En plena sequía
El severo racionamiento de agua potable que padecen algunas colonias populares de la Ciudad de México y varios municipios del área conurbada podría alcanzar un punto crítico si esta semana no caen abundantes lluvias.
El origen del problema está en las fuentes, es decir, en el sistema hidráulico del Estado de México que durante décadas ha estado abastecimiento a la zona afectada y que esta vez registra el triste espectáculo de presas contaminadas y a medio llenar. Tanto la presa de Valle de Bravo como la de Villa Victoria no contienen el agua suficiente para cubrir las cuotas habituales de suministro al valle de México, de manera que las autoridades capitalinas han tenido que cerrar parcialmente las líneas de suministro debido a que ni están recibiendo agua suficiente ni la que llega tiene la presión necesaria para alcanzar las partes altas.
Los vecinos de la zona turística de Valle de Bravo habían hecho notar ya el fenómeno de baja de nivel de la presa y la contaminación que resulta de la proliferación de lirio acuático.
Sin embargo, las luces rojas comenzaron a encenderse cuando los vecinos de la Ciudad de México empezaron a quejarse de que el volumen que recibían no era el habitual, puesto que habían sido sometidos a un plan de racionamiento.
La Ciudad de México, que durante más de cien años ha tratado de calmar su sed perforando pozos y acelerando el hundimiento de su entorno –ahora con el compromiso del nuevo aeropuerto− y con agua que ha captado del Alto Lerma, del Sistema Cutzamala y de otros cuerpos de agua periféricos, se negó sistemáticamente en su momento a explorar otras fuentes de abastecimiento que le permitieran prever lo que hoy sucede de manera inevitable: el Estado de México no tiene más agua que enviarle.
Ahora mismo, la gran urbe está confiada en que la naturaleza acuda en su auxilio, la premie con una excelente temporada de lluvias y haga que las presas del Estado de México suban rápidamente de nivel para que grandes chorros de agua lleguen a una gran ciudad que, según se sabe, por deficiencias internas, desperdicia en fugas casi el 40 por ciento del líquido que recibe.
Si no lo hicieron en su oportunidad, ¿piensan hacerlo hoy? ¿De qué manera –y a qué costo− van a localizar fuentes alternas que les permitan, de manera permanente, evitar crisis de racionamiento, como la actual, sino cubrir también el rezago que vienen acumulando en la prestación de tan indispensable servicio y en el arreglo de su vieja red de distribución?
Las presas del Estado de México pueden ir de mal en peor…