/ lunes 8 de abril de 2019

Reflexiones y alucinaciones


Ayudemos a nuestra ciudad (II)

Los medios informativos de la ciudad de Toluca, dieron cuenta el pasado 4 de abril del año en curso, en sus primeras planas, que el día anterior “Los universitarios sanearon el parque ecológico El Mapa”.

Líneas adentro, detallan que en esa acción de limpieza participaron 150 universitarios entre estudiantes, académicos y personal administrativo de la Institución, quienes encabezados por el rector Alfredo Barrera Baca, limpiaron la zona levantando más de 2 toneladas de basura. En esa labor de conservación del medio ambiente, contaron con la participación de las autoridades municipales de Toluca, de Zinacantepec y de la empresa DIBASA Servicios Ambientales.

Como es ampliamente conocido, el parque ecológico “El Mapa” está ubicado aproximadamente en el kilómetro 15 de la carretera Toluca-Temascaltepec, donde convergen los límites de esos dos municipios. Es un lugar ideal para hacer “camping” al air libre, si no hubiera la inseguridad que hay; está conformado por suaves ondulaciones de terreno, donde abundan los pinos centenarios; es un espacio propio para la caminata y para recorridos en bicicleta de montaña. ¡Quién no conoce este lugar preferido por los universitarios en época de calor! o por las familias toluqueñas, que aprovechando los días domingos o algún día no laboral, hacen una carne asada para convivir con la familia y los amigos.

Y sin embargo, siendo un lugar tan hermoso, al paso de los años se ha ido convirtiendo en un espacio inseguro e insalubre, donde se acumulan día a día toneladas de desechos que atraen a malvivientes, perros y roedores. Por esa razón, la acción realizada por los universitarios, apoyados por autoridades de la Institución y de los ayuntamientos Toluca y Zinacantepec, no puede pasar, no debe pasar desapercibida; debe tener el apoyo y el reconocimiento de la sociedad civil.

Pero… ¡Siempre hay un pero! Me parece que, sin restarle mérito a la faena universitaria, a esa buena intención le hace falta un plus adicional: que sea permanente; no de todos los días, pero sí con frecuencia. ¿Cada cuándo? cada 15 días, cada mes, que no pase más, porque si transcurre más tiempo, cuando regresen, todo estará igual. Y sucederá lo que ocurre cuando, en un acto similar, se siembran miles y miles de árboles cada año en el parque Sierra Morelos o en cualquier otro lugar: en poco tiempo se secan; no sobreviven por la falta de agua; de esta manera, se pierde el esfuerzo comunitario y el presupuesto público invertido. La acción sólo sirvió para tomarse la foto el presidente municipal, el Secretario del Medio Ambiente o el señor diputado que promovió la siembra.

En el caso que comentamos, la Universidad tiene todo para hacer algo más grande y sustentable; es más, para diseñar y ejecutar un buen proyecto que implique espacios para acampar, recorridos en bicicleta o la práctica del senderismo. Que “El Mapa” se convierta en un parque diseñado, protegido y adoptado por la Universidad.

Cualquier universitario que lea estas líneas pensará: ¡qué cómodo! proponer es fácil, realizar es lo difícil. Si piensa así mi imaginario interlocutor, le diré que está en un error: hace quince días -refiero el hecho sólo para justificar la propuesta que hago a la Universidad- ante la abundancia de basura que había en el jardín donde paseo por las mañanas, a cuyo costado se encuentran dos centros escolares y al fondo una base de la policía estatal, me propuse adoptarlo para efectos de mantenerlo limpio; desde entonces, tres o cuatro días a la semana, recogedor y escoba en mano, recorro sus áreas recogiendo toda la basura que arrojaron los niños o los padres a su paso: botellas y latas de refresco, hojas de tamal y envases de gelatina, bolsitas de nylon y servilletas de papel y, lo más repulsivo, las heces fecales de los perros que son un riesgo para la salud.

Al terminar, veo con satisfacción mi jardín adoptivo: presenta una imagen diferente. Me parece que voy ganando la batalla: los policías ya no arrojan los envases de refresco; algunos vecinos cuando salen con su perro, llevan una bolsa en la mano; y lo sorprendente: hoy, cuando esto escribo, vi a un niño pequeño con su madre recogiendo su basura. Cuando pasé a su lado, le dije: ¡qué padre que lo hagas! Educar es lo importante, me dijo su madre; de eso se trata, señora, le contesté.


Ayudemos a nuestra ciudad (II)

Los medios informativos de la ciudad de Toluca, dieron cuenta el pasado 4 de abril del año en curso, en sus primeras planas, que el día anterior “Los universitarios sanearon el parque ecológico El Mapa”.

Líneas adentro, detallan que en esa acción de limpieza participaron 150 universitarios entre estudiantes, académicos y personal administrativo de la Institución, quienes encabezados por el rector Alfredo Barrera Baca, limpiaron la zona levantando más de 2 toneladas de basura. En esa labor de conservación del medio ambiente, contaron con la participación de las autoridades municipales de Toluca, de Zinacantepec y de la empresa DIBASA Servicios Ambientales.

Como es ampliamente conocido, el parque ecológico “El Mapa” está ubicado aproximadamente en el kilómetro 15 de la carretera Toluca-Temascaltepec, donde convergen los límites de esos dos municipios. Es un lugar ideal para hacer “camping” al air libre, si no hubiera la inseguridad que hay; está conformado por suaves ondulaciones de terreno, donde abundan los pinos centenarios; es un espacio propio para la caminata y para recorridos en bicicleta de montaña. ¡Quién no conoce este lugar preferido por los universitarios en época de calor! o por las familias toluqueñas, que aprovechando los días domingos o algún día no laboral, hacen una carne asada para convivir con la familia y los amigos.

Y sin embargo, siendo un lugar tan hermoso, al paso de los años se ha ido convirtiendo en un espacio inseguro e insalubre, donde se acumulan día a día toneladas de desechos que atraen a malvivientes, perros y roedores. Por esa razón, la acción realizada por los universitarios, apoyados por autoridades de la Institución y de los ayuntamientos Toluca y Zinacantepec, no puede pasar, no debe pasar desapercibida; debe tener el apoyo y el reconocimiento de la sociedad civil.

Pero… ¡Siempre hay un pero! Me parece que, sin restarle mérito a la faena universitaria, a esa buena intención le hace falta un plus adicional: que sea permanente; no de todos los días, pero sí con frecuencia. ¿Cada cuándo? cada 15 días, cada mes, que no pase más, porque si transcurre más tiempo, cuando regresen, todo estará igual. Y sucederá lo que ocurre cuando, en un acto similar, se siembran miles y miles de árboles cada año en el parque Sierra Morelos o en cualquier otro lugar: en poco tiempo se secan; no sobreviven por la falta de agua; de esta manera, se pierde el esfuerzo comunitario y el presupuesto público invertido. La acción sólo sirvió para tomarse la foto el presidente municipal, el Secretario del Medio Ambiente o el señor diputado que promovió la siembra.

En el caso que comentamos, la Universidad tiene todo para hacer algo más grande y sustentable; es más, para diseñar y ejecutar un buen proyecto que implique espacios para acampar, recorridos en bicicleta o la práctica del senderismo. Que “El Mapa” se convierta en un parque diseñado, protegido y adoptado por la Universidad.

Cualquier universitario que lea estas líneas pensará: ¡qué cómodo! proponer es fácil, realizar es lo difícil. Si piensa así mi imaginario interlocutor, le diré que está en un error: hace quince días -refiero el hecho sólo para justificar la propuesta que hago a la Universidad- ante la abundancia de basura que había en el jardín donde paseo por las mañanas, a cuyo costado se encuentran dos centros escolares y al fondo una base de la policía estatal, me propuse adoptarlo para efectos de mantenerlo limpio; desde entonces, tres o cuatro días a la semana, recogedor y escoba en mano, recorro sus áreas recogiendo toda la basura que arrojaron los niños o los padres a su paso: botellas y latas de refresco, hojas de tamal y envases de gelatina, bolsitas de nylon y servilletas de papel y, lo más repulsivo, las heces fecales de los perros que son un riesgo para la salud.

Al terminar, veo con satisfacción mi jardín adoptivo: presenta una imagen diferente. Me parece que voy ganando la batalla: los policías ya no arrojan los envases de refresco; algunos vecinos cuando salen con su perro, llevan una bolsa en la mano; y lo sorprendente: hoy, cuando esto escribo, vi a un niño pequeño con su madre recogiendo su basura. Cuando pasé a su lado, le dije: ¡qué padre que lo hagas! Educar es lo importante, me dijo su madre; de eso se trata, señora, le contesté.

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