/ lunes 4 de diciembre de 2017

Reflexiones y Alucinaciones

Decía Jesús Reyes Heroles, uno de los ideólogos más reconocidos del PRI, que en política la forma es fondo, por lo que en esta delicada actividad las formalidades deben cuidarse con todo esmero. Lo anterior viene a colación, porque en el “destape” de José Antonio Meade Kuribreña para candidato a la presidencia de la República por ese partido, que ha sido por años el acto litúrgico por excelencia en la sucesión presidencial, no se cuidaron las formas que el caso lo amerita: hubo desaciertos en el procedimiento que deja mal parado, una vez más, al titular del Ejecutivo.

Como es ampliamente sabido, hace apenas unos días, el secretario Luis Videgaray Caso, hombre de gran influencia y de todas las confianzas del presidente Peña, en un acto sin mayor importancia, pero transmitido por las principales televisoras del país, cometió una gravísima desmesura: aduló de manera abierta y sin recato a José Antonio Meade, a la sazón uno de las cuatro aspirantes a la candidatura a la presidencia de la República por parte del PRI. Lo elogió de tal manera que sólo le faltó destaparlo, cuando no era el momento ni él para hacerlo.

Dos días después, con el fin de acallar de alguna manera el escándalo mediático que el canciller había provocado con su imprudente alusión, el titular del Ejecutivo federal, a pregunta expresa de un reportero, manifestó, cometiendo un segundo dislate, que al candidato del PRI no iba a ser elegido por el número de aplausos y elogios, metiéndose de esta manera en asuntos netamente de partido. Y sin embargo, otros dos días después, el presidente Peña, no hay otro más que él, iniciaba el acto protocolario del “destape” con actos que han provocado una estampida dentro del PRI en apoyo de Meade, iniciándose un proceso interno sin sentido alguno.

Los acontecimientos se sucedieron con la celeridad del rayo: desde el domingo 26 por la noche fueron citados los líderes de los sectores del PRI a la residencia oficial de los Pinos, no para tomarse un café, sino para recibir instrucciones; el lunes 27 por la mañana, a las 9:30 horas, José Antonio Meade presentó al jefe del Ejecutivo su renuncia irrevocable al cargo de secretario de Hacienda, quien sin inmutarse ni sorprenderse, puesto que él lo sabía antes que nadie, lo cubrió de aplausos y elogios, como imprudentemente lo había hecho Videgaray; de inmediato, el ungido se dirigió a las sedes de los sectores del partido: CTM, CNC y CNOP en donde lo aclamaron con porras, matracas y gritos de apoyo, como el hombre que México necesita, llamándole, sin serlo aún, “candidato de la esperanza”.

Para el medio día, del mismo lunes 27, el “destapado” ya contaba con el apoyo total, expreso y firmado, de los tres sectores del PRI, así como del Movimiento Territorial y de las organizaciones de mujeres y jóvenes, incluso de Unidad Revolucionaria. Con el apoyo unánime de toda esta estructura, prácticamente se dejó sin efecto alguno y sin razón el proceso interno para seleccionar al candidato, previsto en la Convocatoria expedida por el PRI el 23 de noviembre del año en curso.

Esa convocatoria establece que el 3 de diciembre será el registro de precandidatos; y que del 11 de diciembre al 17 de febrero será la campaña interna de los precandidatos en busca del voto de los más de 19,000 delegados especiales que elegirán al candidato. Sin embargo, si los tres sectores del PRI y demás organizaciones, de donde saldrán los delegados a la Asamblea General, ya han dado su total apoyo, ¿qué caso tiene la precampaña de José Antonio Meade para “convencer” a los delegados a que voten por él? ¡Qué buena comedia!

No obstante estos desaciertos, por no decir torpezas, los directivos del PRI se han empeñado en que José Antonio Meade se registre como precandidato y lleve a cabo su innecesaria campaña interna, más para placearse entre los priistas que para obtener el voto de los delegados especiales a la Convención Nacional; para ello y para darle visos de un proceso democrático, están tratando de convencer a dos o tres aspirantes, o por lo menos a uno, para que se registre como precandidato y le haga el quite a Meade en una campaña por demás aberrante.

La incógnita que brinca al momento, es saber si habrá alguien –que debe ser un alto funcionario- que se preste a desempeñar el papel de comparsa. De darse el caso, será, les aseguro, el hazmerreír de todos.

 

(romeromisael68@gmail.com)

Decía Jesús Reyes Heroles, uno de los ideólogos más reconocidos del PRI, que en política la forma es fondo, por lo que en esta delicada actividad las formalidades deben cuidarse con todo esmero. Lo anterior viene a colación, porque en el “destape” de José Antonio Meade Kuribreña para candidato a la presidencia de la República por ese partido, que ha sido por años el acto litúrgico por excelencia en la sucesión presidencial, no se cuidaron las formas que el caso lo amerita: hubo desaciertos en el procedimiento que deja mal parado, una vez más, al titular del Ejecutivo.

Como es ampliamente sabido, hace apenas unos días, el secretario Luis Videgaray Caso, hombre de gran influencia y de todas las confianzas del presidente Peña, en un acto sin mayor importancia, pero transmitido por las principales televisoras del país, cometió una gravísima desmesura: aduló de manera abierta y sin recato a José Antonio Meade, a la sazón uno de las cuatro aspirantes a la candidatura a la presidencia de la República por parte del PRI. Lo elogió de tal manera que sólo le faltó destaparlo, cuando no era el momento ni él para hacerlo.

Dos días después, con el fin de acallar de alguna manera el escándalo mediático que el canciller había provocado con su imprudente alusión, el titular del Ejecutivo federal, a pregunta expresa de un reportero, manifestó, cometiendo un segundo dislate, que al candidato del PRI no iba a ser elegido por el número de aplausos y elogios, metiéndose de esta manera en asuntos netamente de partido. Y sin embargo, otros dos días después, el presidente Peña, no hay otro más que él, iniciaba el acto protocolario del “destape” con actos que han provocado una estampida dentro del PRI en apoyo de Meade, iniciándose un proceso interno sin sentido alguno.

Los acontecimientos se sucedieron con la celeridad del rayo: desde el domingo 26 por la noche fueron citados los líderes de los sectores del PRI a la residencia oficial de los Pinos, no para tomarse un café, sino para recibir instrucciones; el lunes 27 por la mañana, a las 9:30 horas, José Antonio Meade presentó al jefe del Ejecutivo su renuncia irrevocable al cargo de secretario de Hacienda, quien sin inmutarse ni sorprenderse, puesto que él lo sabía antes que nadie, lo cubrió de aplausos y elogios, como imprudentemente lo había hecho Videgaray; de inmediato, el ungido se dirigió a las sedes de los sectores del partido: CTM, CNC y CNOP en donde lo aclamaron con porras, matracas y gritos de apoyo, como el hombre que México necesita, llamándole, sin serlo aún, “candidato de la esperanza”.

Para el medio día, del mismo lunes 27, el “destapado” ya contaba con el apoyo total, expreso y firmado, de los tres sectores del PRI, así como del Movimiento Territorial y de las organizaciones de mujeres y jóvenes, incluso de Unidad Revolucionaria. Con el apoyo unánime de toda esta estructura, prácticamente se dejó sin efecto alguno y sin razón el proceso interno para seleccionar al candidato, previsto en la Convocatoria expedida por el PRI el 23 de noviembre del año en curso.

Esa convocatoria establece que el 3 de diciembre será el registro de precandidatos; y que del 11 de diciembre al 17 de febrero será la campaña interna de los precandidatos en busca del voto de los más de 19,000 delegados especiales que elegirán al candidato. Sin embargo, si los tres sectores del PRI y demás organizaciones, de donde saldrán los delegados a la Asamblea General, ya han dado su total apoyo, ¿qué caso tiene la precampaña de José Antonio Meade para “convencer” a los delegados a que voten por él? ¡Qué buena comedia!

No obstante estos desaciertos, por no decir torpezas, los directivos del PRI se han empeñado en que José Antonio Meade se registre como precandidato y lleve a cabo su innecesaria campaña interna, más para placearse entre los priistas que para obtener el voto de los delegados especiales a la Convención Nacional; para ello y para darle visos de un proceso democrático, están tratando de convencer a dos o tres aspirantes, o por lo menos a uno, para que se registre como precandidato y le haga el quite a Meade en una campaña por demás aberrante.

La incógnita que brinca al momento, es saber si habrá alguien –que debe ser un alto funcionario- que se preste a desempeñar el papel de comparsa. De darse el caso, será, les aseguro, el hazmerreír de todos.

 

(romeromisael68@gmail.com)

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