/ miércoles 7 de julio de 2021

Repique inocente | Los aguaceros de julio

Los aguaceros de julio han puesto en evidencia, de nueva cuenta, las carencias de infraestructura urbana para gestionar las lluvias y la falta de orden en los asentamientos humanos. La combinación trae consigo, año con año, inundaciones, encharcamientos y tragedias diversas en puntos bien identificados de esta entidad de la república llamada México.

El arriba firmante convoca a sus cuatro incondicionales lectores a que no nos hagamos tarugos: tenemos décadas con el conocimiento suficiente de los municipios, colonias, calles y hasta parajes específicos —dudo que alguien les siga llamando parajes, pero la añoranza gana— en los cuales se producen inundaciones en cada época de lluvias. Año tras año. Aguacero tras aguacero.

Apenas San Isidro Labrador abre las compuertas del cielo, con la autorización de San Pedro, y se inundan una veintena de municipios mexiquenses. Ni siquiera necesitan sacarlo en procesión.

El Atlas de Riesgos del Estado de México indica bien clarito, para cualquiera que tenga tres dedos de frente, que 25 municipios tienen riesgos relacionados con la temporada de lluvias. Se trata de 90 colonias. Y concretamente 75 puntos específicos.

Como en todos lados, también en los gobiernos municipales hay haraganes. No me atrevo a decir que pulula la indolencia, porque no me consta. Lo que sí me consta es que el Atlas de Riesgos es un informe público que puede ser documento de referencia para la prevención en las administraciones municipales, que en vez de leerlo con detenimiento prefieren sacarse de la chistera aquello de las “lluvias atípicas” —o algo semejante— para justificar su abulia.

O echarle la culpa a la basura. Y, por lo tanto, a los que arrojan basura a la vía pública y los cauces de agua… mañosamente olvidando mencionar que la responsabilidad de evitar que se arroje basura en la calle y de limpiar lo que algunos irresponsables dejaron es, ni más ni menos, que de las administraciones públicas.

Porque el mentado Atlas de Riesgos 2021 —página 39, para mayor referencia— indica que las principales causas de encharcamientos e inundaciones en el estado de México son “infraestructura hidráulica insuficiente, desbordamiento de cauces, falta de mantenimiento, bajadas de aguas broncas de laderas, hundimientos diferenciales de terreno, granizadas y otros”, en ese orden.

Y sí, la basura aparece en el documento. En términos de dos recomendaciones: “Realizar campañas masivas de difusión y concientización sobre la importancia de no tirar basura en la calle. Mejorar la cobertura y frecuencia del servicio de recolección de basura, en época de lluvias”. Aunque el Manual de Frases Hechas para Zafarse de la Responsabilidad sugiere culpar a la basura. Y por lo tanto a todos y a nadie.

De la falta de infraestructura, ni hablar. De haber permitido asentamientos humanos —o hospitales— en zonas susceptibles de inundación, menos. ¿Echarse la soga al cuello? Ni por equivocación.

Los aguaceros de julio han puesto en evidencia, de nueva cuenta, las carencias de infraestructura urbana para gestionar las lluvias y la falta de orden en los asentamientos humanos. La combinación trae consigo, año con año, inundaciones, encharcamientos y tragedias diversas en puntos bien identificados de esta entidad de la república llamada México.

El arriba firmante convoca a sus cuatro incondicionales lectores a que no nos hagamos tarugos: tenemos décadas con el conocimiento suficiente de los municipios, colonias, calles y hasta parajes específicos —dudo que alguien les siga llamando parajes, pero la añoranza gana— en los cuales se producen inundaciones en cada época de lluvias. Año tras año. Aguacero tras aguacero.

Apenas San Isidro Labrador abre las compuertas del cielo, con la autorización de San Pedro, y se inundan una veintena de municipios mexiquenses. Ni siquiera necesitan sacarlo en procesión.

El Atlas de Riesgos del Estado de México indica bien clarito, para cualquiera que tenga tres dedos de frente, que 25 municipios tienen riesgos relacionados con la temporada de lluvias. Se trata de 90 colonias. Y concretamente 75 puntos específicos.

Como en todos lados, también en los gobiernos municipales hay haraganes. No me atrevo a decir que pulula la indolencia, porque no me consta. Lo que sí me consta es que el Atlas de Riesgos es un informe público que puede ser documento de referencia para la prevención en las administraciones municipales, que en vez de leerlo con detenimiento prefieren sacarse de la chistera aquello de las “lluvias atípicas” —o algo semejante— para justificar su abulia.

O echarle la culpa a la basura. Y, por lo tanto, a los que arrojan basura a la vía pública y los cauces de agua… mañosamente olvidando mencionar que la responsabilidad de evitar que se arroje basura en la calle y de limpiar lo que algunos irresponsables dejaron es, ni más ni menos, que de las administraciones públicas.

Porque el mentado Atlas de Riesgos 2021 —página 39, para mayor referencia— indica que las principales causas de encharcamientos e inundaciones en el estado de México son “infraestructura hidráulica insuficiente, desbordamiento de cauces, falta de mantenimiento, bajadas de aguas broncas de laderas, hundimientos diferenciales de terreno, granizadas y otros”, en ese orden.

Y sí, la basura aparece en el documento. En términos de dos recomendaciones: “Realizar campañas masivas de difusión y concientización sobre la importancia de no tirar basura en la calle. Mejorar la cobertura y frecuencia del servicio de recolección de basura, en época de lluvias”. Aunque el Manual de Frases Hechas para Zafarse de la Responsabilidad sugiere culpar a la basura. Y por lo tanto a todos y a nadie.

De la falta de infraestructura, ni hablar. De haber permitido asentamientos humanos —o hospitales— en zonas susceptibles de inundación, menos. ¿Echarse la soga al cuello? Ni por equivocación.