¡AMLO! no nos vayas a fallar
De entre las imágenes que se vieron en las concentraciones de Manuel López Obrador, una quedó clavada en mi memoria de manera especial: era un mitin de tantos, arropado por decenas de miles de seguidores, gente menuda que le ha venido siguiendo a lo largo de su campaña, o tal vez a lo largo de 18 años, en donde se distinguía una joven levantando una cartulina con un mensaje que decía: ¡AMLO! NO NOS VAYAS A FALLAR.
Este artículo se publica un día después de las elecciones, prácticamente a unas horas de que los mexicanos hayan ido a depositar su voto y con él, su apoyo o rechazo al régimen actual. Por razones obvias, fue escrito mucho antes de que se conozcan los resultados de la votación. Sin embargo, si las encuestas no fallan y no se cometió el megafraude que se temía, cuando leas estas líneas, amigo lector, Manuel López Obrador habrá ganado las elecciones, con un margen jamás visto.
¿Qué fue lo que sucedió para que esto pasara? ¿Era el mejor de los candidatos? ¡SÍ y NO! ¿Y José Antonio Meade y Ricardo Anaya no eran acaso mejores que López Obrador? ¡NO y SÍ!
-No entiendo ni una ni otra de tus ambivalencias, me increpó mi supuesto amigo.
Te explico, le dije: el 70% de los mexicanos está por un cambio, un cambio de fondo, no maquillado como hasta ahora; demandan un cambio real, auténtico; en otras palabras, que se combata efectivamente la corrupción, que los gobernantes sean honestos; que el ejercicio del gobierno sea para servir y no oportunidad para hacer negocios; que los órganos de procuración e impartición de justicia sean independientes para que cumplan con tan elevada misión; que se investigue la desaparición de los 43 normalistas, la estafa maestra y a los exgobernadores corruptos; que se combata al crimen y no que se coluda con él; que haya trabajo para hombres y mujeres y no que reciban migajas. En este contexto, amigo mío, López Obrador fue el mejor de los candidatos.
-¿Por qué entonces dices que López Obrador no era el mejor candidato? Me reviró mi interlocutor imaginario.
Pues porque AMLO pertenece más al pasado que al presente -le advertí-: tiene en mente el desarrollo estabilizador de hace cincuenta años, periodo en que hubo trabajo, la economía creció, con un mínimo de inflación. Sin embargo, ahora existen otras variables económicas y tecnológicas que en ese entonces, ni soñarlas. En ese sentido, AMLO no era el mejor.
-Por lo tanto, Meade y Anaya eran mejores candidatos, trató de atraparme mi aparente cómplice. No lo eran -le contesté-, por una sencilla razón: porque ambos pertenecen al sistema corrupto que la mayoría de los mexicanos quisieran desaparecer, especialmente el primero de ellos que trae cargando, como una pesada lápida, la imagen de un PRI envejecido y desfasado, ajeno a los actuales problemas sociales, y la de un presidente que desde los primeros años de su gobierno perdió la confianza de los mexicanos.
Sobran las razones, amigo lector, que explican el cómo y el por qué López Obrador fue creciendo en popularidad, a grado tal que desde septiembre de 2017, mes en que dio inicio el proceso electoral, hasta junio de 2018, nunca perdió el primer lugar en las encuestas, tampoco descendió en las preferencias electorales, por el contrario, siempre fue creciendo hasta rebasar los 50 puntos porcentuales.
Qué pasará con AMLO -se pregunta la gente-. Quién sabe, se contesta a sí misma. ¿Fue por ello un voto irracional? De ninguna manera; fue un voto razonado y sin duda, un voto de confianza y de esperanza. De ahí que la imagen que quedó grabada en mi memoria, cobrará, durante todos los días de su gobierno, un significado especial: ¡AMLO! NO NOS VAYAS A FALLAR.