Trumpismo es como yo defino a todas las acciones realizadas por un hombre que, de ser hijo y nieto de inmigrantes, pasó a ser un empresario, luego un showman y ahora intenta ser presidente, pero pareciera que ha hecho de la política un show business.
A un año de su toma de protesta nos encontramos, como comunidad internacional, sorprendidos, decepcionados y con la gran incertidumbre diaria, sobre qué nuevo tuit posteará o qué nueva declaración hará para perjudicar el statu quo de todos los países.
Su ignorancia en materia de política interna, política exterior y ni se diga de política internacional ha llevado a su país a ser el protagonista de conflictos diplomáticos. No esperábamos que fuera una revelación mundial en materia política, pero creíamos que, por su experiencia empresarial, resultaría menos peor que el empresario vuelto político que nos gobernó en el año 2000.
No sólo se la ha pasado amenazando -durante estos 12 meses- a Corea del Norte, sino que además ha puesto en riesgo la economía exportadora de su país, la de Canadá y la de México ante esta disfrazada modernización del TLCAN, que en realidad ha resultado ser una negociación de un nuevo tratado comercial. Mientras habló pestes de China por ser el país con quien más tienen su déficit comercial, luego celebró los acuerdos de cooperación con dicho país asiático. ¿Así o más incongruente? A todo esto llamo “Trumpismo”. No puedo decir que es una filosofía o un estilo de vida porque no alcanza ni siquiera para eso. Pero sí puedo decir que es un conjunto de pensamientos retrógrados llevados a la escena mundial donde ocasiona problemas y no propone soluciones a conflictos globales. Muestra de lo anterior es el tema de diciembre pasado sobre el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel. Es cierto que cada país puede poner a su embajada donde se le plazca, pero lo que no puede es violar el derecho internacional y peor aún, castigar a los países que no estén de acuerdo con él. Y si vamos más lejos, llama a los países africanos de manera despectiva por el tema de inmigración.
¿Dónde queda el respeto entre los países? Y más aún… ¿dónde queda la paz internacional por la que tanto Estados Unidos alegó en el año de 1945 para crear las Naciones Unidas?
Hoy tenemos una bandera de colores azul, rojo y estrellas blancas que en automático se nos viene una imagen que, aunque no representa al 100% de su pueblo, es una imagen desagradable que proyecta lo que ha cultivado: discriminación, xenofobia, racismo, clasismo, sexismo, misoginia, entre otros sustantivos.
Y pensar que aún nos faltan tres años y que tiene seguidores suficientes como para una reelección, lo cual significaría que esta pesadilla se convertiría en siete años más, me pregunto… ¿qué candidato presidencial mexicano está capacitado para lidiar con alguien así? No encuentro la respuesta. ¿Ustedes?
Coordinadora Licenciatura en Administración de Negocios Internacionales Departamento de Estudios Empresariales
Universidad Iberoamericana
Experta en asuntos internacionales
aribelcontreras@ibero.mx
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