/ viernes 17 de julio de 2020

Pensamiento Universitario | La ética en la UAEM

Por unanimidad, el Consejo Universitario de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM) aprobó en días pasados un nuevo programa, denominado “Innovación y formación ética y educación”. Según lo declarado por las autoridades, a partir del próximo ciclo escolar su carácter será obligatorio en todos los niveles educativos, y al dotarlo de una visión transversal la institución asume la formación ética con mayor responsabilidad, así como el desarrollo de virtudes individuales y ciudadanas en los universitarios, particularmente en los sectores docente y administrativo.

Aunque la decisión poco tiene de novedosa, y más bien se suma a los esfuerzos por mejorar la deteriorada imagen de la actual administración, siempre será útil reforzar la citada asignatura mediante su estudio y sistematización, tomando en cuenta su influencia en lo favorable de las actitudes y la conducta de las personas. Sin embargo, al tratar este tema también es importante hablar de la moral, entendida como el conjunto de normas, principios y valores que deben regir el comportamiento de la comunidad, ante el compromiso de dignificar los conceptos de pertenencia e identidad universitaria.

Aparte de su aprendizaje teórico, la práctica de estas materias es indispensable entre los distintos sectores, si realmente se desea establecer pactos de honradez, a partir de modificar actitudes y someterse a la autoridad de la razón, como vía hacia la verdad. Es decir, actuar de manera libre en defensa de los ideales y las causas justas de la institución, y no ser dominados por la apatía, el desinterés y la sumisión.

Si revisamos la historia, surge la evidencia de que la falta de ética ha llevado a la UAEM a situaciones difíciles, al resentir el efecto deshonroso de muchos actos, la mayoría de ellos impune, en gran parte debido a la ineptitud o complicidad oficial. Para muestra, ahí están la famosa “Estafa maestra” y los adeudos millonarios al ISSEMyM; los costos en obras y servicios; la simulación en lo académico al amparo de cartones sin mérito, y los hechos de presunto acoso sexual de donde se derivaron las protestas y denuncias estudiantiles de hace unos meses.

Por eso y más, es imperativo el cambio de rumbo; enfrentar el reto de corregir desviaciones a través de un marco legal efectivo, aunado a la conversión de los principios y valores universales en esa fuerza transformadora capaz de depurar la coexistencia grupal e institucional. De inicio, es obvia la necesidad de perfeccionar los procesos de elección de los liderazgos, de tal manera que esas funciones las desempeñen profesionales íntegros y altamente calificados, cuya carta de vida personal contribuya al prestigio de nuestra histórica alma mater.

Si queremos un México mejor un factor prioritario debe ser la estricta selección de funcionarios, a fin de garantizar el compromiso de trabajar por la excelencia, y en este tema esmerarse en formar egresados competentes, éticos, reflexivos e innovadores, dispuestos a construir una sociedad más libre, solidaria y progresista. Educar es la principal misión de la Universidad, y la tarea no puede quedar en manos de burócratas o gente improvisada, pues un país mal educado no tiene futuro y solo le espera un triste porvenir.

Por unanimidad, el Consejo Universitario de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM) aprobó en días pasados un nuevo programa, denominado “Innovación y formación ética y educación”. Según lo declarado por las autoridades, a partir del próximo ciclo escolar su carácter será obligatorio en todos los niveles educativos, y al dotarlo de una visión transversal la institución asume la formación ética con mayor responsabilidad, así como el desarrollo de virtudes individuales y ciudadanas en los universitarios, particularmente en los sectores docente y administrativo.

Aunque la decisión poco tiene de novedosa, y más bien se suma a los esfuerzos por mejorar la deteriorada imagen de la actual administración, siempre será útil reforzar la citada asignatura mediante su estudio y sistematización, tomando en cuenta su influencia en lo favorable de las actitudes y la conducta de las personas. Sin embargo, al tratar este tema también es importante hablar de la moral, entendida como el conjunto de normas, principios y valores que deben regir el comportamiento de la comunidad, ante el compromiso de dignificar los conceptos de pertenencia e identidad universitaria.

Aparte de su aprendizaje teórico, la práctica de estas materias es indispensable entre los distintos sectores, si realmente se desea establecer pactos de honradez, a partir de modificar actitudes y someterse a la autoridad de la razón, como vía hacia la verdad. Es decir, actuar de manera libre en defensa de los ideales y las causas justas de la institución, y no ser dominados por la apatía, el desinterés y la sumisión.

Si revisamos la historia, surge la evidencia de que la falta de ética ha llevado a la UAEM a situaciones difíciles, al resentir el efecto deshonroso de muchos actos, la mayoría de ellos impune, en gran parte debido a la ineptitud o complicidad oficial. Para muestra, ahí están la famosa “Estafa maestra” y los adeudos millonarios al ISSEMyM; los costos en obras y servicios; la simulación en lo académico al amparo de cartones sin mérito, y los hechos de presunto acoso sexual de donde se derivaron las protestas y denuncias estudiantiles de hace unos meses.

Por eso y más, es imperativo el cambio de rumbo; enfrentar el reto de corregir desviaciones a través de un marco legal efectivo, aunado a la conversión de los principios y valores universales en esa fuerza transformadora capaz de depurar la coexistencia grupal e institucional. De inicio, es obvia la necesidad de perfeccionar los procesos de elección de los liderazgos, de tal manera que esas funciones las desempeñen profesionales íntegros y altamente calificados, cuya carta de vida personal contribuya al prestigio de nuestra histórica alma mater.

Si queremos un México mejor un factor prioritario debe ser la estricta selección de funcionarios, a fin de garantizar el compromiso de trabajar por la excelencia, y en este tema esmerarse en formar egresados competentes, éticos, reflexivos e innovadores, dispuestos a construir una sociedad más libre, solidaria y progresista. Educar es la principal misión de la Universidad, y la tarea no puede quedar en manos de burócratas o gente improvisada, pues un país mal educado no tiene futuro y solo le espera un triste porvenir.