/ martes 16 de octubre de 2018

Rescate Tierra


A favor o en contra del nuevo aeropuerto

El 22 de octubre de 2001 Vicente Fox, entonces presidente de México, anunció que el nuevo aeropuerto de la capital estaría en terrenos de Texcoco, desde entonces comenzaron las manifestaciones en contra que se intensificaron en 2006, siendo gobernador del Estado de México Enrique Peña, quien intentó preparar el terreno para la construcción del aeropuerto, siendo obstruido por los violentos hechos de San Salvador Atenco, donde hubo la detención de 207 personas, 146 de ellas arbitrarias, incluyendo a 10 niños, acusaciones de violación a 26 mujeres, uso excesivo de la fuerza, violación a los derechos humanos y algunas otras acciones que han pasado al olvido de la gente.

Casi 10 años después se reforzaron las acciones para su construcción e iniciaron las obras bajo el argumento de que era necesario y que los beneficios superaban el daño que provocaría a las comunidades y al medio ambiente. Los responsables dijeron no se fomentaría el calentamiento global, aunque las pistas y el concreto llenarán varias hectáreas, ni afectaría la humedad, ni la flora de la zona, ni las especies animales que aún quedaban, ni la agricultura de la zona y muchos de los trabajadores agrícolas podrían convertirse en empleados del nuevo aeropuerto o de los negocios generados por su construcción.

Hoy percibimos un debate público entre los que están a favor y quienes no lo aprueban. Los primeros dicen que usan tecnologías amigables con el entorno, que los basamentos que construyen permiten la recarga de mantos freáticos, que el agua que están desviando no será necesaria, que las aves que allí posaban no afectarán los aviones en vuelo y que la inversión detonará nuevos empleos, habrá progreso y un nuevo aeropuerto.

Quienes están en contra mencionan el desabasto de agua a la Ciudad de México, el grave impacto al ambiente, el empobrecimiento de la gente más vulnerable, el daño al entorno por la explotación de minas para abastecer de material a la construcción, el taponado de las venas que abastecen a los ríos subterráneos, el incumplimiento de las normas para autorizar su construcción y muchos datos más que no caben en esta columna.

Todo lo anterior lo escuché en el foro sobre el tema realizado el pasado jueves en el Club de Periodistas de la Ciudad de México, donde presidió Josefa González Blanco, próxima secretaria de Medio Ambiente de México, quien escuchó ideas a favor y en contra, mostrando respeto a las posiciones y hasta procurando el diálogo fluyera sin agresiones.

El próximo 28 de octubre se realizará la consulta pública sobre la construcción del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México y su resultado será vinculante en el futuro del NAICM, de acuerdo a palabras de Andrés Manuel López Obrador.

El evento es muy importante porque enmarca un nuevo estilo en la toma de decisiones, sobre la viabilidad de políticas públicas, cuya ejecución impacta directamente a sectores vulnerables de la población y al equilibrio ecológico.


A favor o en contra del nuevo aeropuerto

El 22 de octubre de 2001 Vicente Fox, entonces presidente de México, anunció que el nuevo aeropuerto de la capital estaría en terrenos de Texcoco, desde entonces comenzaron las manifestaciones en contra que se intensificaron en 2006, siendo gobernador del Estado de México Enrique Peña, quien intentó preparar el terreno para la construcción del aeropuerto, siendo obstruido por los violentos hechos de San Salvador Atenco, donde hubo la detención de 207 personas, 146 de ellas arbitrarias, incluyendo a 10 niños, acusaciones de violación a 26 mujeres, uso excesivo de la fuerza, violación a los derechos humanos y algunas otras acciones que han pasado al olvido de la gente.

Casi 10 años después se reforzaron las acciones para su construcción e iniciaron las obras bajo el argumento de que era necesario y que los beneficios superaban el daño que provocaría a las comunidades y al medio ambiente. Los responsables dijeron no se fomentaría el calentamiento global, aunque las pistas y el concreto llenarán varias hectáreas, ni afectaría la humedad, ni la flora de la zona, ni las especies animales que aún quedaban, ni la agricultura de la zona y muchos de los trabajadores agrícolas podrían convertirse en empleados del nuevo aeropuerto o de los negocios generados por su construcción.

Hoy percibimos un debate público entre los que están a favor y quienes no lo aprueban. Los primeros dicen que usan tecnologías amigables con el entorno, que los basamentos que construyen permiten la recarga de mantos freáticos, que el agua que están desviando no será necesaria, que las aves que allí posaban no afectarán los aviones en vuelo y que la inversión detonará nuevos empleos, habrá progreso y un nuevo aeropuerto.

Quienes están en contra mencionan el desabasto de agua a la Ciudad de México, el grave impacto al ambiente, el empobrecimiento de la gente más vulnerable, el daño al entorno por la explotación de minas para abastecer de material a la construcción, el taponado de las venas que abastecen a los ríos subterráneos, el incumplimiento de las normas para autorizar su construcción y muchos datos más que no caben en esta columna.

Todo lo anterior lo escuché en el foro sobre el tema realizado el pasado jueves en el Club de Periodistas de la Ciudad de México, donde presidió Josefa González Blanco, próxima secretaria de Medio Ambiente de México, quien escuchó ideas a favor y en contra, mostrando respeto a las posiciones y hasta procurando el diálogo fluyera sin agresiones.

El próximo 28 de octubre se realizará la consulta pública sobre la construcción del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México y su resultado será vinculante en el futuro del NAICM, de acuerdo a palabras de Andrés Manuel López Obrador.

El evento es muy importante porque enmarca un nuevo estilo en la toma de decisiones, sobre la viabilidad de políticas públicas, cuya ejecución impacta directamente a sectores vulnerables de la población y al equilibrio ecológico.