/ martes 29 de diciembre de 2020

Rescate Tierra

…Y los hombres, a pesar de lo que sufrieron, ni aún así se arrepintieron de adorar las obras de sus manos y la maldad, que tras ellas se esconde. Apocalipsis 9:20

Comenzó con la pandemia y concluye con la pandemia. Así fue 2020, el año que la humanidad descubrió lo frágil que es, y lo efímero de la vida. Ayer murió Armando Manzanero, sus canciones me acompañaron en las serenatas nocturnas por la ciudad, cuando la ventana de la mujer amada se iluminaba y continuaba la bohemia.

Algunos amigos han partido. El último fue mi tocayo Pedro Macedo, a quien conocí a principio de los 90s, me gustaban los diseños del Arquitecto, Macedo, cigarro siempre en mano y esa forma suave de reflexionar, interpretar la realidad y sacar lo mejor de la vida, aunque las circunstancias indicaran lo contrario. Pedro, nunca fue mezquino con los amigos, su sonrisa, su tiempo y esa rara habilidad de escuchar, lo hicieron amable.

El otro que partió fue Jesús Ruiz, amigo leal, gran periodista, generoso conmigo, pero siempre directo. Hablar con el sobre temas de política y proyectos aclaraba las ideas. Nunca le daba coba a uno, decía sí o no y lo confirmaba con los hechos.

Fabiola Bueno Cardiel, partió con Dios, casi al principio de la pandemia. Estudiamos juntos y compartimos esa lealtad de haber sido compañeros de salón y de carrera. Trabajó en el IEEM, cuyo Consejero Presidente, Pedro Zamudio, ya también se fue.

La lista de quienes mueren, crece. Unos por la enfermedad, otros por las consecuencias y otros, porque ya era el tiempo. Nos hemos acostumbrado a la muerte.

Y, a pesar de saber que en cualquier momento podemos partir, la dureza y vanalidad del corazón del hombre permanece. Ayer vi, en la calle de Pino Suárez, cerca de Arteaga, una larga fila de automóviles, de esas que se hacen cuando hay que verificar. La fila era para cargar oxígeno que ayude al cuidado y recuperación de enfermos por COVID-19. Investigando sobre el tema, con la curiosidad propia de los periodistas, supe que el costo por recarga iba de 4 a 5 mil pesos, pero que había revendedores ofreciendo el servicio en 9 y 10 mil pesos, sin importarles el dolor o la necesidad de la gente. Escuche las tarifas de los hospitales y quede sorprendido 10 a 15 mil pesos diarios, algunas clínicas hasta los 400 o 500 mil pesos mensuales, los supercentros hospitalarios, mientras los hospitales públicos, están llenos y muchos enfermos, fallecen allí, aunque con diferente costo.

Porque no sabemos ayudarnos. Porque siempre hay alguien que saca ventaja. Porque prefieren dejar morir a alguien, con tal de ganar dinero. Porque las calles siguen llenas a pesar de alerta roja. Los mexicanos igual que el mundo, nos hemos acostumbrado a la muerte, porque la vida no vale nada, según José Alfredo. Y lo peor es que los hacemos, sabiendo que dañamos la vida de otras personas, porque los ladrones, siguen robando. Los asesinos, siguen matando. Los narcos siguen en sus negocios. Los corruptos aprovechan la pandemia para enriquecerse. Violadores, pervertidos, abusadores de menores, tratantes de personas y malos políticos, aprovechan las circunstancias para su satisfacción, sin pensar que, nadie tiene la vida comprada, todos moriremos y si hay otra vida, entregaremos cuentas.

Mejor sería arrepentirse en verdad y comenzar el año, como nuevas personas. Buscando a quien hacer un bien y terminar con el ciclo de destrucción y muerte, que nos deja este 2020.

Venga 2021, hagámoslo, el mejor año pos pandemia.

Un año donde prevalezca, el amor y la vida.


…Y los hombres, a pesar de lo que sufrieron, ni aún así se arrepintieron de adorar las obras de sus manos y la maldad, que tras ellas se esconde. Apocalipsis 9:20

Comenzó con la pandemia y concluye con la pandemia. Así fue 2020, el año que la humanidad descubrió lo frágil que es, y lo efímero de la vida. Ayer murió Armando Manzanero, sus canciones me acompañaron en las serenatas nocturnas por la ciudad, cuando la ventana de la mujer amada se iluminaba y continuaba la bohemia.

Algunos amigos han partido. El último fue mi tocayo Pedro Macedo, a quien conocí a principio de los 90s, me gustaban los diseños del Arquitecto, Macedo, cigarro siempre en mano y esa forma suave de reflexionar, interpretar la realidad y sacar lo mejor de la vida, aunque las circunstancias indicaran lo contrario. Pedro, nunca fue mezquino con los amigos, su sonrisa, su tiempo y esa rara habilidad de escuchar, lo hicieron amable.

El otro que partió fue Jesús Ruiz, amigo leal, gran periodista, generoso conmigo, pero siempre directo. Hablar con el sobre temas de política y proyectos aclaraba las ideas. Nunca le daba coba a uno, decía sí o no y lo confirmaba con los hechos.

Fabiola Bueno Cardiel, partió con Dios, casi al principio de la pandemia. Estudiamos juntos y compartimos esa lealtad de haber sido compañeros de salón y de carrera. Trabajó en el IEEM, cuyo Consejero Presidente, Pedro Zamudio, ya también se fue.

La lista de quienes mueren, crece. Unos por la enfermedad, otros por las consecuencias y otros, porque ya era el tiempo. Nos hemos acostumbrado a la muerte.

Y, a pesar de saber que en cualquier momento podemos partir, la dureza y vanalidad del corazón del hombre permanece. Ayer vi, en la calle de Pino Suárez, cerca de Arteaga, una larga fila de automóviles, de esas que se hacen cuando hay que verificar. La fila era para cargar oxígeno que ayude al cuidado y recuperación de enfermos por COVID-19. Investigando sobre el tema, con la curiosidad propia de los periodistas, supe que el costo por recarga iba de 4 a 5 mil pesos, pero que había revendedores ofreciendo el servicio en 9 y 10 mil pesos, sin importarles el dolor o la necesidad de la gente. Escuche las tarifas de los hospitales y quede sorprendido 10 a 15 mil pesos diarios, algunas clínicas hasta los 400 o 500 mil pesos mensuales, los supercentros hospitalarios, mientras los hospitales públicos, están llenos y muchos enfermos, fallecen allí, aunque con diferente costo.

Porque no sabemos ayudarnos. Porque siempre hay alguien que saca ventaja. Porque prefieren dejar morir a alguien, con tal de ganar dinero. Porque las calles siguen llenas a pesar de alerta roja. Los mexicanos igual que el mundo, nos hemos acostumbrado a la muerte, porque la vida no vale nada, según José Alfredo. Y lo peor es que los hacemos, sabiendo que dañamos la vida de otras personas, porque los ladrones, siguen robando. Los asesinos, siguen matando. Los narcos siguen en sus negocios. Los corruptos aprovechan la pandemia para enriquecerse. Violadores, pervertidos, abusadores de menores, tratantes de personas y malos políticos, aprovechan las circunstancias para su satisfacción, sin pensar que, nadie tiene la vida comprada, todos moriremos y si hay otra vida, entregaremos cuentas.

Mejor sería arrepentirse en verdad y comenzar el año, como nuevas personas. Buscando a quien hacer un bien y terminar con el ciclo de destrucción y muerte, que nos deja este 2020.

Venga 2021, hagámoslo, el mejor año pos pandemia.

Un año donde prevalezca, el amor y la vida.