/ viernes 16 de julio de 2021

Pensamiento Universitario | Libros gratuitos en la UAEM

En días pasados, estudiantes de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM) entregaron a sus autoridades un pliego petitorio, donde demandan la gratuidad de los libros de texto, específicamente del nivel medio superior. Según la nota publicada en este diario, a la manifestación acudieron algunas madres de familia, quienes pidieron al rector considerar la situación económica ocasionada por la pandemia y apoyar al alumnado, a fin de evitar la deserción escolar.

Esta petición la habían hecho los jóvenes desde principios de junio, exigiendo además no condicionar la calificación de ciertas asignaturas a la compra de ese material y eliminar la serie de errores identificados en los contenidos. La burocracia mayor guardó silencio e hizo caso omiso de una solicitud a todas luces justa.

Sin duda, el asunto de las mal llamadas antologías es algo que se debió revisar y reformar desde hace tiempo, debido a lo elevado de su costo, la redacción deficiente y lo equivocado de varios conceptos, al tratarse, en no pocos casos, de simples recopilaciones de artículos o volúmenes de otros autores, hechas por el brillante claustro doctoral enfermo de “puntitis”. Asimismo, está la decisión de hacerlas obligatorias, amparándose en los acuerdos de las diferentes academias, con lo cual ciertos docentes irresponsables y sin mérito limitan el ejercicio de su encomienda a copiar el librito, o a dejar su lectura de tarea a los indefensos alumnos.

En momentos especialmente sensibles y de alta complejidad, sería deseable esperar de los liderazgos de la UAEM una reacción solidaria y oportuna, orientada a brindar la máxima ayuda posible a los integrantes de la comunidad, con el objetivo de superar el enorme desafío impuesto por la pandemia. Obviamente, ningún alumno debiera verse afectado en su progreso académico y formativo, y mucho menos negarles el acceso a los libros, tomando en cuenta lo vulnerable de la mayoría de las familias en el tema monetario.

Sin embargo, lejos han quedado las dos últimas administraciones para enfrentar satisfactoriamente el reto, al no reaccionar en forma adecuada y no ser capaces de potenciar una red de apoyo integral, encauzada a adecuar y mejorar las actividades en línea, a través de ampliar y focalizar las políticas de gestión. Desde luego, el asunto de los recursos no puede ser un impedimento, pues la Universidad, desde marzo del año pasado, ha dejado de gastar cientos de millones de pesos en los conceptos de mantenimiento, Internet, energía eléctrica, agua potable y muchos más.

Por otra parte, si se trata de cuidar y fortalecer el patrimonio de la UAEM es obligado empezar por corregir dos de los absurdos: uno, el aumento desproporcionado de la estructura burocrática en la administración central y en los demás espacios universitarios, incluso incurriendo en duplicidad de funciones. Semejante situación debe modificarse, reducir el número de toda esa gente improductiva y bien remunerada, y así anular el fuerte impacto en los presupuestos.

También, es imperativo proceder a una disminución de los sueldos y prestaciones de la alta jerarquía, no sólo como una medida tendiente a erradicar excesos, sino en estricta justicia a los bajos niveles del desempeño mostrado. En estos tiempos de crisis, cuando a la institución le han endilgado una herencia financiera bastante mala y la comunidad vive en la angustia, nada justifica continuar con ese gasto irracional causado por una clase inepta y vanidosa, acostumbrada a disponer impunemente del dinero del pueblo.

En días pasados, estudiantes de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM) entregaron a sus autoridades un pliego petitorio, donde demandan la gratuidad de los libros de texto, específicamente del nivel medio superior. Según la nota publicada en este diario, a la manifestación acudieron algunas madres de familia, quienes pidieron al rector considerar la situación económica ocasionada por la pandemia y apoyar al alumnado, a fin de evitar la deserción escolar.

Esta petición la habían hecho los jóvenes desde principios de junio, exigiendo además no condicionar la calificación de ciertas asignaturas a la compra de ese material y eliminar la serie de errores identificados en los contenidos. La burocracia mayor guardó silencio e hizo caso omiso de una solicitud a todas luces justa.

Sin duda, el asunto de las mal llamadas antologías es algo que se debió revisar y reformar desde hace tiempo, debido a lo elevado de su costo, la redacción deficiente y lo equivocado de varios conceptos, al tratarse, en no pocos casos, de simples recopilaciones de artículos o volúmenes de otros autores, hechas por el brillante claustro doctoral enfermo de “puntitis”. Asimismo, está la decisión de hacerlas obligatorias, amparándose en los acuerdos de las diferentes academias, con lo cual ciertos docentes irresponsables y sin mérito limitan el ejercicio de su encomienda a copiar el librito, o a dejar su lectura de tarea a los indefensos alumnos.

En momentos especialmente sensibles y de alta complejidad, sería deseable esperar de los liderazgos de la UAEM una reacción solidaria y oportuna, orientada a brindar la máxima ayuda posible a los integrantes de la comunidad, con el objetivo de superar el enorme desafío impuesto por la pandemia. Obviamente, ningún alumno debiera verse afectado en su progreso académico y formativo, y mucho menos negarles el acceso a los libros, tomando en cuenta lo vulnerable de la mayoría de las familias en el tema monetario.

Sin embargo, lejos han quedado las dos últimas administraciones para enfrentar satisfactoriamente el reto, al no reaccionar en forma adecuada y no ser capaces de potenciar una red de apoyo integral, encauzada a adecuar y mejorar las actividades en línea, a través de ampliar y focalizar las políticas de gestión. Desde luego, el asunto de los recursos no puede ser un impedimento, pues la Universidad, desde marzo del año pasado, ha dejado de gastar cientos de millones de pesos en los conceptos de mantenimiento, Internet, energía eléctrica, agua potable y muchos más.

Por otra parte, si se trata de cuidar y fortalecer el patrimonio de la UAEM es obligado empezar por corregir dos de los absurdos: uno, el aumento desproporcionado de la estructura burocrática en la administración central y en los demás espacios universitarios, incluso incurriendo en duplicidad de funciones. Semejante situación debe modificarse, reducir el número de toda esa gente improductiva y bien remunerada, y así anular el fuerte impacto en los presupuestos.

También, es imperativo proceder a una disminución de los sueldos y prestaciones de la alta jerarquía, no sólo como una medida tendiente a erradicar excesos, sino en estricta justicia a los bajos niveles del desempeño mostrado. En estos tiempos de crisis, cuando a la institución le han endilgado una herencia financiera bastante mala y la comunidad vive en la angustia, nada justifica continuar con ese gasto irracional causado por una clase inepta y vanidosa, acostumbrada a disponer impunemente del dinero del pueblo.