/ miércoles 29 de enero de 2020

Repique inocente | Uno y uno


Cuando el arriba firmante sale a la calle al volante de un vehículo a motor, se encomienda a todos los santos del cielo, especialmente al beato Sebastián de Aparicio y a San Cristóbal, que todos sabemos que tienen encargado el patronazgo de los transportes terrestres y de los chafiretes. Es una precaución que no está de más, porque últimamente en el valle de Toluca se encuentra uno con más frecuencia de la debida a conductores que manejan como si no tuvieran ni la más remota idea de lo que se llama la cultura vial. O que tienen algún defecto visual, lo que el diccionario define perfectamente como “burriciego” —dicho sea con ánimo de ofender.

No están ustedes para saberlo, pero al acudir al renovar mi licencia de chofer, no pude evitar ver los apuros que pasaban quienes estaban presentando el examen correspondiente, con minutos que se volvían eternos frente a una pantalla que mostraba señales de tránsito que les resultaban completamente incomprensibles. Casi como si les estuvieran mostrando algún pictograma en chino mandarín.

Y si son incapaces de reconocer la señal que indica que en las cercanías hay grutas o cuevas, menos son capaces de dilucidar lo que significa un pato a un lado de unos juncales —si es que consigue distinguir los juncos—. Ni hablar si se les pone enfrente la señal que indica retorno salida a desnivel o la que prohíbe la circulación de vehículos de tracción animal sobre la carretera o vialidad urbana.

Pero aprueban el examen, reciben su licencia para manejar y salen a la calle a la buena de Dios. El resultado es que lo único que parece importarle a algunos conductores —sin distinción de sexo o condición— es llegar a su destino, pésele a quien le pese. Ni un ápice de educación en la materia. Ni encender las luces direccionales o sacar el brazo —o un cuerno, dijo un paisano mío— para avisar que harán alguna maniobra, y menos practicar la cortesía del “uno y uno” entre calles. Lo suyo es aquello de voy derecho y no me quito; tal vez pensando en que si ceden el paso se hará más evidente que son subnormales profundos.

De los accidentes ni hablar. El dato oficial más reciente del Consejo Nacional para la Prevención de Accidentes indica que 95% de los accidentes en el Estado de México ocurre en zonas urbanas y suburbanas, lo que de suyo muestra la falta de cultura para manejar. Además de falta de respeto por los peatones, que según las cifras oficiales son las más constantes víctimas de incidentes de tránsito, con 1.14 peatones por cada ocupante de vehículo lesionado en un accidente (otro día le dedicaremos este espacio a los peatones que ignoran lo que es un puente peatonal, sus funciones y utilidad).

Siguiendo con el Consejo Nacional para la Prevención de Accidentes, Tlalnepantla, Ecatepec, Atizapán de Zaragoza, Toluca, Tecámac, Metepec, Huixquilucan, Tultitlán y Naucalpan concentran 3 de cada 4 accidentes en el Estado de México; en los restantes 116 municipios ocurre el 25% sobrante. Sí, seguramente porque en estas ciudades hay muchos automotores en circulación, pero también porque hay muchos congéneres que manejan y pueden respirar al mismo tiempo para dar muestra de que los milagros existen.

Director del noticiario Así Sucede de Grupo Acir Toluca.

Mail: felgonre@gmail.com. Twitter: @FelipeGlz.


Cuando el arriba firmante sale a la calle al volante de un vehículo a motor, se encomienda a todos los santos del cielo, especialmente al beato Sebastián de Aparicio y a San Cristóbal, que todos sabemos que tienen encargado el patronazgo de los transportes terrestres y de los chafiretes. Es una precaución que no está de más, porque últimamente en el valle de Toluca se encuentra uno con más frecuencia de la debida a conductores que manejan como si no tuvieran ni la más remota idea de lo que se llama la cultura vial. O que tienen algún defecto visual, lo que el diccionario define perfectamente como “burriciego” —dicho sea con ánimo de ofender.

No están ustedes para saberlo, pero al acudir al renovar mi licencia de chofer, no pude evitar ver los apuros que pasaban quienes estaban presentando el examen correspondiente, con minutos que se volvían eternos frente a una pantalla que mostraba señales de tránsito que les resultaban completamente incomprensibles. Casi como si les estuvieran mostrando algún pictograma en chino mandarín.

Y si son incapaces de reconocer la señal que indica que en las cercanías hay grutas o cuevas, menos son capaces de dilucidar lo que significa un pato a un lado de unos juncales —si es que consigue distinguir los juncos—. Ni hablar si se les pone enfrente la señal que indica retorno salida a desnivel o la que prohíbe la circulación de vehículos de tracción animal sobre la carretera o vialidad urbana.

Pero aprueban el examen, reciben su licencia para manejar y salen a la calle a la buena de Dios. El resultado es que lo único que parece importarle a algunos conductores —sin distinción de sexo o condición— es llegar a su destino, pésele a quien le pese. Ni un ápice de educación en la materia. Ni encender las luces direccionales o sacar el brazo —o un cuerno, dijo un paisano mío— para avisar que harán alguna maniobra, y menos practicar la cortesía del “uno y uno” entre calles. Lo suyo es aquello de voy derecho y no me quito; tal vez pensando en que si ceden el paso se hará más evidente que son subnormales profundos.

De los accidentes ni hablar. El dato oficial más reciente del Consejo Nacional para la Prevención de Accidentes indica que 95% de los accidentes en el Estado de México ocurre en zonas urbanas y suburbanas, lo que de suyo muestra la falta de cultura para manejar. Además de falta de respeto por los peatones, que según las cifras oficiales son las más constantes víctimas de incidentes de tránsito, con 1.14 peatones por cada ocupante de vehículo lesionado en un accidente (otro día le dedicaremos este espacio a los peatones que ignoran lo que es un puente peatonal, sus funciones y utilidad).

Siguiendo con el Consejo Nacional para la Prevención de Accidentes, Tlalnepantla, Ecatepec, Atizapán de Zaragoza, Toluca, Tecámac, Metepec, Huixquilucan, Tultitlán y Naucalpan concentran 3 de cada 4 accidentes en el Estado de México; en los restantes 116 municipios ocurre el 25% sobrante. Sí, seguramente porque en estas ciudades hay muchos automotores en circulación, pero también porque hay muchos congéneres que manejan y pueden respirar al mismo tiempo para dar muestra de que los milagros existen.

Director del noticiario Así Sucede de Grupo Acir Toluca.

Mail: felgonre@gmail.com. Twitter: @FelipeGlz.