejemplo, se colocaron mamparas con las fotos y nombres de los contrincantes; un “paredón pacífico”, en el cual éstos serán fusilados con la pluma de la gente, según la declaración del coordinador de los diputados morenistas.

Obviamente, si el odio y la violencia se promueven con este tipo de acciones, se aleja la posibilidad de buscar formas de diálogo, de lograr consensos y de impulsar nuestra frágil democracia. Es absolutamente reprobable querer imponer posiciones ideológicas e ideas retrógradas, y muy peligroso convertir la discrepancia política en traiciones, sobre todo cuando, más allá de esos 223 legisladores, son millones los mexicanos conscientes e indignados ante el enorme retroceso del país en numerosos temas.

Así como los hoy estigmatizados han presentado denuncias penales en contra del presidente y de los dirigentes del partido mayoritario, por los delitos de amenazas, incitación a la violencia, daño moral y difamación, pronto llegará el momento en que una sociedad civil organizada y digna exija la estricta aplicación de la Ley a quienes han cometido tantos errores, reflejados, entre muchas otras cosas, en la inseguridad, el derroche y la corrupción, la destrucción ambiental, el pésimo manejo de la economía y la pérdida de miles de vidas humanas por la pandemia mal atendida y el desabasto de medicamentos.

Y si se trata de confirmar otras deslealtades a la nación, no pueden ni deben ignorarse las recientes revelaciones del expresidente Donald Trump, en el sentido de haber “doblado” al gobierno actual en el asunto de la migración, y con ello imponer el despliegue de 25 mil soldados en las fronteras norte y sur.

Luego entonces, lanzar furibundas acusaciones de traición a la patria parece hacerse frente un espejo.


El domingo diez de abril, más del 80% de la ciudadanía no apoyó la costosa farsa de la revocación de mandato, y simplemente se abstuvo de salir a votar. Ocho días después, el actual régimen recibió otro fuerte golpe, cuando las y los diputados del PAN, PRI, PRD y MC se unieron para impedirle al partido en el poder alcanzar una mayoría calificada, frenando así la reforma eléctrica propuesta por el inquilino de Palacio Nacional, con la cual se pretendía modificar la Constitución y fortalecer el monopolio de la CFE.

Como era de esperarse, el debate se dio dentro de una fuerte confrontación, donde salieron a relucir las intimidaciones y los infaltables calificativos de corruptos, traidores, vendepatrias y narcos. Es decir, fieles a su costumbre y corroborando ser una vergüenza en el mundo civilizado, en una gran parte de estos pseudo legisladores volvió a mostrarse su escaso nivel cultural, los instintos primitivos y los modales de pandillero, por el hecho al haberse atrevido la oposición a no acatar la palabra divina, y de inmediato aparecieron los fanáticos gesticuladores y vociferantes, animados por el deseo de golpear, de torturar y quizá hasta de eliminar al adversario.

Lejos de quedar ahí la situación, en seguida el mismo presidente arremetió furioso contra quienes habían rechazado su brillante modelo, calificándolos de “traidores a la patria”. Incluso, en una de sus “mañaneras” mostró el Código Penal y dio una lección de derecho, hablando de las penas de prisión y multa derivadas de ese delito.

A su vez, los fieles cortesanos no solo se sumaron al coro sino emprendieron la respectiva campaña de desprestigio, cuyas consecuencias ya se presentaron en Guanajuato, con el ataque a las casas de gestión de los congresistas. En la Ciudad de México, por ejemplo, se colocaron mamparas con las fotos y nombres de los contrincantes; un “paredón pacífico”, en el cual éstos serán fusilados con la pluma de la gente, según la declaración del coordinador de los diputados morenistas.

Obviamente, si el odio y la violencia se promueven con este tipo de acciones, se aleja la posibilidad de buscar formas de diálogo, de lograr consensos y de impulsar nuestra frágil democracia. Es absolutamente reprobable querer imponer posiciones ideológicas e ideas retrógradas, y muy peligroso convertir la discrepancia política en traiciones, sobre todo cuando, más allá de esos 223 legisladores, son millones los mexicanos conscientes e indignados ante el enorme retroceso del país en numerosos temas.

Así como los hoy estigmatizados han presentado denuncias penales en contra del presidente y de los dirigentes del partido mayoritario, por los delitos de amenazas, incitación a la violencia, daño moral y difamación, pronto llegará el momento en que una sociedad civil organizada y digna exija la estricta aplicación de la Ley a quienes han cometido tantos errores, reflejados, entre muchas otras cosas, en la inseguridad, el derroche y la corrupción, la destrucción ambiental, el pésimo manejo de la economía y la pérdida de miles de vidas humanas por la pandemia mal atendida y el desabasto de medicamentos.

Y si se trata de confirmar otras deslealtades a la nación, no pueden ni deben ignorarse las recientes revelaciones del expresidente Donald Trump, en el sentido de haber “doblado” al gobierno actual en el asunto de la migración, y con ello imponer el despliegue de 25 mil soldados en las fronteras norte y sur.

Luego entonces, lanzar furibundas acusaciones de traición a la patria parece hacerse frente un espejo.