Caer en la red
El llamado gigante de las redes sociales, Facebook, está en serios apuros, pero seguramente saldrá adelante porque millones de seres alrededor del mundo ya no pueden vivir sin él.
El británico Mark Zuckerberg, creador de esta réplica electrónica del monstruoso Frankestein, pierde millones y millones de dólares en la bolsa de valores todos los días debido a que la Comisión de Valores de Estados Unidos ordenó abrir una investigación para saber qué fue exactamente lo que pasó cuando los datos de 50 millones de personas pasaron de los archivos de Facebook a los de Cambridge Analytica, empresa que los usó para propagar noticias falsas –“feak news”− en las elecciones presidenciales de varios países y contribuir al inesperado triunfo de Donald Trump.
Facebook surgió como una tentación irresistible para millones de personas y revolucionó las formas de comunicar y de hacer que una noticia, falsa o verdadera, se volviera “viral” en sólo unos segundos. Hoy se necesitan muchos ceros para calcular el número de usuarios que se mantienen día y noche en contacto con las redes y a través de ellas se informan y crean su idea personal del mundo.
Además, cualquier usuario puede “subir” el contenido de sus opiniones políticas o de cualquier otra materia y esto preocupa en gran medida a gobiernos y organizaciones públicas como el INE –Instituto Nacional Electoral− que ha optado por firmar contratos con las redes sociales para que le ayuden a combatir las noticias falsas que lo denigran y que pueden influir en el resultado de las elecciones 2018, calificadas como las más grandes de la historia en nuestro país.
¿En qué forma va a restaurarse la confianza perdida en Facebook y qué van a tener que hacer los organismos públicos para demostrar que el escandaloso robo de datos de que se culpa a Cambridge Analytica no les afectó en su información y que todos los datos que resguardan siguen estando protegidos y blindados contra cualquier clase de manipulación?
Zuckerberg ofrece disculpas todos los días en la prensa de su país, reconoce que hubo saqueo de información y llega al punto de aceptar: “Tenemos una responsabilidad: proteger los datos. Si no lo logramos, no los merecemos”.
Y los millones de usuarios que confiadamente proporcionaron sus datos personales, de manera espontánea o a través de encuestas de personalidad, ¿van a perdonar el agravio de encontrarse hoy expuestos como en prendas íntimas dentro de una enorme vitrina electrónica?
Seguramente sí. Ya las personas están acostumbradas y hasta han desarrollado una especie de manía en torno a las revelaciones cotidianas de las redes sociales, trátese de los buenos días de los amigos o del último manotazo sobre la mesa de Donald Trump.