/ lunes 19 de febrero de 2018

Reflexiones y Alucinaciones

¿Existe voluntad política en el SNA?

(Uno de tres)


Motivado por las declaraciones que hiciera recientemente Irene Levy Mustri, publicadas por la cadena OEM el miércoles 14 de febrero, con ocasión de su ingreso al Comité de Participación Ciudadana, en cuanto a que no existe voluntad política en el SNA para que éste funcione, escribo las siguientes reflexiones en tres artículos consecutivos.

La corrupción es tan antigua como los más antiguos gobiernos que han existido en la humanidad. Las culturas más remotas, en el tiempo y en el espacio, así lo atestiguan. Por alguna razón, el escritor británico John Emerich Eduard afirmaba que “el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”; en otras palabras, podría decirse que ahí donde existe un gobierno, un poder público, ahí existe corrupción, o por lo menos, existe la posibilidad real de que en cualquier momento o circunstancia se dé la corrupción. En este sentido parecería que la corrupción es potencialmente afín al poder y, por lo mismo, todo intento encaminado a erradicarla, resultaría siempre un fracaso.

Sin entrar a un análisis conceptual estéril, en cuanto a si la corrupción es consustancial al poder y, por ende, materialmente imposible erradicarla de los gobiernos, me atrevería afirmar, por las razones que más adelante expondré, que ésta es abatible; sí, estimo que la corrupción en nuestro país podría ser abatible, hasta hacer de ésta una excepción y no una forma de vida como actualmente lo es, siempre y cuando exista realmente la VOLUNTAD POLÍTICA para hacerlo (así, con mayúsculas todas).

Esa VOLUNTAD POLÍTICA constituye la condición “sine qua non” para combatir la corrupción gubernamental en México. Antes de poner en marcha cualquier medida, estrategia o instrumento que tenga ese propósito, es indispensable que haya la voluntad real, auténtica, del gobernante, sin medias tintas, sin letras chiquitas en las leyes y reglamentos, y que la sociedad la pueda percibir tangiblemente sin dubitación alguna.

A mi manera de ver, esa es la razón por la que han fracasado, hasta ahora, todas las medidas implementadas por el gobierno mexicano, desde hace más de tres décadas, para erradicar la corrupción gubernamental. Parece absurdo y contradictorio, pero así ha sido en otros tiempos y así es hasta nuestros días: ha faltado la VOLUNTAD POLÍTICA de los gobernantes en turno para combatir realmente la corrupción y la impunidad que nos rodea.

Todo lo que se ha hecho hasta hoy en día en materia de combate a la corrupción, ha sido en buena medida, simulación; o por lo menos, acciones a medias, dejando siempre resquicios por donde se pueda eludir la ley, por donde pueda escabullirse el funcionario corrupto o por donde se pueda ayudar al amigo a evadir la cárcel o salvar un compromiso político. En consecuencia, me atrevo a concluir, que de no darse esa condición “sine qua non”, de poco servirá haber reformado la Constitución, aprobar nuevas leyes, crear novedosas instituciones, firmar convenios interinstitucionales para ese fin; el resultado será el mismo: la corrupción y la impunidad continuarán siendo el problema eterno de México.

La VOLUNTAD POLÍTICA a que me refiero, y aquí está el detalle, como diría Mario Moreno (Cantinflas), no es tan sólo la del presidente de la República, como muchos pudieran pensar, aunque sin duda es la principal e insustituible. Sin embargo, dado el presidencialismo tan acentuado que persiste en nuestro país, es la única que podría generar un movimiento transformador a nivel nacional para abatir la corrupción en México. Se requiere, por decirlo en términos actuales, de una VOLUNTAD POLÍTICA global, integrada, en una primera instancia, por la voluntad presidencial; en una segunda, por la de los gobernadores de los estados; y, en una tercera, por la de los presidentes municipales, que son quienes encabezan el gobierno en esas tres instancias.

Pero además de esas voluntades políticas, se requiere de otras, tan necesarias como la de los gobernantes, las cuales analizaremos en mis próximas reflexiones.

¿Existe voluntad política en el SNA?

(Uno de tres)


Motivado por las declaraciones que hiciera recientemente Irene Levy Mustri, publicadas por la cadena OEM el miércoles 14 de febrero, con ocasión de su ingreso al Comité de Participación Ciudadana, en cuanto a que no existe voluntad política en el SNA para que éste funcione, escribo las siguientes reflexiones en tres artículos consecutivos.

La corrupción es tan antigua como los más antiguos gobiernos que han existido en la humanidad. Las culturas más remotas, en el tiempo y en el espacio, así lo atestiguan. Por alguna razón, el escritor británico John Emerich Eduard afirmaba que “el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”; en otras palabras, podría decirse que ahí donde existe un gobierno, un poder público, ahí existe corrupción, o por lo menos, existe la posibilidad real de que en cualquier momento o circunstancia se dé la corrupción. En este sentido parecería que la corrupción es potencialmente afín al poder y, por lo mismo, todo intento encaminado a erradicarla, resultaría siempre un fracaso.

Sin entrar a un análisis conceptual estéril, en cuanto a si la corrupción es consustancial al poder y, por ende, materialmente imposible erradicarla de los gobiernos, me atrevería afirmar, por las razones que más adelante expondré, que ésta es abatible; sí, estimo que la corrupción en nuestro país podría ser abatible, hasta hacer de ésta una excepción y no una forma de vida como actualmente lo es, siempre y cuando exista realmente la VOLUNTAD POLÍTICA para hacerlo (así, con mayúsculas todas).

Esa VOLUNTAD POLÍTICA constituye la condición “sine qua non” para combatir la corrupción gubernamental en México. Antes de poner en marcha cualquier medida, estrategia o instrumento que tenga ese propósito, es indispensable que haya la voluntad real, auténtica, del gobernante, sin medias tintas, sin letras chiquitas en las leyes y reglamentos, y que la sociedad la pueda percibir tangiblemente sin dubitación alguna.

A mi manera de ver, esa es la razón por la que han fracasado, hasta ahora, todas las medidas implementadas por el gobierno mexicano, desde hace más de tres décadas, para erradicar la corrupción gubernamental. Parece absurdo y contradictorio, pero así ha sido en otros tiempos y así es hasta nuestros días: ha faltado la VOLUNTAD POLÍTICA de los gobernantes en turno para combatir realmente la corrupción y la impunidad que nos rodea.

Todo lo que se ha hecho hasta hoy en día en materia de combate a la corrupción, ha sido en buena medida, simulación; o por lo menos, acciones a medias, dejando siempre resquicios por donde se pueda eludir la ley, por donde pueda escabullirse el funcionario corrupto o por donde se pueda ayudar al amigo a evadir la cárcel o salvar un compromiso político. En consecuencia, me atrevo a concluir, que de no darse esa condición “sine qua non”, de poco servirá haber reformado la Constitución, aprobar nuevas leyes, crear novedosas instituciones, firmar convenios interinstitucionales para ese fin; el resultado será el mismo: la corrupción y la impunidad continuarán siendo el problema eterno de México.

La VOLUNTAD POLÍTICA a que me refiero, y aquí está el detalle, como diría Mario Moreno (Cantinflas), no es tan sólo la del presidente de la República, como muchos pudieran pensar, aunque sin duda es la principal e insustituible. Sin embargo, dado el presidencialismo tan acentuado que persiste en nuestro país, es la única que podría generar un movimiento transformador a nivel nacional para abatir la corrupción en México. Se requiere, por decirlo en términos actuales, de una VOLUNTAD POLÍTICA global, integrada, en una primera instancia, por la voluntad presidencial; en una segunda, por la de los gobernadores de los estados; y, en una tercera, por la de los presidentes municipales, que son quienes encabezan el gobierno en esas tres instancias.

Pero además de esas voluntades políticas, se requiere de otras, tan necesarias como la de los gobernantes, las cuales analizaremos en mis próximas reflexiones.

ÚLTIMASCOLUMNAS
martes 30 de junio de 2020

Reflexiones y Alucinaciones | Los pensionados, los más fregados con el Covid-19 (XIII)

Desde hace seis meses, el ISSEMyM no ha pagado el incremento de las pensiones a que tenemos derecho los pensionados

Misael Romero Andrade

martes 09 de junio de 2020

Reflexiones y Alucinaciones | El principio de Peter en tiempos de coronavirus (X)

El principio de Peter en tiempos de coronavirus (X)

Misael Romero Andrade

lunes 01 de junio de 2020

Reflexiones y alucinaciones | En plena pandemia, el regreso a la nueva normalidad (IX)

En plena pandemia, el regreso a la nueva normalidad (IX)

Misael Romero Andrade

lunes 25 de mayo de 2020

Reflexiones y alucinaciones | Cuando Coronavirus nos alcance (VIII)

Cuando Coronavirus nos alcance (VIII)

Misael Romero Andrade

lunes 18 de mayo de 2020

Reflexiones y alucinaciones | "El Nahual" en tiempos del coronavirus (VII)

"El Nahual" en tiempos del coronavirus (VII)

Misael Romero Andrade

lunes 27 de abril de 2020

Reflexiones y alucinaciones | La deshumanización en tiempos del Coronavirus (V)

La deshumanización en tiempos del Coronavirus (V)

Misael Romero Andrade

lunes 20 de abril de 2020

Reflexiones y alucinaciones | La educación en tiempos del Coronavirus (IV)

La educación en tiempos del Coronavirus (IV)

Misael Romero Andrade

lunes 27 de enero de 2020

Reflexiones y Alucinaciones | ¿Auditor superior de fiscalización a modo?

¿Auditor superior de fiscalización a modo?

Misael Romero Andrade

lunes 29 de abril de 2019

Reflexiones y Alucinaciones

Casos paralelos: ISSSTE e ISSEMyM

Misael Romero Andrade

Cargar Más