/ sábado 27 de febrero de 2021

Reflexiones en textos cortos | Esclavo, amo o guerrero: Traer alguien al mundo


Muchos hemos leído notas en redes sociales respecto al cambio climático y la sobrepoblación, apuntan a que la mejor manera de ayudar al planeta es dejar de tener hijos. Visto desde la perspectiva de que un ser humano se vuelve una carpeta vacía que estará llena de las cosas que necesariamente tendrá que consumir a lo largo de su vida; y es precisamente el consumo lo que está llevando al declive a toda la humanidad, consumir implica también desechar.

De alguna forma tener hijos resulta atractivo para los seres humanos, aunque las implicaciones de hacerlo no estén pensándose. Nacer en estos tiempos no garantiza un futuro; subcontrataciones laborales, violencia, injusticias, asesinatos, falta de recursos, sometimiento y obediencia son los elementos constantes. ¿Por qué sigue siendo tan importante para los seres humanos tener hijos, si el escenario para que ellos crezcan no les favorece?

Una respuesta aproximada surge del escritor Ernest Becker en “La negación de la muerte”, para el también antropólogo, los seres humanos están rechazando constantemente la idea inevitable de morir. Tener un hijo es una forma de negar la muerte, es a través de la procreación que se intenta prolongar la existencia de los seres humanos, saber que vamos a morir, pero buscar garantizar nuestra existencia biológica a través de nuestros herederos genéticos. Quizá por eso la adopción tenga un sentido completamente distinto en todos aquellos que buscan ser padres. Es más atractivo existir en el parentesco del cuerpo que en las ideas.

Las condiciones son complicadas para los seres humanos de acuerdo con sus condiciones económicas, por un lado, están personas adineradas pagando tratamientos millonarios para tener hijos y por otro lado están los pobres, que parecen no tener problemas de fertilidad. La vida es extraña.

Si la idea inevitable de tener hijos se encuentra tan arraigada en el mundo, habría que reflexionar el rol de los nuevos seres humanos en un escenario que continúa pandémico. Pueden ser esclavos del sistema, los que consumen sin remordimiento y creen que su libertad está precisamente en la elección de consumir. Del otro lado están los que dan continuidad a la lógica del mundo de doblegar y someter, con el estandarte de la ley del más fuerte, afilan los codos para llegar hasta arriba y se someten a los superiores, son amos del mundo; o quizá una generación de guerreros.

Pensar que los descendientes más próximos serán el contrapeso de las injusticias, que vivirán de forma austera pero significativa, serán la minoría que logrará los cambios y que puede demostrar que efectivamente vienen cosas mejores.

Explorar las opciones del rol que tendrán los nuevos hijos es una tarea titánica, debido al escenario virtual que los educa y el pensamiento de sus padres que puede ser determinante en la acepción de la postura frente a las atrocidades cometidas todos los días.

Si los hijos son inevitables, espero que detener el abuso también lo sea.



Muchos hemos leído notas en redes sociales respecto al cambio climático y la sobrepoblación, apuntan a que la mejor manera de ayudar al planeta es dejar de tener hijos. Visto desde la perspectiva de que un ser humano se vuelve una carpeta vacía que estará llena de las cosas que necesariamente tendrá que consumir a lo largo de su vida; y es precisamente el consumo lo que está llevando al declive a toda la humanidad, consumir implica también desechar.

De alguna forma tener hijos resulta atractivo para los seres humanos, aunque las implicaciones de hacerlo no estén pensándose. Nacer en estos tiempos no garantiza un futuro; subcontrataciones laborales, violencia, injusticias, asesinatos, falta de recursos, sometimiento y obediencia son los elementos constantes. ¿Por qué sigue siendo tan importante para los seres humanos tener hijos, si el escenario para que ellos crezcan no les favorece?

Una respuesta aproximada surge del escritor Ernest Becker en “La negación de la muerte”, para el también antropólogo, los seres humanos están rechazando constantemente la idea inevitable de morir. Tener un hijo es una forma de negar la muerte, es a través de la procreación que se intenta prolongar la existencia de los seres humanos, saber que vamos a morir, pero buscar garantizar nuestra existencia biológica a través de nuestros herederos genéticos. Quizá por eso la adopción tenga un sentido completamente distinto en todos aquellos que buscan ser padres. Es más atractivo existir en el parentesco del cuerpo que en las ideas.

Las condiciones son complicadas para los seres humanos de acuerdo con sus condiciones económicas, por un lado, están personas adineradas pagando tratamientos millonarios para tener hijos y por otro lado están los pobres, que parecen no tener problemas de fertilidad. La vida es extraña.

Si la idea inevitable de tener hijos se encuentra tan arraigada en el mundo, habría que reflexionar el rol de los nuevos seres humanos en un escenario que continúa pandémico. Pueden ser esclavos del sistema, los que consumen sin remordimiento y creen que su libertad está precisamente en la elección de consumir. Del otro lado están los que dan continuidad a la lógica del mundo de doblegar y someter, con el estandarte de la ley del más fuerte, afilan los codos para llegar hasta arriba y se someten a los superiores, son amos del mundo; o quizá una generación de guerreros.

Pensar que los descendientes más próximos serán el contrapeso de las injusticias, que vivirán de forma austera pero significativa, serán la minoría que logrará los cambios y que puede demostrar que efectivamente vienen cosas mejores.

Explorar las opciones del rol que tendrán los nuevos hijos es una tarea titánica, debido al escenario virtual que los educa y el pensamiento de sus padres que puede ser determinante en la acepción de la postura frente a las atrocidades cometidas todos los días.

Si los hijos son inevitables, espero que detener el abuso también lo sea.