/ viernes 4 de junio de 2021

Pensamiento Universitario | La jornada electoral

Las elecciones constituyen el intento formal de las comunidades por abrirle la puerta a la democracia. Su importancia radica en la posibilidad de designar libremente a los gobernantes, con la finalidad de tener mejores formas de representación.

En un ambiente de violencia física y verbal, el próximo domingo 6 de junio se realizarán los comicios más trascendentales en la historia reciente de nuestro país, con los cuales se renovarán 20,792 cargos públicos, incluyendo los 500 Diputados de nivel federal, 15 gobernadores, 30 congresos locales, 1,926 presidencias municipales en 29 estados y las 16 alcaldías de la Ciudad de México.

Ante esta situación, es obligado exigir a las respectivas autoridades las garantías necesarias, si se desea llevar a cabo el proceso de manera segura, apegado a la legalidad y sin permitir la deformación del ejercicio, no solo a causa de la inseguridad, sino también por los reiterados actos de coacción y compra de votos. Sin duda, la gente de los partidos políticos se encuentra preocupada por lograr triunfos legítimos, pues a las condiciones sanitarias impuestas por la pandemia se suman las campañas sin mérito y el desprestigio de muchos de los candidatos, mujeres y hombres, caracterizados por la ignorancia, la vulgaridad y una ética muy cuestionable.

En el panorama nacional la prioridad de un cambio radical es obvia. La corrección del desastre demanda seleccionar legisladores y gobiernos honestos y preparados, con la capacidad indispensable para enfrentar y revertir una realidad bastante complicada y lastimosa en un sinnúmero de temas. La sustitución de liderazgos debe ir en contra del continuismo de un régimen que combate libertades y fomenta la sumisión, la renuncia al honor y la conducta de focas aplaudidoras y tapetes del poderoso.

Por supuesto, lograr esta reforma depende de varios factores, entre ellos el de tener una ciudadanía activa, crítica e independiente, decidida a modificar el estado actual de cosas, mediante una participación seria y bien informada. Asimismo, es imprescindible el desempeño firme e imparcial de los organismos electorales, de tal manera que su credibilidad se vea fortalecida a partir de una inquebrantable convicción de servicio a la democracia, y jamás apegarse a la línea de complicidades, al permitirle a los caciques y grupos dominantes imponer sus intereses por la vía de traficar con las necesidades de quienes poco o nada tienen.

Condiciones tan complejas requieren de soluciones idóneas, y eso implica elegir servidores públicos de calidad, con la experiencia y cualidades suficientes para reformar esquemas y hacerlos compatibles con las nuevas realidades. Seguir dependiendo de políticos ineptos, especialistas en la retórica de la fantasía, es perpetuar la mediocridad y condenarnos a un futuro de más frustración y retroceso, donde la única beneficiada es la simulación hecha gobierno.

Llega ahora el momento de tomar conciencia de la situación, de cumplir cabalmente con la misión de salvamento y construir un contrapeso efectivo a las malas decisiones y los afanes absolutistas. La próxima jornada electoral nos demanda actuar con dignidad, valorarnos como ciudadanos pensantes y participativos, dispuestos a negar el poder a candidatos incapaces de instaurar la nación que merecemos.

Es nuestra responsabilidad emitir un voto razonado y darle así un sentido inverso a este escenario de caos y destrucción.

Las elecciones constituyen el intento formal de las comunidades por abrirle la puerta a la democracia. Su importancia radica en la posibilidad de designar libremente a los gobernantes, con la finalidad de tener mejores formas de representación.

En un ambiente de violencia física y verbal, el próximo domingo 6 de junio se realizarán los comicios más trascendentales en la historia reciente de nuestro país, con los cuales se renovarán 20,792 cargos públicos, incluyendo los 500 Diputados de nivel federal, 15 gobernadores, 30 congresos locales, 1,926 presidencias municipales en 29 estados y las 16 alcaldías de la Ciudad de México.

Ante esta situación, es obligado exigir a las respectivas autoridades las garantías necesarias, si se desea llevar a cabo el proceso de manera segura, apegado a la legalidad y sin permitir la deformación del ejercicio, no solo a causa de la inseguridad, sino también por los reiterados actos de coacción y compra de votos. Sin duda, la gente de los partidos políticos se encuentra preocupada por lograr triunfos legítimos, pues a las condiciones sanitarias impuestas por la pandemia se suman las campañas sin mérito y el desprestigio de muchos de los candidatos, mujeres y hombres, caracterizados por la ignorancia, la vulgaridad y una ética muy cuestionable.

En el panorama nacional la prioridad de un cambio radical es obvia. La corrección del desastre demanda seleccionar legisladores y gobiernos honestos y preparados, con la capacidad indispensable para enfrentar y revertir una realidad bastante complicada y lastimosa en un sinnúmero de temas. La sustitución de liderazgos debe ir en contra del continuismo de un régimen que combate libertades y fomenta la sumisión, la renuncia al honor y la conducta de focas aplaudidoras y tapetes del poderoso.

Por supuesto, lograr esta reforma depende de varios factores, entre ellos el de tener una ciudadanía activa, crítica e independiente, decidida a modificar el estado actual de cosas, mediante una participación seria y bien informada. Asimismo, es imprescindible el desempeño firme e imparcial de los organismos electorales, de tal manera que su credibilidad se vea fortalecida a partir de una inquebrantable convicción de servicio a la democracia, y jamás apegarse a la línea de complicidades, al permitirle a los caciques y grupos dominantes imponer sus intereses por la vía de traficar con las necesidades de quienes poco o nada tienen.

Condiciones tan complejas requieren de soluciones idóneas, y eso implica elegir servidores públicos de calidad, con la experiencia y cualidades suficientes para reformar esquemas y hacerlos compatibles con las nuevas realidades. Seguir dependiendo de políticos ineptos, especialistas en la retórica de la fantasía, es perpetuar la mediocridad y condenarnos a un futuro de más frustración y retroceso, donde la única beneficiada es la simulación hecha gobierno.

Llega ahora el momento de tomar conciencia de la situación, de cumplir cabalmente con la misión de salvamento y construir un contrapeso efectivo a las malas decisiones y los afanes absolutistas. La próxima jornada electoral nos demanda actuar con dignidad, valorarnos como ciudadanos pensantes y participativos, dispuestos a negar el poder a candidatos incapaces de instaurar la nación que merecemos.

Es nuestra responsabilidad emitir un voto razonado y darle así un sentido inverso a este escenario de caos y destrucción.