/ viernes 8 de octubre de 2021

Pensamiento Universitario | Las enseñanzas del 68

El 2 de octubre anterior se cumplieron 53 años de la matanza de estudiantes en Tlatelolco, en la Plaza de las Tres Culturas de la ciudad de México.

Como es costumbre, en muchos lugares se realizaron marchas y se guardó un minuto de silencio en homenaje a los caídos, con cánticos y consignas exigiendo justicia y castigo a los responsables. Alumnos de la UAEM hicieron lo propio, y en el parque Simón Bolívar de Toluca dieron lectura a un posicionamiento, en el cual reprocharon lo persistente de la represión en contra de quienes alzan la voz para defender sus derechos.

En uno más de los casos de intolerancia y autoritarismo gubernamental, aquel día una gran cantidad de jóvenes perdió la vida, bastantes resultaron lesionados y hubo numerosos detenidos y desaparecidos, cuando participaban en un mitin. Aunque el movimiento del 68 ha merecido diversas interpretaciones, donde se mezclan verdad, mentira e hipocresía, no será posible olvidar esa etapa tan dolorosa de nuestro pasado, cuya contribución permitió, entre otras cosas, conquistar libertades y desacralizar la imagen presidencial.

Sin embargo, es momento de entender que no se trata de salir cada año a las calles a repetir los gritos, y tampoco de buscar el protagonismo al querer salir en la foto y en la nota periodística, o incluso darse gusto con pintas al mobiliario urbano y ofensas a los elementos policiales. No, eso ya no puede aceptarse, pues sólo significa refugiarse en la condena de hechos no comprendidos, y de nada sirve si realmente se desea mantener vivo el recuerdo de los sacrificados esa noche y en esos días, al desafiar un régimen absolutista y represivo.

Ante el objetivo de aportarle a la construcción de un México distinto, el sector educativo, y particularmente los jóvenes, están obligados a informarse de la realidad del país, actuar con responsabilidad y enfocar las enseñanzas de aquella terrible experiencia hacia un compromiso renovado. La mejor manera de lograr el futuro deseado es cambiando el presente, y en ello la gente preparada puede desempeñar un papel importante, siempre y cuando sepa esclarecer la mente, ser universitarios dignos y ejercer una ciudadanía ejemplar.

Las consecuencias de tener una administración federal deficiente demandan acciones de protesta inmediatas, como de sobra lo justifica el muy lamentable manejo de la pandemia y el desabasto de medicamentos; los pésimos resultados en seguridad; la crisis económica, el mal ejercicio del gasto público y el aumento de la pobreza; los daños a la educación, la ciencia y la tecnología; el derroche en los programas electoreros y la destrucción de los organismos autónomos, más una serie de mentiras, ocurrencias y caprichos encauzados a prohibir el desarrollo nacional y oficializar su retroceso. Para colmo, la polarización se incrementa, alentada todas las mañanas mediante una estrategia de ofensas y descalificaciones a quienes se continúa acusando de conservadores, neoliberales, mafia del poder, fifís, “aspiracionistas” y enemigos de la burla esa de la cuarta transformación.

Por eso, si se ha de honrar la memoria de las personas fallecidas a causa de la irresponsabilidad del Estado y guardarles un minuto de silencio, es cobardía ignorar en esto la pérdida de los niños con cáncer y las víctimas del virus asesino y de la violencia, como lo es también no estar dispuestos a organizarse y luchar contra los errores cometidos por los gobiernos nefastos, exponentes distinguidos de una clase política cínica, prepotente y corrupta, en su mayoría igual o peor que los anteriores.

El 2 de octubre anterior se cumplieron 53 años de la matanza de estudiantes en Tlatelolco, en la Plaza de las Tres Culturas de la ciudad de México.

Como es costumbre, en muchos lugares se realizaron marchas y se guardó un minuto de silencio en homenaje a los caídos, con cánticos y consignas exigiendo justicia y castigo a los responsables. Alumnos de la UAEM hicieron lo propio, y en el parque Simón Bolívar de Toluca dieron lectura a un posicionamiento, en el cual reprocharon lo persistente de la represión en contra de quienes alzan la voz para defender sus derechos.

En uno más de los casos de intolerancia y autoritarismo gubernamental, aquel día una gran cantidad de jóvenes perdió la vida, bastantes resultaron lesionados y hubo numerosos detenidos y desaparecidos, cuando participaban en un mitin. Aunque el movimiento del 68 ha merecido diversas interpretaciones, donde se mezclan verdad, mentira e hipocresía, no será posible olvidar esa etapa tan dolorosa de nuestro pasado, cuya contribución permitió, entre otras cosas, conquistar libertades y desacralizar la imagen presidencial.

Sin embargo, es momento de entender que no se trata de salir cada año a las calles a repetir los gritos, y tampoco de buscar el protagonismo al querer salir en la foto y en la nota periodística, o incluso darse gusto con pintas al mobiliario urbano y ofensas a los elementos policiales. No, eso ya no puede aceptarse, pues sólo significa refugiarse en la condena de hechos no comprendidos, y de nada sirve si realmente se desea mantener vivo el recuerdo de los sacrificados esa noche y en esos días, al desafiar un régimen absolutista y represivo.

Ante el objetivo de aportarle a la construcción de un México distinto, el sector educativo, y particularmente los jóvenes, están obligados a informarse de la realidad del país, actuar con responsabilidad y enfocar las enseñanzas de aquella terrible experiencia hacia un compromiso renovado. La mejor manera de lograr el futuro deseado es cambiando el presente, y en ello la gente preparada puede desempeñar un papel importante, siempre y cuando sepa esclarecer la mente, ser universitarios dignos y ejercer una ciudadanía ejemplar.

Las consecuencias de tener una administración federal deficiente demandan acciones de protesta inmediatas, como de sobra lo justifica el muy lamentable manejo de la pandemia y el desabasto de medicamentos; los pésimos resultados en seguridad; la crisis económica, el mal ejercicio del gasto público y el aumento de la pobreza; los daños a la educación, la ciencia y la tecnología; el derroche en los programas electoreros y la destrucción de los organismos autónomos, más una serie de mentiras, ocurrencias y caprichos encauzados a prohibir el desarrollo nacional y oficializar su retroceso. Para colmo, la polarización se incrementa, alentada todas las mañanas mediante una estrategia de ofensas y descalificaciones a quienes se continúa acusando de conservadores, neoliberales, mafia del poder, fifís, “aspiracionistas” y enemigos de la burla esa de la cuarta transformación.

Por eso, si se ha de honrar la memoria de las personas fallecidas a causa de la irresponsabilidad del Estado y guardarles un minuto de silencio, es cobardía ignorar en esto la pérdida de los niños con cáncer y las víctimas del virus asesino y de la violencia, como lo es también no estar dispuestos a organizarse y luchar contra los errores cometidos por los gobiernos nefastos, exponentes distinguidos de una clase política cínica, prepotente y corrupta, en su mayoría igual o peor que los anteriores.