/ viernes 3 de diciembre de 2021

Pensamiento Universitario | El sedentarismo y sus consecuencias

En días pasados se publicó en este diario la queja de algunos usuarios del transporte público de Toluca, con respecto al cambio de paraderos en la zona de la calle Sebastián Lerdo de Tejada, próxima al denominado Parque de la Ciencia Fundadores. El asunto es que las personas entrevistadas expresaron su molestia, porque con esa reubicación deberán caminar ya no una, sino dos o hasta cuatro cuadras para llegar a sus centros de trabajo y eso, dijeron, es pesado y obliga a demorarse entre cinco y diez minutos.

Desde luego, este tipo de expresiones son el reflejo de una costumbre demasiado extendida entre la población, relacionada con preferir un estilo de vida de poco movimiento o sedentario, y en consecuencia de rechazo a cualquier actividad física, y ya no digamos a la práctica constante de algún deporte. Según informes recientes del INEGI, las cifras continúan siendo preocupantes en este tema, y empeoran por la pandemia, al tenerse porcentajes elevados de gente inactiva de 18 años y más, del orden de 56.2 en hombres y de 65.6 en mujeres.

Cuando esto y los malos hábitos alimenticios causan sobrepeso y obesidad, se genera un problema de salud pública y los resultados pueden ser realmente graves, pues no sólo se afecta el desempeño social y laboral de los individuos, sino también repercute en los costos de la atención médica, al asociarse generalmente con enfermedades del corazón y las arterias, diabetes, artrosis, e incluso algunas variantes del cáncer. Los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ubican a México en el segundo lugar mundial de obesidad en adultos y en el primero en los niños, y por lo visto cada vez se está más lejos de revertir la tendencia.

Una manera sencilla medir esos factores es mediante el llamado índice de masa corporal (IMC), el cual se obtiene al dividir el peso en kilogramos de una persona, entre el cuadrado de la talla en metros. Así, por ejemplo, si el peso es de 75 kilogramos y la estatura de 1.65 metros, el valor aproximado del IMC será de 27.5. Y para saber si esto es o no adecuado, el indicador establece que si el número calculado es menor a 18 el peso es insuficiente; normal si está entre 18 y 25; sobrepeso entre 25 y 30; obesidad entre 30 y 40, y obesidad mórbida o extrema si es mayor a 40.

Obviamente, la falta de movimiento repercute severamente en nuestro sistema interno, pues sus funciones tienden a atrofiarse con mayor rapidez e intensidad, disminuyendo con ello las capacidades físicas. Por eso, la mejor respuesta para mantenerse sano, aumentar la expectativa de vida funcional y retardar el proceso de envejecimiento, es estar activo.

Al ejercitar el cuerpo en forma continua los músculos se fortalecen y tonifican, permitiendo una mayor resistencia a la fatiga. Asimismo, el corazón logra mayor vigor y la grasa de su entorno se reduce, alcanzándose una superior eficiencia y economía de esfuerzo en cada latido. Además, como lo han demostrado varias investigaciones, el potencial cognitivo del sujeto se incrementa, mejora la capacidad de aprendizaje y se adquiere un estado de bienestar mental al segregar endorfinas, las famosas hormonas de la felicidad, causantes de combatir eficazmente la depresión.

Si las estadísticas nos ubican en los primeros lugares en sobrepeso y obesidad, cuando el sedentarismo y la mala alimentación afectan negativamente la salud, desempeño y conducta de tantos seres humanos, un proyecto de vida impostergable debiera enfocarse hacia el objetivo de arraigar y fortalecer en cada uno de nosotros el hábito del ejercicio y de la práctica deportiva.

En días pasados se publicó en este diario la queja de algunos usuarios del transporte público de Toluca, con respecto al cambio de paraderos en la zona de la calle Sebastián Lerdo de Tejada, próxima al denominado Parque de la Ciencia Fundadores. El asunto es que las personas entrevistadas expresaron su molestia, porque con esa reubicación deberán caminar ya no una, sino dos o hasta cuatro cuadras para llegar a sus centros de trabajo y eso, dijeron, es pesado y obliga a demorarse entre cinco y diez minutos.

Desde luego, este tipo de expresiones son el reflejo de una costumbre demasiado extendida entre la población, relacionada con preferir un estilo de vida de poco movimiento o sedentario, y en consecuencia de rechazo a cualquier actividad física, y ya no digamos a la práctica constante de algún deporte. Según informes recientes del INEGI, las cifras continúan siendo preocupantes en este tema, y empeoran por la pandemia, al tenerse porcentajes elevados de gente inactiva de 18 años y más, del orden de 56.2 en hombres y de 65.6 en mujeres.

Cuando esto y los malos hábitos alimenticios causan sobrepeso y obesidad, se genera un problema de salud pública y los resultados pueden ser realmente graves, pues no sólo se afecta el desempeño social y laboral de los individuos, sino también repercute en los costos de la atención médica, al asociarse generalmente con enfermedades del corazón y las arterias, diabetes, artrosis, e incluso algunas variantes del cáncer. Los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ubican a México en el segundo lugar mundial de obesidad en adultos y en el primero en los niños, y por lo visto cada vez se está más lejos de revertir la tendencia.

Una manera sencilla medir esos factores es mediante el llamado índice de masa corporal (IMC), el cual se obtiene al dividir el peso en kilogramos de una persona, entre el cuadrado de la talla en metros. Así, por ejemplo, si el peso es de 75 kilogramos y la estatura de 1.65 metros, el valor aproximado del IMC será de 27.5. Y para saber si esto es o no adecuado, el indicador establece que si el número calculado es menor a 18 el peso es insuficiente; normal si está entre 18 y 25; sobrepeso entre 25 y 30; obesidad entre 30 y 40, y obesidad mórbida o extrema si es mayor a 40.

Obviamente, la falta de movimiento repercute severamente en nuestro sistema interno, pues sus funciones tienden a atrofiarse con mayor rapidez e intensidad, disminuyendo con ello las capacidades físicas. Por eso, la mejor respuesta para mantenerse sano, aumentar la expectativa de vida funcional y retardar el proceso de envejecimiento, es estar activo.

Al ejercitar el cuerpo en forma continua los músculos se fortalecen y tonifican, permitiendo una mayor resistencia a la fatiga. Asimismo, el corazón logra mayor vigor y la grasa de su entorno se reduce, alcanzándose una superior eficiencia y economía de esfuerzo en cada latido. Además, como lo han demostrado varias investigaciones, el potencial cognitivo del sujeto se incrementa, mejora la capacidad de aprendizaje y se adquiere un estado de bienestar mental al segregar endorfinas, las famosas hormonas de la felicidad, causantes de combatir eficazmente la depresión.

Si las estadísticas nos ubican en los primeros lugares en sobrepeso y obesidad, cuando el sedentarismo y la mala alimentación afectan negativamente la salud, desempeño y conducta de tantos seres humanos, un proyecto de vida impostergable debiera enfocarse hacia el objetivo de arraigar y fortalecer en cada uno de nosotros el hábito del ejercicio y de la práctica deportiva.