Algunos de los grandes flagelos de la humanidad han castigado cruelmente a los mexicanos. Tal vez la pandemia de COVID-19 sea más clemente gracias a las medidas de prevención que la población está observando.
En 1918 la epidemia de influenza mató, según se sabe, a 300 mil personas en México y a 50 millones en el mundo. Aunque se originó en Francia y después pasó a España, se le conoce como gripe española debido a que por esa ruta marítima invadió nuestro entorno.
La mortandad comenzó en septiembre y octubre y se prolongó en los siguientes meses. Los estados del norte fueron los primeros afectados, pero en la Ciudad de México el reporte diario de fallecidos fue impresionante.
En Toluca, los recursos para combatir el virus era limitados, pero la densidad demográfica era menor y eso evitó que las consecuencias de contagio fueran tan graves, ya que para entonces era conocida la tendencia de los toluqueños –atribuida al frío− de encerrarse en sus casas a la menor sensación de peligro o en la crudeza del invierno. De cualquier manera, el costo de la pandemia fue elevado y pobló rápidamente el recién inaugurado Panteón de la Soledad o Panteón General que fue construido en la época del gobernador José Vicente Villada.
Más catastrófica fue en su momento la pandemia de cólera morbo de 1833, que se originó en el norte de Europa, se extendió hacia España y de allí viajó a nuestro país. Se sabe que entró por dos puntos, Tampico y Yucatán, y de ahí se propagó al resto del país.
También los toluqueños sufrieron el rigor de la enfermedad y hubo necesidad de abrir varios panteones para sepultar a los muertos que se registraban cada día.
En el 2020, dentro de la contingencia que estamos viviendo, las condiciones locales son diferentes a las que enmarcaron las anteriores pandemias, incluida la de influenza AH1-N1 de 2009-2100, que brotó en México, en Veracruz.
La diferencia principal radica en que hoy existe más información sobre los avances de la pandemia de coronavirus y las instituciones han entrado en contacto con todos los sectores de la población, a través de los medios para difundir las instrucciones sanitarias.
Es verdad que hoy existen más ancianos que en anteriores pandemias y que la población de las ciudades es más densa, dos agravantes en la situación actual, pero la mayoría de los ciudadanos ha respondido en forma positiva a los llamados de aislamiento social y precaución sanitaria, por lo que ese gran esfuerzo colectivo, esa voluntad de auto-protegerse no pueden caer en el vacío a la hora de hacer recuento de los daños. Cada ciudadano es responsable de su destino y la gran mayoría está respondiendo bien.