/ miércoles 6 de julio de 2022

Repique inocente | Generación de cristal

Dicen los que dicen que existe una “generación de cristal”. Dicen los que dicen que se caracteriza por “ser frágil y no tener tolerancia”.

La definición e identificación de la generación de cristal se la atribuyen a la española Monserrat Nebrera González, filósofa y política catalana de 60 años de edad. Describen a la “generación de cristal” como frágil, aislada, lejana de los problemas adultos, débil para enfrentar sus problemas y dependiente de muchas circunstancias especialmente materiales.

Independientemente de la definición, hay un gran debate sobre si existe o no la llamada generación de cristal. Si los nacidos después del 2000 pertenecen a este grupo y si sus padres son los responsables de sus características. Es un debate inacabado, porque personajes con estas características los hay en todas las generaciones y de todas las edades.

El arriba firmante quiere hacer una aportación insulsa y mentecata. Básicamente porque piensa que tenemos una generación de cristal en la vida pública.

Los políticos de antes —y hace no mucho— escuchaban, leían, y veían las críticas a sus actividades públicas sin alharacas y con disposición de escuchar y ánimo de ser escuchados. Para decirlo en términos coloquiales —y referencias hípicas—, aguantaban vara. No lo hacían callados. Rebatían. Buscaban a sus críticos. Se apersonaban en donde había que atender gritos y sombrerazos.Y casi siempre salían con un par de rasguños, pero indemnes. Listos para la siguiente.

Ahora prefieren hacer mutis. Que no significa que aguanten vara, sino que prefieren esconderse y dolerse de sus heridas, aún y cuando aparentemente sigan en el espacio público.

Veamos por ejemplo lo que sucede en las “benditas redes sociales”: les caen las críticas y los cuestionamientos, y en vez de encararlos, contestar, retroalimentarse, nutrirse y salir rasguñados, zaheridos, golpeados y, al mismo tiempo, fuertes, prefieren bloquear a sus interlocutores, guardar un ominoso silencio y quedar como intolerantes. Eso sin mencionar que lo suyo es el monólogo —como los de los espectáculos, nomás que sin gracia ni chiste—.

Por supuesto, esta actitud no se define por la edad, sino por una posición abierta o cerrada hacia lo público y el inherente cuestionamiento a cualquier acción en la esfera pública. Hay quien prefiere mantenerse protegido por una burbuja y evadir a toda costa las contrariedades. Hay personas de cristal. Desde luego, en contraste existe quien le entra al toro por los cuernos.

Medrosos y apocados hay en todas las eras y en todas las edades. Ahora se notan más porque vivimos en una era de la información y las comunicaciones. Su irritación y frustraciones son más visibles. Y así como dice la filósofa Nebrera, también hay excepciones gloriosas. Que se ven poco, porque aún así muchas veces prefieren la comodidad del soliloquio.

***

Director del noticiario Así Sucede de Grupo Acir Toluca.

Mail: felgonre@gmail.com. Twitter: @FelipeGlz.

Dicen los que dicen que existe una “generación de cristal”. Dicen los que dicen que se caracteriza por “ser frágil y no tener tolerancia”.

La definición e identificación de la generación de cristal se la atribuyen a la española Monserrat Nebrera González, filósofa y política catalana de 60 años de edad. Describen a la “generación de cristal” como frágil, aislada, lejana de los problemas adultos, débil para enfrentar sus problemas y dependiente de muchas circunstancias especialmente materiales.

Independientemente de la definición, hay un gran debate sobre si existe o no la llamada generación de cristal. Si los nacidos después del 2000 pertenecen a este grupo y si sus padres son los responsables de sus características. Es un debate inacabado, porque personajes con estas características los hay en todas las generaciones y de todas las edades.

El arriba firmante quiere hacer una aportación insulsa y mentecata. Básicamente porque piensa que tenemos una generación de cristal en la vida pública.

Los políticos de antes —y hace no mucho— escuchaban, leían, y veían las críticas a sus actividades públicas sin alharacas y con disposición de escuchar y ánimo de ser escuchados. Para decirlo en términos coloquiales —y referencias hípicas—, aguantaban vara. No lo hacían callados. Rebatían. Buscaban a sus críticos. Se apersonaban en donde había que atender gritos y sombrerazos.Y casi siempre salían con un par de rasguños, pero indemnes. Listos para la siguiente.

Ahora prefieren hacer mutis. Que no significa que aguanten vara, sino que prefieren esconderse y dolerse de sus heridas, aún y cuando aparentemente sigan en el espacio público.

Veamos por ejemplo lo que sucede en las “benditas redes sociales”: les caen las críticas y los cuestionamientos, y en vez de encararlos, contestar, retroalimentarse, nutrirse y salir rasguñados, zaheridos, golpeados y, al mismo tiempo, fuertes, prefieren bloquear a sus interlocutores, guardar un ominoso silencio y quedar como intolerantes. Eso sin mencionar que lo suyo es el monólogo —como los de los espectáculos, nomás que sin gracia ni chiste—.

Por supuesto, esta actitud no se define por la edad, sino por una posición abierta o cerrada hacia lo público y el inherente cuestionamiento a cualquier acción en la esfera pública. Hay quien prefiere mantenerse protegido por una burbuja y evadir a toda costa las contrariedades. Hay personas de cristal. Desde luego, en contraste existe quien le entra al toro por los cuernos.

Medrosos y apocados hay en todas las eras y en todas las edades. Ahora se notan más porque vivimos en una era de la información y las comunicaciones. Su irritación y frustraciones son más visibles. Y así como dice la filósofa Nebrera, también hay excepciones gloriosas. Que se ven poco, porque aún así muchas veces prefieren la comodidad del soliloquio.

***

Director del noticiario Así Sucede de Grupo Acir Toluca.

Mail: felgonre@gmail.com. Twitter: @FelipeGlz.