/ miércoles 25 de marzo de 2020

Repique inocente | La economía informal en la era del coronavirus


Estamos en el comienzo de la Jornada Nacional de Sana Distancia, que se prolonga hasta el 20 de abril. Y el escenario es así: estamos constantemente lavándonos las manos con agua y jabón, entre otras cosas porque no alcanzamos alcohol en gel gracias a los envidiosos que se llevaron todo. Muchos están encerrados en sus respectivos hogares, picándose la nariz; otros ídem, pero estamos en el trabajo, que luce solitario porque una parte del personal está haciendo trabajo en casa —ajá—. Nos sentimos preocupados por nuestros papás y abuelos, porque están en el grupo de edad con un riesgo mayor del famoso y jijodelajirurria del coronavirus Covid-19.

También estamos compartiendo información a diestra y siniestra de los supuestos fulanos de tal que andan divulgando que están infectados. O, en el lado contrario, propagando pensamientos bonitos de que el mundo está mejor, porque no nos damos cuenta de que el realismo mágico muy mexicano nos ha costado un ojo de la cara… o su equivalente por andar de crédulos.

Pero hay una proporción de mexicanos que nomás no puede lavarse constantemente las manos ni quedarse encerrados —además, si se encerraran, muchos viven hacinados—.

Y no son pocos. Se trata del 57% de la población mexicana en edad de trabajar. Ellos están en la economía informal. Son los mexicanos que si no trabajan, no comen.

En la “prepotente existencia moral” —léase, en el Estado de México— la proporción es la misma que en el ámbito nacional. Eso significa que de los ocho millones de mexiquenses que están laborando, alrededor de la mitad realiza actividades económicas informales. Unos más, unos menos, se trata de cuatro millones y medio de mexiquenses que están en la informalidad económica. Es decir, subempleados, comerciantes en vía pública, tianguis o mercados, trabajadoras domésticas, boleros, voceadores, organilleros, artesanos, cargadores, franeleros, choferes que trabajan a comisión y un largo etcétera.

Ese grupo vive al día. Difícilmente se van a querer ir a guardar a su casa, aunque comprendan el riesgo de estar en la calle, expuestos a lo que sea. Y eso responde, naturalmente, al hecho de que tienen una casi absoluta certeza de que se quedarían sin ingresos si dejan su espacio en la banqueta o el tianguis, es decir, no tendrían ni para comer.

Así que, ¿cómo le hacemos con ese grupo, económicamente el más vulnerable, para que puedan atender la recomendación de encerrarse en su cantón?

El arriba firmante no está descubriendo el hilo negro ni el agua tibia —Dios me libre de tan grande honor—: ya hay quien ha propuesto que esos pocos mexicanos que están en el estrato de los más ricos, pero ricos en serio —no aspirantes o wanabes, como les dicen parafraseando la lengua inglesa— como los Slims, Bailleres, Larreas, Garzas, Hanks, y otros cuantos que se cuentan con los dedos de la mano, sean solidarios con la manutención de esos muchos. O que lo haga el gobierno. Y así nos vayamos todos directo al aislamiento domiciliario que tanto les preocupa a algunos.

Por lo tanto, también que muchos otros sean enviados a sus casas con goce de sueldo de sus respectivas chambas formales, siempre y cuando sus actividades no sean esenciales.

Así, nos lavaremos las manos constantemente, evitaremos el contagio y todo lo demás, pero con la certeza de que tendremos barriga llena y corazón contento. Digo. Nomás por decir.

***

Director del noticiario Así Sucede de Grupo Acir Toluca.

Mail: felgonre@gmail.com. Twitter: @FelipeGlz.


Estamos en el comienzo de la Jornada Nacional de Sana Distancia, que se prolonga hasta el 20 de abril. Y el escenario es así: estamos constantemente lavándonos las manos con agua y jabón, entre otras cosas porque no alcanzamos alcohol en gel gracias a los envidiosos que se llevaron todo. Muchos están encerrados en sus respectivos hogares, picándose la nariz; otros ídem, pero estamos en el trabajo, que luce solitario porque una parte del personal está haciendo trabajo en casa —ajá—. Nos sentimos preocupados por nuestros papás y abuelos, porque están en el grupo de edad con un riesgo mayor del famoso y jijodelajirurria del coronavirus Covid-19.

También estamos compartiendo información a diestra y siniestra de los supuestos fulanos de tal que andan divulgando que están infectados. O, en el lado contrario, propagando pensamientos bonitos de que el mundo está mejor, porque no nos damos cuenta de que el realismo mágico muy mexicano nos ha costado un ojo de la cara… o su equivalente por andar de crédulos.

Pero hay una proporción de mexicanos que nomás no puede lavarse constantemente las manos ni quedarse encerrados —además, si se encerraran, muchos viven hacinados—.

Y no son pocos. Se trata del 57% de la población mexicana en edad de trabajar. Ellos están en la economía informal. Son los mexicanos que si no trabajan, no comen.

En la “prepotente existencia moral” —léase, en el Estado de México— la proporción es la misma que en el ámbito nacional. Eso significa que de los ocho millones de mexiquenses que están laborando, alrededor de la mitad realiza actividades económicas informales. Unos más, unos menos, se trata de cuatro millones y medio de mexiquenses que están en la informalidad económica. Es decir, subempleados, comerciantes en vía pública, tianguis o mercados, trabajadoras domésticas, boleros, voceadores, organilleros, artesanos, cargadores, franeleros, choferes que trabajan a comisión y un largo etcétera.

Ese grupo vive al día. Difícilmente se van a querer ir a guardar a su casa, aunque comprendan el riesgo de estar en la calle, expuestos a lo que sea. Y eso responde, naturalmente, al hecho de que tienen una casi absoluta certeza de que se quedarían sin ingresos si dejan su espacio en la banqueta o el tianguis, es decir, no tendrían ni para comer.

Así que, ¿cómo le hacemos con ese grupo, económicamente el más vulnerable, para que puedan atender la recomendación de encerrarse en su cantón?

El arriba firmante no está descubriendo el hilo negro ni el agua tibia —Dios me libre de tan grande honor—: ya hay quien ha propuesto que esos pocos mexicanos que están en el estrato de los más ricos, pero ricos en serio —no aspirantes o wanabes, como les dicen parafraseando la lengua inglesa— como los Slims, Bailleres, Larreas, Garzas, Hanks, y otros cuantos que se cuentan con los dedos de la mano, sean solidarios con la manutención de esos muchos. O que lo haga el gobierno. Y así nos vayamos todos directo al aislamiento domiciliario que tanto les preocupa a algunos.

Por lo tanto, también que muchos otros sean enviados a sus casas con goce de sueldo de sus respectivas chambas formales, siempre y cuando sus actividades no sean esenciales.

Así, nos lavaremos las manos constantemente, evitaremos el contagio y todo lo demás, pero con la certeza de que tendremos barriga llena y corazón contento. Digo. Nomás por decir.

***

Director del noticiario Así Sucede de Grupo Acir Toluca.

Mail: felgonre@gmail.com. Twitter: @FelipeGlz.