Muy a pesar de las declaraciones y de los discursos oficiales, en el Estado de México el rubro educativo ha dejado de ser prioridad en los últimos dos gobiernos. Los hechos lo avalan y los resultados lo confirman. Veamos por qué.
En la administración estatal, recién concluida, el entonces gobernador Eruviel Ávila, desde su campaña y al inicio de su gobierno, manifestó que el suyo sería el “Sexenio de la Educación”; y que a él le gustaría -lo expresó varias veces- ser recordado como el “Gobernador de la Educación”. Sin embargo, la forma en como ésta fue dirigida reflejó lo contrario.
Con ese propósito, el exgobernador Eruviel creó en el primer año de su gobierno el famoso programa “Diez Acciones por la Educación”. A los pocos meses, el programa rebasó todas las expectativas, por lo que se aumentaron nuevas acciones. Se donaban lentes, zapatos ortopédicos, mesa-bancos, banderas, bandas de guerra, pintura para escuelas, tablets, tarjetas electrónicas para alumnos de escoltas y bandas de guerra y para integrantes de las sociedades de padres de familia; en fin toda clase de artículos, pero ninguno o casi ninguno que realmente impactara en la calidad educativa y ayudara a que México salga del último lugar en que se encuentra estancado, de entre los países que integran la OCDE.
Nada es gratuito; todo tiene una razón de ser: el vergonzante lugar que ocupa nuestro país en materia educativa, quizá encuentre su explicación no sólo en la idoneidad de los maestros, principales actores en el proceso de enseñanza-aprendizaje, sino en la de quienes dirigen la educación. Recordemos quiénes fueron los responsables de la misma en el sexenio anterior.
Al inicio de ese gobierno, fue Raymundo Martínez Carbajal quien se hizo cargo de la Secretaría de Educación; su antecedente inmediato fue haber sido director general de Conalep, organismo que imparte educación tecnológica. A los tres años dejó el cargo para ser diputado local y poco después secretario del PRI estatal. A Raymundo le sucedió Simón Villar Martínez, exdiputado local y expresidente del PRI en su natal Tamaulipas y cercano colaborador de Tomás Yarrington; después, llegó la senadora Anna Lilia Herrera Ansaldo, quien durante su fugaz periodo se dedicó a visitar escuelas, con miras a ser la candidata del PRI a la gubernatura mexiquense; como no lo fue, regresó a su curul senatorial. Durante su precaria estadía, esa importante dependencia fue dirigida realmente por Elisabeth Vilchis Pérez, con el cargo inexistente de Subsecretaria General de Educación. Fue ésta quien terminó el sexenio como titular. Ninguno de ellos contaba con el perfil que requiere la educación.
El otro subsistema educativo, el federalizado, a cargo de SEIEM, que cuenta con más de 6 mil escuelas y más de 60 mil maestros, tuvo un tratamiento parecido: al inicio del gobierno del doctor Eruviel, no había quien se animara a hacerse cargo de este organismo; se decía que por su tamaño, que por su complejidad, incluso se llegó a comentar que por su desaseo administrativo y financiero. A regañadientes o por disciplina, se hizo cargo Juan Manuel Mondragón; su antecedente: ser asesor de un diputado local; sólo duró cien días. A éste le sucedió Simón Villar Martínez, antes de ser el titular de la Secretaría de Educación. A Simón le sucedió en el cargo en SEIEM Carlos Auriel Estévez, quien venía fungiendo como Coordinador de Administración y Finanzas en ese organismo; su antecedente: ser Jefe de Protección Civil y Bomberos de Ecatepec.
En sexenio de Alfredo del Mazo, la historia se repite en materia educativa que por su trascendencia debiera ser el rubro más importante del gobierno: el gobernador designó a Juan Millán Márquez como secretario de Educación; sus antecedentes: secretario del Ayuntamiento de Huixquilucan, diputado local y por un breve lapso, subsecretario de Educación Básica.
En SEIEM ha sucedido exactamente lo mismo que hace seis años: durante un mes se manejaron varios nombres para la Dirección General: que fulano, que sutano, que mengano. Se decía que nadie aceptaba entrarle al toro por el déficit financiero que presenta. Se manejó durante muchos días el nombre del Ing. Alberto Kuri Naime, quien tampoco aceptó. ¡Qué lástima! Hubiera sido un director general de lujo; sus antecedentes: secretario de Administración, dos veces secretario de Educación estatal, subsecretario de Educación Básica a nivel nacional, y algo más: ya había sido director general de ese organismo.
Finalmente el gobernador designó a Guillermo Zamacona Urquiza como director general de ese organismo; antecedente inmediato: haber sido subsecretario Regional de Gobierno; no duró ni sesenta días en el cargo; abdicó ante la sorpresa de propios y extraños. En su lugar fue designado entonces Gerardo Monroy Serrano, sus antecedentes: receptor de rentas en Ecatepec, director regional de gobernación y director de IMEVIS. Ninguno tiene el perfil requerido.
¿No habrá en el Estado de México -se pregunta uno- profesionales con mayor capacidad, experiencia e interés en el rubro educativo? ¡Claro que los hay! Afortunadamente, en la Subsecretaría de Educación Básica y Normal, que es la más importante de la Secretaría, el gobernador designó a Rogelio Tinoco García, quien, al margen de todo, cuanta con esas cualidades, ya que es la segunda vez que ocupa ese cargo, además de haber sido director general de SEIEM.
Misael Romero Andrade
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