/ martes 2 de octubre de 2018

Rescate Tierra


La anestesia moral favorece la corrupción y la violencia

Con casi 30 mil homicidios al año, 207 ambientalistas muertos en 2017, 12 periodistas en el mismo año, 155 casos de secuestro en México y en nuestro Estado 1 secuestro cada 48 horas y 1 homicidio cada 5 horas, se califica a nuestro país como uno de los más violentos e inseguros del mundo. Tan sólo en lo que va de 2018 hay 10 periodistas asesinados.

El último caso de una agresión a ambientalistas fue el 28 de septiembre pasado, cuando asesinaron en su casa a Jesús Javier Ramos Arriola, quien había sido amenazado por oponerse a la construcción del nuevo aeropuerto.

Cuando uno platica sobre el tema hay quienes se horrorizan, otros lamentan el incremento de la violencia y unos más minimizan el tema, argumentando que comparado con otros países de Latinoamérica, México es un paraíso.

Dice un refrán, “Mal de muchos, consuelo de tontos”. ¿Cómo poder asumir que algo es normal? sólo porque en otros lados les vaya peor. Lo deseable es que nos vaya bien a todos y lo lamentable es que vivimos una globalización de la violencia, la perversión de los valores morales, la satisfacción personal contra la formación integral y positiva del ser humano.

Hemos anestesiado nuestras conciencias. Vemos normal el dolor provocado a otro ser humano, mientras no se metan con nosotros. Necesitamos solidarizarnos en hacer el bien, proteger al desvalido, alimentar al hambriento, proteger nuestro mundo, prevenir la violencia del género que sea o edad que sea.

El viernes estuve con los familiares de Julio César Mondragón Fontes, de los pocos jóvenes de Ayotzinapa cuyo cadáver apareció, le arrancaron la piel de la cara, sus ojos estaban en el suelo, junto al cuerpo. Dicen los que saben que su muerte fue una advertencia para esos jóvenes revoltosos que defienden su tierra, contra la invasión de las mineras, el crimen organizado, el abuso de malos gobernantes y la imposición inhumana de la autoridad.

Lamentablemente el fin de semana otro grupo de jóvenes secuestró camiones para ir a manifestarse, justificando un acto malo, -los desaparecidos de Ayotzinapa o el 2 de octubre- con otra acción mala.

El mensaje de los familiares de Julio es un total rechazo a la violencia y el respeto a los derechos de todo ser humano, la exigencia de justicia. Sin embargo está complicado buscar justicia y hacer seguimiento del caso por parte de familiares y abogados, dado que fue mandado al norte del país para ser desahogado por Tamaulipas. Y surge una pregunta, ¿por qué no aclararlo? Para que nunca volvamos a tener un hecho así en México. Y los que han adoptado la violencia, como su estrategia para obtener cosas, amenazando la paz, la vida y la tranquilidad de las familias de México, sepan que no se saldrán tan fácil con la suya.



La anestesia moral favorece la corrupción y la violencia

Con casi 30 mil homicidios al año, 207 ambientalistas muertos en 2017, 12 periodistas en el mismo año, 155 casos de secuestro en México y en nuestro Estado 1 secuestro cada 48 horas y 1 homicidio cada 5 horas, se califica a nuestro país como uno de los más violentos e inseguros del mundo. Tan sólo en lo que va de 2018 hay 10 periodistas asesinados.

El último caso de una agresión a ambientalistas fue el 28 de septiembre pasado, cuando asesinaron en su casa a Jesús Javier Ramos Arriola, quien había sido amenazado por oponerse a la construcción del nuevo aeropuerto.

Cuando uno platica sobre el tema hay quienes se horrorizan, otros lamentan el incremento de la violencia y unos más minimizan el tema, argumentando que comparado con otros países de Latinoamérica, México es un paraíso.

Dice un refrán, “Mal de muchos, consuelo de tontos”. ¿Cómo poder asumir que algo es normal? sólo porque en otros lados les vaya peor. Lo deseable es que nos vaya bien a todos y lo lamentable es que vivimos una globalización de la violencia, la perversión de los valores morales, la satisfacción personal contra la formación integral y positiva del ser humano.

Hemos anestesiado nuestras conciencias. Vemos normal el dolor provocado a otro ser humano, mientras no se metan con nosotros. Necesitamos solidarizarnos en hacer el bien, proteger al desvalido, alimentar al hambriento, proteger nuestro mundo, prevenir la violencia del género que sea o edad que sea.

El viernes estuve con los familiares de Julio César Mondragón Fontes, de los pocos jóvenes de Ayotzinapa cuyo cadáver apareció, le arrancaron la piel de la cara, sus ojos estaban en el suelo, junto al cuerpo. Dicen los que saben que su muerte fue una advertencia para esos jóvenes revoltosos que defienden su tierra, contra la invasión de las mineras, el crimen organizado, el abuso de malos gobernantes y la imposición inhumana de la autoridad.

Lamentablemente el fin de semana otro grupo de jóvenes secuestró camiones para ir a manifestarse, justificando un acto malo, -los desaparecidos de Ayotzinapa o el 2 de octubre- con otra acción mala.

El mensaje de los familiares de Julio es un total rechazo a la violencia y el respeto a los derechos de todo ser humano, la exigencia de justicia. Sin embargo está complicado buscar justicia y hacer seguimiento del caso por parte de familiares y abogados, dado que fue mandado al norte del país para ser desahogado por Tamaulipas. Y surge una pregunta, ¿por qué no aclararlo? Para que nunca volvamos a tener un hecho así en México. Y los que han adoptado la violencia, como su estrategia para obtener cosas, amenazando la paz, la vida y la tranquilidad de las familias de México, sepan que no se saldrán tan fácil con la suya.