Mientras que en la meridional provincia de Cantón, China, surge la electrizante noticia de que se están registrando, al igual que en Pekín, numerosos contagios, la Ciudad de México inicia su regreso a la normalidad y en el Estado de México el semáforo epidemiológico permanece en rojo.
Los informes llegados de China son preocupantes porque no se ha establecido claramente en qué circunstancias comenzó la nueva ola de contagios cuyo origen se ubica en un populoso mercado de frutas, verduras y mariscos. No se especifica si todos los casos son nuevos o si hay personas que están recayendo, lo cual es fundamental saberlo porque si hay indicios de pacientes que contrajeron el virus por segunda vez, esto echaría por tierra la esperanza de la autoinmunidad, es decir, la virtud de que un paciente quede inmune después de padecer la enfermedad.
Es preferible saber que se trata de contagios nuevos, de gente que se había salvado de la primera ola y que ahora está cayendo en la estadística. Ésta es cuestión que deben definir los especialistas, para no caer en falsedades.
Por lo que toca a las condiciones predominantes en nuestro medio, valga saber que la situación de la ciudad y del estado de México son diferentes y existe un avance desigual en el combate a la maldición del siglo, pues mientras que la metrópoli ya está abriendo su economía esta semana, con algunas restricciones, el estado que la rodea se prepara para intentarlo en los próximos días. Solo es cuestión de ritmo que está determinada por el número de contagios “activos” y los datos de ocupación hospitalaria.
En cuanto las autoridades sanitarias enciendan la luz naranja, los mexiquenses volverán al trabajo, a los negocios y a las actividades cotidianas con las restricciones del caso.
Quizás no sea correcto decir que se trata de un regreso, puesto que si la normalidad de la que venimos es diferente y ya no va de acuerdo con la realidad actual, entonces, se trata de ingresar, no de regresar a la nueva normalidad.
La sociedad va a tener que adoptar usos y costumbres que vayan de acuerdo con la nueva realidad, la que necesariamente y desde ahora distingue dos épocas: antes y después de la pandemia.
No solo cambiará la forma de saludar, sino también la forma de convivir en el trabajo, en la calle, en las tiendas, en los espectáculos y en las reuniones sociales. No es necesario hacer una lista de todo lo que va a cambiar, pero sí estar conscientes de que va a cambiar para poder asumir los cambios y no quedar electrocutado por el “Shock del futuro” en los términos que planteaba en el siglo pasado el escritor norteamericano Alvin Toffler.