/ miércoles 16 de septiembre de 2020

Rescate Tierra | De la llenura del corazón, habla la boca

Traigo la trompa llena de chismes, decía una conocida, cuando se acercaba, emulando a famoso cómico. Nunca nos hicimos amigos, su charla era quejumbrosa. Se lamentaba, del sol, de la lluvia, de los días nublados, del calor y frio, de la comida, del agua, del aroma, de todas las personas, de las autoridades, políticos, sacerdotes, médicos, Mamá, padre, hermanos, amigos y hasta desconocidos. Nada escapaba de su lastimero existir y así fue su vida.

No disfrutó del calor del sol, ni el aroma de las flores o la charla de los amigos, no agradeció, por el agua que hace crecer las plantas y nos nutre a todos. Dejó de reír con familiares, por las anécdotas del día, pues todos le huían.

Su corazón estaba lleno de amargura, le había envejecido el rostro con una mueca de dolor y fastidio permanentes. Los huesos le dolían.

Su boca, había olvidado el placer de agradecer por el soplo del viento que enchina la piel. Por la caricia suave del amigo y el placentero rose del amor cercano. Desconocía la emoción del ser amado, acelerando el pulso, la respiración jadeante, los poros abiertos y esa alegría inmensa reflejada en unos ojos abiertos por la presencia del amado.

Necesitamos el mismo esfuerzo para agradecer. Qué para no hacerlo, es una decisión. Esperar siempre lo mejor, lo aprendí de una rubia de ojos verde aceituna. El placer de ver como convertía los problemas en oportunidades me causaba admiración y paciencia. Todo era bello, era una decisión, aunque el color negro dominara ese momento.

Hoy, requerimos dosis de esperanza y agradecimiento. Vivimos en un país donde hay libertad de expresión, a pesar del número de periodistas y ambientalistas asesinados. Tenemos grandes ríos y lagunas, no hay falta de agua, pero si mala distribución, excesiva contaminación y un codicioso deseo de algunos por comercializarla, apoderándose de ella. Nuestros bosques y parajes son hermosos bellos a los ojos, buenos para el medio ambiente y gran negocio para taladores que aún no aprenden a sembrarlos a pesar de que perderán sus ganancias si los bosques se acaban.

Por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará y ya no disfrutarán el respirar por la mañana. Ni escucharán al amigo para ayudarle. El dinero será tan importante que olvidarán el sabor de un beso y el placer de un abrazo gratuitos, -sin covid- Todo tiende a ser competencia y supervivencia. El agandalle a su máxima expresión, cambiando leyes y declarando normas que limitan la libertad del oponente, para quitarle sus derechos. Dejar de agradecer promueve tanto celo, tanto odio, tanta venganza, que hace difícil respirar el aire que compartimos, del bello territorio en que existimos… México.

Hay que decidir amar, llenar los pensamientos y el corazón de ánimo, de deseo de vivir. Abrir las oportunidades para todos, sin miedo a la competencia y con generosidad en el dar. Aprender a dar, es más difícil que aprender a retener y a quitar. Respetar los derechos de otros y su libertad no es fácil cuando el ego se impone… Y, sin embargo, es imposible no sentir cuando somos hormonas, pasiones y tensiones entre las líneas de el bien y el mal.

De nosotros depende tener un corazón y pensamientos sanos, para: agradecer, amar mucho y perdonar todo.

Traigo la trompa llena de chismes, decía una conocida, cuando se acercaba, emulando a famoso cómico. Nunca nos hicimos amigos, su charla era quejumbrosa. Se lamentaba, del sol, de la lluvia, de los días nublados, del calor y frio, de la comida, del agua, del aroma, de todas las personas, de las autoridades, políticos, sacerdotes, médicos, Mamá, padre, hermanos, amigos y hasta desconocidos. Nada escapaba de su lastimero existir y así fue su vida.

No disfrutó del calor del sol, ni el aroma de las flores o la charla de los amigos, no agradeció, por el agua que hace crecer las plantas y nos nutre a todos. Dejó de reír con familiares, por las anécdotas del día, pues todos le huían.

Su corazón estaba lleno de amargura, le había envejecido el rostro con una mueca de dolor y fastidio permanentes. Los huesos le dolían.

Su boca, había olvidado el placer de agradecer por el soplo del viento que enchina la piel. Por la caricia suave del amigo y el placentero rose del amor cercano. Desconocía la emoción del ser amado, acelerando el pulso, la respiración jadeante, los poros abiertos y esa alegría inmensa reflejada en unos ojos abiertos por la presencia del amado.

Necesitamos el mismo esfuerzo para agradecer. Qué para no hacerlo, es una decisión. Esperar siempre lo mejor, lo aprendí de una rubia de ojos verde aceituna. El placer de ver como convertía los problemas en oportunidades me causaba admiración y paciencia. Todo era bello, era una decisión, aunque el color negro dominara ese momento.

Hoy, requerimos dosis de esperanza y agradecimiento. Vivimos en un país donde hay libertad de expresión, a pesar del número de periodistas y ambientalistas asesinados. Tenemos grandes ríos y lagunas, no hay falta de agua, pero si mala distribución, excesiva contaminación y un codicioso deseo de algunos por comercializarla, apoderándose de ella. Nuestros bosques y parajes son hermosos bellos a los ojos, buenos para el medio ambiente y gran negocio para taladores que aún no aprenden a sembrarlos a pesar de que perderán sus ganancias si los bosques se acaban.

Por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará y ya no disfrutarán el respirar por la mañana. Ni escucharán al amigo para ayudarle. El dinero será tan importante que olvidarán el sabor de un beso y el placer de un abrazo gratuitos, -sin covid- Todo tiende a ser competencia y supervivencia. El agandalle a su máxima expresión, cambiando leyes y declarando normas que limitan la libertad del oponente, para quitarle sus derechos. Dejar de agradecer promueve tanto celo, tanto odio, tanta venganza, que hace difícil respirar el aire que compartimos, del bello territorio en que existimos… México.

Hay que decidir amar, llenar los pensamientos y el corazón de ánimo, de deseo de vivir. Abrir las oportunidades para todos, sin miedo a la competencia y con generosidad en el dar. Aprender a dar, es más difícil que aprender a retener y a quitar. Respetar los derechos de otros y su libertad no es fácil cuando el ego se impone… Y, sin embargo, es imposible no sentir cuando somos hormonas, pasiones y tensiones entre las líneas de el bien y el mal.

De nosotros depende tener un corazón y pensamientos sanos, para: agradecer, amar mucho y perdonar todo.