Josué Mirlo
La Sociedad Cultural Josué Mirlo, encabezada por el abogado y notario Gabriel Ezeta Moll, inició el 10 de julio pasado un programa de actividades para difundir la obra del “poeta de Capulhuac” con motivo del cincuentenario de su muerte.
Genaro Robles Barrera –nombre verdadero de Mirlo− ha sido reconocido como uno de los poetas fundamentales del Estado de México en el siglo XX, pero la generación actual tiene escasas noticias de su vida y obra.
Nacido en Capulhuac el 10 de julio de 1901, desde joven mostró tener gran aptitud poética, ya que en 1919 publicó sus primeros versos y en 1923 fue proclamado ganador de los Juegos Florales de la Ciudad de México.
Tuvo en un momento la intención de estudiar medicina en la Ciudad de México, pero se inclinó finalmente por la docencia y la poesía.
En 1929 ingresó como catedrático al Instituto Científico y Literario –actualmente UAEM− y se relacionó con la Liga de Estudiantes del Estado de México contra el Imperialismo Yanqui, dirigida por Ladislao S. Badillo y Gabriel Luis Ezeta, quienes, inspirados en el centenario luctuoso de Simón Bolívar −1930− escribían artículos y lanzaban consignas contra la creciente expansión del capital norteamericano y sus inevitables efectos en América Latina.
Para la propagación de sus ideas bolivarianas, la Liga fundó una revista titulada “Génesis”, en la que el director era Gabriel Luis Ezeta y el responsable de la sección literaria el poeta Josué Mirlo. Aparecían artículos de estudiantes y profesores y transcripciones selectas de escritores comprometidos con la ideología de la época, que era el sueño panamericano.
Aunque “Génesis” era una revista independiente, pues subsistía por sus propios medios colocando anuncios y suscripciones entre amigos, comerciantes, profesionistas e intelectuales, su línea editorial atrajo muy pronto la animosidad de las autoridades, tanto escolares como civiles, contra Josué Mirlo, quien fue cesado en sus cátedras por el director del Instituto, Antonio Berumen Sein, medida que provocó una reacción inmediata en los estudiantes, quienes se declararon en huelga exigiendo la reinstalación del poeta.
Por aquellos días −1933− y con el fin de desalentar la huelga, circuló un manifiesto de profesores del Instituto dirigido “a los señores padres de familia y a la sociedad” en el que se apoyaba la destitución del catedrático y se instaba a los alumnos a reanudar clases. En el curso de aquel movimiento surgió por primera vez la demanda de autonomía para el Instituto, la cual habría de consumarse diez años después.
A consecuencia de la huelga, el director presentó su renuncia y el poeta-catedrático decidió volver a Capulhuac, en donde, dedicado a la docencia, falleció el 27 de diciembre de 1968, luego de perder gradualmente la audición y la vista.