Actitudes que roban la bendición
Siempre me han llamado la atención los niños berrinchudos, caprichudos y egoístas que se tiran al suelo y exigen cosas que no les pertenecen o no son buenas. Personajes que al crecer se sienten dueños del mundo y sólo les importa hacer su voluntad.
Hay quienes piensan lo bueno, pero hacen lo malo. Malagradecidos que cuando tienen oportunidad de hacer el bien, no lo practican porque su egoísmo los detiene.
Todo ser humano ejerce autoridad en alguna forma, en familia, trabajo, política, de empleado, estudiante o maestro. Es una actitud que se ejerce desde que Eva convenció a Adán de probar el fruto prohibido y ambos pagaron las consecuencias.
La capacidad de dominar y ejercer autoridad no es mala, cuando se usa para hacer cosas buenas, que den paz, armonía, estabilidad, progreso. Sin embargo, al igual que los niños caprichudos, hay adultos caprichudos, con espíritu oscurecido por el egoísmo que a fuerza imponen su voluntad, aunque dañen a la gente y roben la paz.
En mi adolescencia deportiva, a varios amigos nos gustaba jugar frontenis contra un visitante que al perder inevitablemente azotaba su raqueta al suelo, la rompía, se jalaba los pelos y desgarraba su playera. Uno y otro día regresaba y repetía los hechos. No razonaba en la técnica de juego, ni la estrategia, ni el placer de competir y hacernos mejores a cada partido. Él quería ganar a toda costa y precio.
Llegar a la edad adulta con ese comportamiento y en cualquier posición de poder, traerá dolor, falta de paz, inestabilidad y daño a las instituciones con que se interactúe. La maldad tenderá a imponerse.
Ejemplos en el entorno económico, político y social de esto, hay algunos. Huachicoleros a los que no importó una explosión y muertos. Gobernadores que cambiaban medicina por agua. Ladrones de cuello blanco a quienes la estabilidad del país, no importa. Dueños de capitales tránsfugas que prefieren sacar su dinero, que apalancar el futuro económico de 120 millones de mexicanos. Políticos que en público hablan de pluralidad y respeto, y por la espalda apuñalan a quienes se la jugaron con ellos. Líderes sindicales, representantes de sus propios intereses. Defensores de derechos personales. Maestros, alumnos, hijos, padres, seres humanos.
Intolerancia, corrupción y ego, siempre van de la mano. Son un cóctel que daña el presente y coarta el futuro.