/ lunes 13 de noviembre de 2017

Reflexiones y Alucinaciones

Hace apenas dos años, en las elecciones intermedias del 7 de junio de 2015, se pensó que las candidaturas independientes constituirían un parteaguas en el anquilosado sistema político mexicano, dominado por los partidos políticos que desde hace 90 años han sido la única puerta de acceso al poder.

En esa ocasión, con el mejor de los auspicios, participaron por primera vez en México candidatos independientes: de 133 que se registraron, seis obtuvieron rotundos triunfos, entre ellos Jaime Rodríguez Calderón, “El Bronco”, quien ganó la gubernatura del estado de Nuevo León, y Pedro Kumamoto Aguilar, quien obtuvo por esta vía una diputación local del estado de Jalisco.

Todo mundo coincidía en que las candidaturas independientes habían venido a oxigenar nuestra decrépita vida democrática, tan cuestionada por la sociedad como desacreditada por quienes en ella participan. Efectivamente, a la democracia mexicana le hacía falta un ingrediente que la reanimara, revitalizara y le diera cierto grado de fiabilidad social, pues la credibilidad en los partidos políticos, que son sus principales actores, ya desde entonces se encontraba en su más bajo nivel. Encuestas recientes realizadas por Parametría y Transparencia Internacional ubican a los partidos políticos, junto con las policías y los ministerios públicos, entre las instituciones más corruptas y menos confiables del país.

Pero no fue así; esos triunfos obtenidos por los independientes en junio de 2015, sin el apoyo de la estructura de un partido político, sin financiamiento público, sin grandes espectaculares, sin programas televisivos y sin la entrega de dádivas, llamados ahora programas sociales, despertó la inquietud entre los partidos políticos, quienes se dieron cuenta que con las candidaturas independientes habían creado un ser “contra natura”, que amenazaba no sólo su presencia sino su propia existencia, pues si ellos, como partidos, son los únicos detentadores del poder, no podían crear instituciones para arrebatárselo.

Por esa razón, sin la alharaca que habían hecho cuando aprobaron las reformas que dieron cabida a las candidaturas independientes, los gobiernos estatales y los legisladores de todos los partidos se dieron a la tarea “soto voce” de revisar sus leyes electorales para introducir toda clase de trabas y candados para dificultar a los ciudadanos participar y eventualmente ganar una elección.

En el caso de las elecciones para la presidencia de la República de 2018, la prueba más difícil que se les ha impuesto a los independientes, casi imposible de cumplir, es la de obtener en un plazo de cuatro meses 866,593 firmas que avalen su candidatura, las cuales deberán subirse al sistema electrónico que el INE les impuso y que por ser de alta tecnología, ha tenido en su uso demasiadas fallas y con ello multitud de inconformidades de quienes participan en el proceso.

De los cinco candidatos independientes que han porfiado en su intento de verse en la boleta electoral en 2018, dos de ellos son los que seguramente lo estarán: Margarita Zavala y Jaime Rodríguez “El Bronco”, quienes se disputan el liderato; María de Jesús Patricio “Marichuy”, Armando Ríos Piter y Pedro Ferriz de Con seguramente que no les alcanzará el tiempo para lograr el número de simpatizantes; pero, para el fin que se persigue, ya no es necesaria su participación.

El Sistema (léase PRI-gobierno) ya tiene perfectamente calculado el papel que jugará cada uno de estos ilusos de la política: Margarita Zavala debe participar; su papel es parte importante para los intereses del Sistema: su participación restará de manera directa votos al PAN y en su caso, votos al Frente Ciudadano por México (PAN, PRD y MC), esa es su misión, su premio: una senaduría pluri. “El Bronco” también debe participar; su misión será restarle votos, muchos votos, a Morena para que pueda ganar el PRI; su recompensa será regresar a Nuevo León, terminar su gobierno sin sobresaltos, obtener seguridad y protección al término de su mandato y ¿por qué no? Una senaduría para 2021.

Sin embargo, Morena, el enemigo realmente a vencer, se fortalece cada día que pasa. No se preocupen mis queridos lectores, también la estrategia ya está definida para que pierda una vez más: meterle temor a Trump, a los empresarios, a los inversionistas y a todos los mexicanos, de que Manuel López Obrador sigue siendo, como hace seis años, un peligro para México.

 

(romeromisael68@gmail.com)

Hace apenas dos años, en las elecciones intermedias del 7 de junio de 2015, se pensó que las candidaturas independientes constituirían un parteaguas en el anquilosado sistema político mexicano, dominado por los partidos políticos que desde hace 90 años han sido la única puerta de acceso al poder.

En esa ocasión, con el mejor de los auspicios, participaron por primera vez en México candidatos independientes: de 133 que se registraron, seis obtuvieron rotundos triunfos, entre ellos Jaime Rodríguez Calderón, “El Bronco”, quien ganó la gubernatura del estado de Nuevo León, y Pedro Kumamoto Aguilar, quien obtuvo por esta vía una diputación local del estado de Jalisco.

Todo mundo coincidía en que las candidaturas independientes habían venido a oxigenar nuestra decrépita vida democrática, tan cuestionada por la sociedad como desacreditada por quienes en ella participan. Efectivamente, a la democracia mexicana le hacía falta un ingrediente que la reanimara, revitalizara y le diera cierto grado de fiabilidad social, pues la credibilidad en los partidos políticos, que son sus principales actores, ya desde entonces se encontraba en su más bajo nivel. Encuestas recientes realizadas por Parametría y Transparencia Internacional ubican a los partidos políticos, junto con las policías y los ministerios públicos, entre las instituciones más corruptas y menos confiables del país.

Pero no fue así; esos triunfos obtenidos por los independientes en junio de 2015, sin el apoyo de la estructura de un partido político, sin financiamiento público, sin grandes espectaculares, sin programas televisivos y sin la entrega de dádivas, llamados ahora programas sociales, despertó la inquietud entre los partidos políticos, quienes se dieron cuenta que con las candidaturas independientes habían creado un ser “contra natura”, que amenazaba no sólo su presencia sino su propia existencia, pues si ellos, como partidos, son los únicos detentadores del poder, no podían crear instituciones para arrebatárselo.

Por esa razón, sin la alharaca que habían hecho cuando aprobaron las reformas que dieron cabida a las candidaturas independientes, los gobiernos estatales y los legisladores de todos los partidos se dieron a la tarea “soto voce” de revisar sus leyes electorales para introducir toda clase de trabas y candados para dificultar a los ciudadanos participar y eventualmente ganar una elección.

En el caso de las elecciones para la presidencia de la República de 2018, la prueba más difícil que se les ha impuesto a los independientes, casi imposible de cumplir, es la de obtener en un plazo de cuatro meses 866,593 firmas que avalen su candidatura, las cuales deberán subirse al sistema electrónico que el INE les impuso y que por ser de alta tecnología, ha tenido en su uso demasiadas fallas y con ello multitud de inconformidades de quienes participan en el proceso.

De los cinco candidatos independientes que han porfiado en su intento de verse en la boleta electoral en 2018, dos de ellos son los que seguramente lo estarán: Margarita Zavala y Jaime Rodríguez “El Bronco”, quienes se disputan el liderato; María de Jesús Patricio “Marichuy”, Armando Ríos Piter y Pedro Ferriz de Con seguramente que no les alcanzará el tiempo para lograr el número de simpatizantes; pero, para el fin que se persigue, ya no es necesaria su participación.

El Sistema (léase PRI-gobierno) ya tiene perfectamente calculado el papel que jugará cada uno de estos ilusos de la política: Margarita Zavala debe participar; su papel es parte importante para los intereses del Sistema: su participación restará de manera directa votos al PAN y en su caso, votos al Frente Ciudadano por México (PAN, PRD y MC), esa es su misión, su premio: una senaduría pluri. “El Bronco” también debe participar; su misión será restarle votos, muchos votos, a Morena para que pueda ganar el PRI; su recompensa será regresar a Nuevo León, terminar su gobierno sin sobresaltos, obtener seguridad y protección al término de su mandato y ¿por qué no? Una senaduría para 2021.

Sin embargo, Morena, el enemigo realmente a vencer, se fortalece cada día que pasa. No se preocupen mis queridos lectores, también la estrategia ya está definida para que pierda una vez más: meterle temor a Trump, a los empresarios, a los inversionistas y a todos los mexicanos, de que Manuel López Obrador sigue siendo, como hace seis años, un peligro para México.

 

(romeromisael68@gmail.com)

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