/ viernes 3 de junio de 2022

Pensamiento Universitario | El Lenguaje de los políticos

La política, entendida como el conjunto de decisiones tomadas por un determinado gobierno en favor del bien común, debiera ser practicada por mujeres y hombres de prestigio, cuyo desempeño garantizara precisamente la atención correcta de las demandas ciudadanas. Aparte de poseer las cualidades de preparación, liderazgo y honestidad, son también importantes la cultura, la identidad con la región o el país y la capacidad de comunicarse verbalmente en forma correcta y respetuosa.

Por desgracia, en la generalidad de los políticos de México estos atributos son muy escasos, y en particular el lenguaje de muchos se distingue por ser limitado, ofensivo y vulgar, al grado de representar uno de los mayores inconvenientes para la sana convivencia y la propia democracia. En los últimos tiempos el clima de incivilidad predomina, y las malas palabras se constituyen en otra forma de violencia, ya sea por parte de los funcionarios o de los aspirantes a un cierto cargo.

En lugar de justificar las acciones y propuestas con argumentos válidos, y anteponer el derecho de la gente a escuchar la oratoria de calidad, la coherencia y la sinceridad, lo común es el insulto, el ataque impune, la burla, la descalificación y el abuso sistemático de la mentira, con todo su efecto destructor. En resumen, espectáculos lamentables, con mensajes bastante pobres y el idioma convertido en un medio de expresión bajo, grosero y vil.

Por eso, lo irracional e iracundo se manifiesta en la más alta tribuna, desde mandar al diablo las instituciones y despreciar la Ley al defender criminales, hasta calificar de cretinos y de plano mandar al carajo a quienes no piensan igual y se atreven a decirlo. El discurso también exhibe la vanidad, la autosuficiencia, la misoginia, el nacionalismo chovinista y la ocultación de la verdad, mediante burdos distractores de los problemas fundamentales.

La manera de hablar puede alcanzar niveles verdaderamente aberrantes en los de esta especie, y una muestra se tiene en las grabaciones dadas a conocer en días pasados por la gobernadora de Campeche, donde se escucha al actual líder del PRI diciendo, entre otras barbaridades, que a los periodistas no se les debe matar a balazos, sino de hambre. Por supuesto, la reacción de tan impresentable sujeto era de esperarse, al hacerse la víctima, según afirma, de audios editados y de una campaña de desprestigio, en lugar de reconocer sus errores y enfrentar con valor las múltiples acusaciones por los presuntos delitos de corrupción, lavado de dinero y defraudación fiscal.

Luego entonces, es obligado exigirle a la clase política un firme compromiso, en el sentido de devolverle el respeto y la dignidad a las palabras, a través de mejorar sustancialmente su educación, cultura y valores. Es indispensable cambiar el triste panorama mostrado por las y los ignorantes vividores de nuestros impuestos, a fin de eliminar su indigencia de ideas, pensamiento y recursos verbales.

En tal sentido, bien harían en adquirir la costumbre de la buena lectura y dejar de ser analfabetos funcionales, o dependientes de la memoria artificial, con lo cual empezarían a ampliar sus aptitudes, a adquirir inteligencia y quizá hasta podrían mostrar una conducta más responsable y ética, básicamente en cuanto a comprender la realidad del país y el objetivo central de su encomienda. Está demostrado que el hábito de la literatura formativa se relaciona directamente con las expresiones del razonamiento superior, modifica la organización del cerebro y favorece, en suma, la evolución del intelecto.


Ingeniero Civil, maestría en ingeniería

Doctorado en ciencias

Profesor de tiempo completo en UAEM

juancuencadiaz@hotmail.com


La política, entendida como el conjunto de decisiones tomadas por un determinado gobierno en favor del bien común, debiera ser practicada por mujeres y hombres de prestigio, cuyo desempeño garantizara precisamente la atención correcta de las demandas ciudadanas. Aparte de poseer las cualidades de preparación, liderazgo y honestidad, son también importantes la cultura, la identidad con la región o el país y la capacidad de comunicarse verbalmente en forma correcta y respetuosa.

Por desgracia, en la generalidad de los políticos de México estos atributos son muy escasos, y en particular el lenguaje de muchos se distingue por ser limitado, ofensivo y vulgar, al grado de representar uno de los mayores inconvenientes para la sana convivencia y la propia democracia. En los últimos tiempos el clima de incivilidad predomina, y las malas palabras se constituyen en otra forma de violencia, ya sea por parte de los funcionarios o de los aspirantes a un cierto cargo.

En lugar de justificar las acciones y propuestas con argumentos válidos, y anteponer el derecho de la gente a escuchar la oratoria de calidad, la coherencia y la sinceridad, lo común es el insulto, el ataque impune, la burla, la descalificación y el abuso sistemático de la mentira, con todo su efecto destructor. En resumen, espectáculos lamentables, con mensajes bastante pobres y el idioma convertido en un medio de expresión bajo, grosero y vil.

Por eso, lo irracional e iracundo se manifiesta en la más alta tribuna, desde mandar al diablo las instituciones y despreciar la Ley al defender criminales, hasta calificar de cretinos y de plano mandar al carajo a quienes no piensan igual y se atreven a decirlo. El discurso también exhibe la vanidad, la autosuficiencia, la misoginia, el nacionalismo chovinista y la ocultación de la verdad, mediante burdos distractores de los problemas fundamentales.

La manera de hablar puede alcanzar niveles verdaderamente aberrantes en los de esta especie, y una muestra se tiene en las grabaciones dadas a conocer en días pasados por la gobernadora de Campeche, donde se escucha al actual líder del PRI diciendo, entre otras barbaridades, que a los periodistas no se les debe matar a balazos, sino de hambre. Por supuesto, la reacción de tan impresentable sujeto era de esperarse, al hacerse la víctima, según afirma, de audios editados y de una campaña de desprestigio, en lugar de reconocer sus errores y enfrentar con valor las múltiples acusaciones por los presuntos delitos de corrupción, lavado de dinero y defraudación fiscal.

Luego entonces, es obligado exigirle a la clase política un firme compromiso, en el sentido de devolverle el respeto y la dignidad a las palabras, a través de mejorar sustancialmente su educación, cultura y valores. Es indispensable cambiar el triste panorama mostrado por las y los ignorantes vividores de nuestros impuestos, a fin de eliminar su indigencia de ideas, pensamiento y recursos verbales.

En tal sentido, bien harían en adquirir la costumbre de la buena lectura y dejar de ser analfabetos funcionales, o dependientes de la memoria artificial, con lo cual empezarían a ampliar sus aptitudes, a adquirir inteligencia y quizá hasta podrían mostrar una conducta más responsable y ética, básicamente en cuanto a comprender la realidad del país y el objetivo central de su encomienda. Está demostrado que el hábito de la literatura formativa se relaciona directamente con las expresiones del razonamiento superior, modifica la organización del cerebro y favorece, en suma, la evolución del intelecto.


Ingeniero Civil, maestría en ingeniería

Doctorado en ciencias

Profesor de tiempo completo en UAEM

juancuencadiaz@hotmail.com