/ viernes 14 de mayo de 2021

Pensamiento Universitario | Gatopardismo en la UAEM

Por fin, hoy viernes 14 de mayo concluye un periodo más de oscurantismo en la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM). Termina otra pésima administración, cuyo desempeño corrobora la urgente necesidad de eliminar ese lastre histórico de la simulación y el abuso.

La llegada de los cartones académicos a los altos puestos directivos de nada ha servido, y lejos han quedado de contribuir con proyectos de vanguardia en favor de las funciones sustantivas de la institución. Por el contrario, sus formas de actuar se reflejan en estancamiento y retroceso en temas importantes, aunque también en el deplorable empleo de los recursos, según los demuestran los bien conocidos casos de la “estafa maestra”, los adeudos al Issemym y las licitaciones con dedicatoria especial a socios y parentela, entre muchos otros.

Con tantos errores el viejo modelo se ha debilitado y pierde credibilidad, pues además se padece la imposición de gente inepta y soberbia en los niveles de mando, y las malas decisiones se manifiestan con mayor intensidad en estos tiempos de pandemia. En consecuencia, era el momento de impulsar modificaciones de fondo, estimulando la cultura democrática de una comunidad en buena parte cansada de la mediocridad, decidida a impedir que su futuro quede nuevamente en manos de burócratas aprendices del trabajo formativo de calidad.

Sin embargo, después de que la respectiva convocatoria dio lugar al registro de tres aspirantes, dos de ellos decidieron declinar durante el proceso en favor del elegido, con argumentos verdaderamente ofensivos a la inteligencia, donde no faltó el gastado cuento de sumarse al mejor programa y sacrificar sus grandes ideales en beneficio de la Universidad. En el colmo de la burla, todavía se les ocurrió a los autores de la comedia pedir a los tres sectores participar en la auscultación cuantitativa “para la elección de rector”, los pasados días 11 y 12 de mayo, insistiendo en pisotear dignidades con tal de presumir la legitimidad del dedazo.

Así las cosas, se exhibe en la UAEM un simple escenario de “gatopardismo”; una estrategia de simulacro y embuste aplicada por los grupos de poder, encauzada a organizar y promover el cambio solamente en lo superficial, pues el objetivo es procurar que todo siga igual, en analogía al término de la novela del autor italiano Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Es decir, evitar la modificación sustancial del sistema, en favor de una estructura obsoleta y mendaz, empeñada en perpetuar los privilegios de la minoría dominante.

Se nos presenta entonces un reto obvio, con respecto a no dejar a la histórica casa de estudios víctima de los nuevos gatopardos de la educación. No soportar ya engaños ni falsedades, y mucho menos el desinterés de la élite en cuanto a orientar los esfuerzos hacia una autonomía ejemplar, con metas concretas y caminos ciertos.

Las prácticas de presión son indispensables si queremos lograr una transformación efectiva, empezando por exigir desde la designación de funcionarios realmente preparados y éticos, hasta el uso honesto, racional y transparente del presupuesto. La denuncia de irregularidades en cualquier ámbito es indispensable, como también erradicar los absurdos usos y costumbres de la sumisión y del reconocimiento a investiduras sin mérito.

La reforma es obligada, ante la urgente necesidad de crear un proyecto moderno e innovador, capaz de corregir las tantas deficiencias que hoy en día obstaculizan el avance de nuestra alma mater.

Por fin, hoy viernes 14 de mayo concluye un periodo más de oscurantismo en la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM). Termina otra pésima administración, cuyo desempeño corrobora la urgente necesidad de eliminar ese lastre histórico de la simulación y el abuso.

La llegada de los cartones académicos a los altos puestos directivos de nada ha servido, y lejos han quedado de contribuir con proyectos de vanguardia en favor de las funciones sustantivas de la institución. Por el contrario, sus formas de actuar se reflejan en estancamiento y retroceso en temas importantes, aunque también en el deplorable empleo de los recursos, según los demuestran los bien conocidos casos de la “estafa maestra”, los adeudos al Issemym y las licitaciones con dedicatoria especial a socios y parentela, entre muchos otros.

Con tantos errores el viejo modelo se ha debilitado y pierde credibilidad, pues además se padece la imposición de gente inepta y soberbia en los niveles de mando, y las malas decisiones se manifiestan con mayor intensidad en estos tiempos de pandemia. En consecuencia, era el momento de impulsar modificaciones de fondo, estimulando la cultura democrática de una comunidad en buena parte cansada de la mediocridad, decidida a impedir que su futuro quede nuevamente en manos de burócratas aprendices del trabajo formativo de calidad.

Sin embargo, después de que la respectiva convocatoria dio lugar al registro de tres aspirantes, dos de ellos decidieron declinar durante el proceso en favor del elegido, con argumentos verdaderamente ofensivos a la inteligencia, donde no faltó el gastado cuento de sumarse al mejor programa y sacrificar sus grandes ideales en beneficio de la Universidad. En el colmo de la burla, todavía se les ocurrió a los autores de la comedia pedir a los tres sectores participar en la auscultación cuantitativa “para la elección de rector”, los pasados días 11 y 12 de mayo, insistiendo en pisotear dignidades con tal de presumir la legitimidad del dedazo.

Así las cosas, se exhibe en la UAEM un simple escenario de “gatopardismo”; una estrategia de simulacro y embuste aplicada por los grupos de poder, encauzada a organizar y promover el cambio solamente en lo superficial, pues el objetivo es procurar que todo siga igual, en analogía al término de la novela del autor italiano Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Es decir, evitar la modificación sustancial del sistema, en favor de una estructura obsoleta y mendaz, empeñada en perpetuar los privilegios de la minoría dominante.

Se nos presenta entonces un reto obvio, con respecto a no dejar a la histórica casa de estudios víctima de los nuevos gatopardos de la educación. No soportar ya engaños ni falsedades, y mucho menos el desinterés de la élite en cuanto a orientar los esfuerzos hacia una autonomía ejemplar, con metas concretas y caminos ciertos.

Las prácticas de presión son indispensables si queremos lograr una transformación efectiva, empezando por exigir desde la designación de funcionarios realmente preparados y éticos, hasta el uso honesto, racional y transparente del presupuesto. La denuncia de irregularidades en cualquier ámbito es indispensable, como también erradicar los absurdos usos y costumbres de la sumisión y del reconocimiento a investiduras sin mérito.

La reforma es obligada, ante la urgente necesidad de crear un proyecto moderno e innovador, capaz de corregir las tantas deficiencias que hoy en día obstaculizan el avance de nuestra alma mater.