/ miércoles 27 de diciembre de 2017

Portaleando

En el calendario escolar de la Secretaría de Educación Pública, los siguientes dos años lectivos estarán dedicados a trabajar con los maestros de todo el país en el manejo de los contenidos programáticos del nuevo plan de estudios.

Como es sabido, la reforma educativa del sexenio llegó hasta el punto de haber elegido un nuevo modelo para los diferentes niveles de educación básica –preescolar, primaria y secundaria− basado en el principio de “aprender a aprender”.

Hoy no se habla de otra cosa en el medio educativo, pero aún no se conocen los temas y la metodología que harán posible que los alumnos del futuro, en vez de ser simples repetidores de lo que sus maestros les enseñan –es decir, lo que tradicionalmente se ha llamado “la lección”− sean capaces de aprender por sí mismos, bajo la guía de sus profesores, para que puedan seguir haciéndolo a lo largo de su vida, es decir, en todo momento y lugar y, sobre todo, de manera autónoma.

Lograr esto no va a ser fácil, sobre todo si los programas de antaño no lo contemplaban y si los maestros a cargo de la enseñanza con los nuevos métodos han sido formados con métodos anteriores. El autodidactismo con bases científicas que hoy se pretende alcanzar en todos los alumnos, desafortunadamente nunca ha estado en el centro de las prácticas escolares aunque eventualmente se le mencionara, casi de paso, en documentos programáticos y en investigaciones y estudios realizados en torno a los problemas de la educación. El modelo que se maneja actualmente en las aulas y en las reuniones de profesores, llamado Constructivismo, basado en las ideas del psicólogo suizo Jean Piaget y alentado por la Unión Europea en un documento que redactó, aunque no fuera exclusivamente de su autoría, el francés Jacques Delors, presidente de la comisión de expertos que estudió el tema, pretendió seguir esa ruta que conduce a la autoformación, como producto de la escolaridad, pero no llegó a echar raíces ni se aplicó de manera sistemática y exhaustiva en los planteles.

Esta teoría de los “cuatro pilares” de la educación enunciada por Delors y sus colegas es la que se pretende retomar en los nuevos programas, comenzando desde el diseño curricular, pero mejorada y enriquecida con nuevas aportaciones para ser colocada en el sitio de honor bajo un principio único y dominante: “aprender a aprender”.

La idea que hoy tienen en mente los especialistas es que una educación que no prepara para la vida, sino para los exámenes, que no permite al educando desarrollar habilidades y competencias para resolver problemas, convivir armoniosamente con sus semejantes y enfrentarse a la realidad sin entrar en estado de “shock”, en realidad no le sirve a nadie y debe ser trasformada para adecuarla al ritmo de los tiempos y a las aspiraciones de la sociedad.

La educación mexicana, hasta hoy, no ha podido alcanzar esos estándares de calidad y excelencia ni ha logrado evitar que los niños y jóvenes que dejan atrás el nivel básico, el que es igual para todos, resulten con malas notas en los exámenes que se aplican con cierta frecuencia por organismos nacionales e internacionales, sobre todo en las áreas fundamentales de lenguaje, ciencias y matemáticas, sin omitir ni restar importancia a las humanidades y a las ciencias sociales.

El desafío principal, la esencia de lo que puede ser la reforma, comienza en agosto próximo cuando las escuelas adopten el nuevo modelo educativo y los profesores se dediquen, en forma progresiva, durante ese año escolar y el siguiente, a revisar cuidadosamente los contenidos y asegurarse que de la manera en que lleguen al salón de clases depende el éxito o fracaso de ésta o de cualquier otra reforma, ya que en la medida en que la hagan suya, la conozcan y la adopten con plena convicción dependerá que al final de cuentas no se venga a tierra como un frágil e inestable castillo de naipes.

En cuanto a los libros de texto, que son el principal recurso que están a la mano de muchos profesores, qué bueno que se incorporen a Internet y que, al igual que otros medios, queden al alcance de los que tienen computadora, Wi-Fi y energía eléctrica, pero no por eso deben dejar de tener respaldo impreso.

En el calendario escolar de la Secretaría de Educación Pública, los siguientes dos años lectivos estarán dedicados a trabajar con los maestros de todo el país en el manejo de los contenidos programáticos del nuevo plan de estudios.

Como es sabido, la reforma educativa del sexenio llegó hasta el punto de haber elegido un nuevo modelo para los diferentes niveles de educación básica –preescolar, primaria y secundaria− basado en el principio de “aprender a aprender”.

Hoy no se habla de otra cosa en el medio educativo, pero aún no se conocen los temas y la metodología que harán posible que los alumnos del futuro, en vez de ser simples repetidores de lo que sus maestros les enseñan –es decir, lo que tradicionalmente se ha llamado “la lección”− sean capaces de aprender por sí mismos, bajo la guía de sus profesores, para que puedan seguir haciéndolo a lo largo de su vida, es decir, en todo momento y lugar y, sobre todo, de manera autónoma.

Lograr esto no va a ser fácil, sobre todo si los programas de antaño no lo contemplaban y si los maestros a cargo de la enseñanza con los nuevos métodos han sido formados con métodos anteriores. El autodidactismo con bases científicas que hoy se pretende alcanzar en todos los alumnos, desafortunadamente nunca ha estado en el centro de las prácticas escolares aunque eventualmente se le mencionara, casi de paso, en documentos programáticos y en investigaciones y estudios realizados en torno a los problemas de la educación. El modelo que se maneja actualmente en las aulas y en las reuniones de profesores, llamado Constructivismo, basado en las ideas del psicólogo suizo Jean Piaget y alentado por la Unión Europea en un documento que redactó, aunque no fuera exclusivamente de su autoría, el francés Jacques Delors, presidente de la comisión de expertos que estudió el tema, pretendió seguir esa ruta que conduce a la autoformación, como producto de la escolaridad, pero no llegó a echar raíces ni se aplicó de manera sistemática y exhaustiva en los planteles.

Esta teoría de los “cuatro pilares” de la educación enunciada por Delors y sus colegas es la que se pretende retomar en los nuevos programas, comenzando desde el diseño curricular, pero mejorada y enriquecida con nuevas aportaciones para ser colocada en el sitio de honor bajo un principio único y dominante: “aprender a aprender”.

La idea que hoy tienen en mente los especialistas es que una educación que no prepara para la vida, sino para los exámenes, que no permite al educando desarrollar habilidades y competencias para resolver problemas, convivir armoniosamente con sus semejantes y enfrentarse a la realidad sin entrar en estado de “shock”, en realidad no le sirve a nadie y debe ser trasformada para adecuarla al ritmo de los tiempos y a las aspiraciones de la sociedad.

La educación mexicana, hasta hoy, no ha podido alcanzar esos estándares de calidad y excelencia ni ha logrado evitar que los niños y jóvenes que dejan atrás el nivel básico, el que es igual para todos, resulten con malas notas en los exámenes que se aplican con cierta frecuencia por organismos nacionales e internacionales, sobre todo en las áreas fundamentales de lenguaje, ciencias y matemáticas, sin omitir ni restar importancia a las humanidades y a las ciencias sociales.

El desafío principal, la esencia de lo que puede ser la reforma, comienza en agosto próximo cuando las escuelas adopten el nuevo modelo educativo y los profesores se dediquen, en forma progresiva, durante ese año escolar y el siguiente, a revisar cuidadosamente los contenidos y asegurarse que de la manera en que lleguen al salón de clases depende el éxito o fracaso de ésta o de cualquier otra reforma, ya que en la medida en que la hagan suya, la conozcan y la adopten con plena convicción dependerá que al final de cuentas no se venga a tierra como un frágil e inestable castillo de naipes.

En cuanto a los libros de texto, que son el principal recurso que están a la mano de muchos profesores, qué bueno que se incorporen a Internet y que, al igual que otros medios, queden al alcance de los que tienen computadora, Wi-Fi y energía eléctrica, pero no por eso deben dejar de tener respaldo impreso.

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