Como ocurre con la inmensa mayoría de las empresas nacionales, la de la construcción mantiene una crisis ya muy prolongada, al grado de acumular más de 20 meses de contracción, según se infiere de los datos publicados por el Inegi.
Aunque la tendencia negativa se incrementa ahora a causa de la pandemia, la situación ha empeorado debido a las pésimas formas de conducir al país, donde el dogmatismo ideológico y la cerrazón se oponen a implementar medidas efectivas, tendientes a reactivar la economía, proteger el empleo y darle el apoyo necesario a la planta productiva.
Una evidencia de esto se tiene en la enésima ocurrencia presidencial, al proponer la entrega de créditos de vivienda de interés social directamente del gobierno a los trabajadores, y sean éstos los encargados de autoconstruir sus casas. La justificación de semejante idea es combatir la corrupción, pues dice el señor que así se evitará que los desarrolladores se queden con la mitad del crédito, haciendo malas edificaciones, y además ya no se usará de pretexto eso de la falta de conocimientos técnicos del pueblo bueno y sabio, para recurrir a la asesoría de ingenieros y arquitectos.
Salvo algunos tibios y medrosos comentarios, las agrupaciones de profesionales del ramo han permanecido con su típica actitud pasiva, sin atreverse a desmentir a quien se considera todólogo y dueño de la verdad absoluta.
Ciertamente, en esta área también han existido casos de deshonestidad, siempre al amparo de autoridades sin escrúpulos, y numerosos ejemplos se tienen aquí, en la entidad mexiquense, donde la bien conocida gente del poder político y económico se ha cansado de llenarse los bolsillos con la especulación de terrenos y la venta de desarrollos inmobiliarios pésimos, cuya autoría debiera merecer, al menos, cadena perpetua.
Sin embargo, con todo y estas muestras de estafa y terrible impunidad, nadie tiene derecho a generalizar, ni poner en entredicho la honorabilidad y preparación de muchos expertos en la materia. Por otra parte, y si bien en su mayoría se compone de micro, pequeñas y medianas empresas, el sector genera millones de empleos, paga impuestos y contribuye con un porcentaje significativo del PIB nacional.
La edificación de vivienda es una actividad sumamente especializada, y sólo la pueden realizar de manera apropiada quienes se dedican profesionalmente a ello. Con el apoyo de reglamentos y códigos actualizados, los procedimientos racionales de proyecto y diseño estructural, aunado a la correcta supervisión, permiten optimizar las cantidades de material utilizado, le dan a la obra la resistencia adecuada en condiciones de servicio y disminuyen los factores de riesgo involucrados, como en el caso de sismos.
Comúnmente, los defectos de la autoconstrucción se identifican en una larga lista, donde se incluyen desde la falta de diseño y mínima planeación, hasta el tema de la economía y los productos inseguros y poco funcionales, lo cual a la larga puede resultar más dañino a los trabajadores y sus familias. Por eso, es absurdo empeñarse en este tipo de acciones, cuya única finalidad es disfrazarse de gran bienhechor, al dar el dinero en forma directa y abusar de la ignorancia y buena fe de los legítimos beneficiarios.
