¿Esgrima o boxeo?
En la medida en que la elección presidencial está cada día más próxima, el roce verbal entre candidatos se vuelve ríspido y violento. Ya no cuidan las formas ni las palabras. Los tres candidatos apoyados por coaliciones –López Obrador, Anaya y Meade− están subiendo de intensidad los colores de su discurso, mientras que del cuarto –que es candidato sin partido− nadie se ocupa. Será que piensan como el poeta persa Omar Khayyam: ¿Quién hace caso de un tambor distante?
Durante el debate del domingo pasado salieron a relucir algunas propuestas, brevemente esbozadas, pero los insultos personales las desplazaron en la atención del público.
Los reporteros de la fuente tuvieron la paciencia de ensartarlas en un hilo de collar para presentarlas en sus crónicas.
He aquí algunos de los epítetos que se lanzaron como dardos envenenados: canallita, farsante, cínico, mentiroso, hipócrita, carterista y corrupto, por mencionar sólo algunos. Los tres candidatos principales participaron en la reyerta, de manera que lo que pudo haber sido un diálogo ingenioso, punzante, cargado de ironías, como el juego de florete de un esgrimista, fino y elegante, se convirtió en un encuentro de fajadores de boxeo.
¿Qué necesidad había de utilizar agudezas y enmascarar las alusiones más violentas si todos en el ring estaban dispuestos a llamarle al pan, pan y al vino, vino?
Quizás lo hicieron para que todo el público entendiera lo que querían decir, pero al bajar tan abruptamente el nivel parecieron ignorar que este tipo de transmisiones goza también de una audiencia ilustrada que, si bien no esperaba discursos académicos, hubiera agradecido algunos toques de ingenio, elegancia e ironía.
Está claro que un debate electoral entre personas que están interesadas en obtener lo mismo –el máximo poder político de la nación− no puede tener la misma tersura de las guerras de confeti que organizaban los jóvenes toluqueños bajo los arcos de los Portales en el Carnaval y en las fiestas patrias, ni se puede comparar, en el tiempo y a la distancia, con la Revolución de Terciopelo de la ciudad de Praga, pero si se acepta que el intercambio de ofensas siga ocupando el lugar de las propuestas en la campaña por el voto, entonces lo que falta de aquí a julio va a seguir desarrollándose en el mismo tono, lo cual deja flotando desde hoy una duda razonable:
¿Qué se dirán en el tercer debate? ¿Seguirá adelante la vibrante pelea de boxeo o aparecerán, cuando ya nadie los espere, algunos rasgos de esgrima?
El boxeo es un deporte muy popular en México y, desde luego, es más fácil recordar a Joe Louis, por ejemplo, que al legendario poeta y espadachín Cyrano de Bergerac.