A excepción del centro universitario Tenancingo, alojado en la antigua hacienda Guadalupe Victoria, los edificios que forman la planta física de la UAEM (Universidad Autónoma del Estado de México) no sufrieron daños a consecuencia de los sismos que no puedan ser reparados sin poner en riesgo la integridad de estudiantes y profesores.
Algunas instalaciones presentan daños menores, pero cuentan ya con un certificado de seguridad que las coloca en la categoría de las que pueden ser reparadas sin desalojarlas.
El edificio de Rectoría, uno de los más importantes de la ciudad, cuya construcción comenzó en 1833 entre las ruinas del antiguo Beaterio de Toluca, pero en reconstrucción total −pues nada hay en el inmueble actual que recuerde el hogar de las beatas carmelitas− sólo sufrió daño en la parte superior del primer torreón, en forma de grietas que están siendo evaluadas y tratadas por expertos en una área que temporalmente está fuera de servicio.
Aunque la construcción de ese edificio histórico comenzó en 1833, por expropiación del beaterio, el proyecto maestro fue diseñado en 1883 por el arquitecto José Luis Collazo Gutiérrez, enviado a Toluca por la Secretaría de Fomento del gobierno de Porfirio Díaz. Collazo pensó en un edificio de planta rectangular con torres en las esquinas y fachada corrida, es decir, el aspecto que presenta en la actualidad.
La parte dañada –esquina de Juárez e Instituto Literario−es conocida como primer torreón porque fue terminada hacia 1896, como parte de la fachada principal que se inauguró, todavía inconclusa, en 1900. La construcción siguió adelante y en 1909 entró en servicio el segundo torreón –Rayón e Instituto Literario− donde actualmente se encuentra el observatorio meteorológico.
Transcurrió casi un siglo antes de que se construyera, en el año 2000, el tercer torreón –Juárez y Gómez Farías− ya con técnicas, materiales y recursos de la ingeniería moderna. Finalmente, para dar fin al más largo proceso constructivo de la ciudad −180 años− en 2013 fue edificado el cuarto torreón –Rayón y Gómez Farías− y quedó completo el proyecto de Collazo, que fue el arquitecto, pero no el constructor, puesto que esa tarea quedó a cargo del competente ingeniero Anselmo Camacho, mítico personaje originario de Lerma que fue maestro de innumerables generaciones de alumnos del Instituto Científico y Literario en la temida asignatura de matemáticas.
La cronología del soberbio edificio, lugar de nacimiento de la Universidad actual, transcurre en tres siglos diferentes –XIX, XX y XXI− conforme son construidos los torreones, que son los que le dan carácter y aspecto de palacio europeo. El monumento a los Maestros, obra del escultor Ignacio Asúnsolo y del arquitecto Vicente Mendiola; la estatua de Ignacio M. Altamirano, frente al pórtico, esculpida por Juan Olaguíbel; el monumento a la Autonomía, de la plazuela oriente, obra de Leopoldo Flores y Gastón González; el emblemático árbol de la Mora, con más de 200 años, junto al cuarto torreón, y la estatua sedente de Benito Juárez, fundida en bronce por Víctor Gutiérrez, en el jardín neoclásico, enmarcan la imponente construcción, que está inscrita en el catálogo de monumentos históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Hoy, una de sus estructuras más sólidas, el primer torreón, está dañada por los efectos del terremoto del 19 de septiembre de 2017. Muchos años transcurridos se reflejan en las grietas que aparecieron en el muro superior.
Y como se trata de un bien fundamental del patrimonio urbano de Toluca, y en el presupuesto universitario no existe un fondo de desastres, es de esperarse que el gobernador Alfredo del Mazo Maza acuda al rescate de la UAEM, como lo ha hecho ya en otras partes del estado dañadas por el sismo, y le ofrezca el necesario apoyo para la restauración de sus instalaciones.