/ miércoles 18 de marzo de 2020

Repique inocente | Subnormalidad profunda

La imbecilidad humana no tiene límites. Lo digo por experiencia propia.

También por lo que he podido ver en el transcurso de los últimos días, a raíz del pánico que ha despertado el famoso y ya tristemente célebre coronavirus de Wuhan, mejor conocido como El Coronavirus o el COVID-19 —nótense las mayúsculas genuflexas ante el fenómeno que nos tiene en vilo—.

Ahí está, por ejemplo, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, que lleno de miedo por una docena de pasajeros de un vuelo México-San Salvador que viajaban con sus respectivos tapabocas, aseguró que se trataba de infectados de coronavirus, que por alguna maligna razón querían llegar a su país a propagar la enfermedad. y cuando le aclararon que sus paisanos no estaban enfermos, en vez de aceptar que la había regado, la emprendió contra el gobierno mexicano, que a su vez había regado el tepache dándole asilo a un fulano que es acusado de corrupción por el gobierno salvadoreño.

Bukele, por cierto, había estado sonriente y gracioso con el gobierno mexicano mientras éste le entregó 30 millones de dólares del llamado Fondo Yucatán en junio del año pasado.

Otro bonito ejemplo de la subnormalidad profunda es la compra de docenas de paquetes de papel higiénico que algunas personas y familias consideran un bien esencial ante la evolución del coronavirus.

El arriba firmante todavía no comprende en qué consiste la protección que brinda el papel higiénico ante la epidemia que vivimos a nivel global. Agradecería alguna explicación coherente de las propiedades del papel higiénico —allí abajo aparece mi correo electrónico— y, de ser posible, que me indicaran si es mejor el de doble hoja, si recomiendan el que está adicionado con algún aroma, cuál es la extensión más recomendable del rollo o si el estampado tiene algún poder nigromántico o terapéutico por el cual haya que comprarlo.

Las señoras y señores que dejaron vacíos los estantes de las tiendas de autoservicio, clubes de precios, similares y conexos, tienen la palabra.

Mención aparte merecen los que se han dedicado a difundir mensajes en redes sociales en los que aseguran que el primo de una amiga que es vecina de una doctora que trabaja en alguna institución de salud le contó a un señor que le dijo a su sobrina que en la ciudad fulana de tal (pueden ponerle Toluca, si ustedes gustan, o Tepeji del Río, si les acomoda mejor) en realidad los casos de coronavirus son un titipuchal. Algunos lo hacen por perversos, otros por dinero y algunos más porque los ciega su aborrecimiento por el actual régimen político. Otros lo harán simplemente por un sentido de pertenencia, porque, como bien explicó el filósofo italiano Umberto Eco, las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas.

No se ofendan las buenas conciencias. Tampoco se acomoden en las definiciones. Mejor lávense las manos constantemente, practiquen la tos y el estornudo de etiqueta, desinfecten los artículos de uso común, eviten las aglomeraciones, coman frutas y verduras, manténganse hidratados. Y sobre todo, disimulen, porque en en esta era del coronavirus es muy fácil que se nos note, con dichos y hechos, la subnormalidad profunda.

La imbecilidad humana no tiene límites. Lo digo por experiencia propia.

También por lo que he podido ver en el transcurso de los últimos días, a raíz del pánico que ha despertado el famoso y ya tristemente célebre coronavirus de Wuhan, mejor conocido como El Coronavirus o el COVID-19 —nótense las mayúsculas genuflexas ante el fenómeno que nos tiene en vilo—.

Ahí está, por ejemplo, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, que lleno de miedo por una docena de pasajeros de un vuelo México-San Salvador que viajaban con sus respectivos tapabocas, aseguró que se trataba de infectados de coronavirus, que por alguna maligna razón querían llegar a su país a propagar la enfermedad. y cuando le aclararon que sus paisanos no estaban enfermos, en vez de aceptar que la había regado, la emprendió contra el gobierno mexicano, que a su vez había regado el tepache dándole asilo a un fulano que es acusado de corrupción por el gobierno salvadoreño.

Bukele, por cierto, había estado sonriente y gracioso con el gobierno mexicano mientras éste le entregó 30 millones de dólares del llamado Fondo Yucatán en junio del año pasado.

Otro bonito ejemplo de la subnormalidad profunda es la compra de docenas de paquetes de papel higiénico que algunas personas y familias consideran un bien esencial ante la evolución del coronavirus.

El arriba firmante todavía no comprende en qué consiste la protección que brinda el papel higiénico ante la epidemia que vivimos a nivel global. Agradecería alguna explicación coherente de las propiedades del papel higiénico —allí abajo aparece mi correo electrónico— y, de ser posible, que me indicaran si es mejor el de doble hoja, si recomiendan el que está adicionado con algún aroma, cuál es la extensión más recomendable del rollo o si el estampado tiene algún poder nigromántico o terapéutico por el cual haya que comprarlo.

Las señoras y señores que dejaron vacíos los estantes de las tiendas de autoservicio, clubes de precios, similares y conexos, tienen la palabra.

Mención aparte merecen los que se han dedicado a difundir mensajes en redes sociales en los que aseguran que el primo de una amiga que es vecina de una doctora que trabaja en alguna institución de salud le contó a un señor que le dijo a su sobrina que en la ciudad fulana de tal (pueden ponerle Toluca, si ustedes gustan, o Tepeji del Río, si les acomoda mejor) en realidad los casos de coronavirus son un titipuchal. Algunos lo hacen por perversos, otros por dinero y algunos más porque los ciega su aborrecimiento por el actual régimen político. Otros lo harán simplemente por un sentido de pertenencia, porque, como bien explicó el filósofo italiano Umberto Eco, las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas.

No se ofendan las buenas conciencias. Tampoco se acomoden en las definiciones. Mejor lávense las manos constantemente, practiquen la tos y el estornudo de etiqueta, desinfecten los artículos de uso común, eviten las aglomeraciones, coman frutas y verduras, manténganse hidratados. Y sobre todo, disimulen, porque en en esta era del coronavirus es muy fácil que se nos note, con dichos y hechos, la subnormalidad profunda.