/ martes 30 de noviembre de 2021

Rescate Tierra | Ejército y Democracia

Me sorprendieron las soflamas y martingalas enunciadas por Diego Fernández, refiriéndose a la exhortación del Secretario de la Defensa, para que los mexicanos apoyen las acciones de la 4T. Las palabras domingueras que uso, poco conocidas en México, me hicieron buscar su significado, encontrando que soflama es echar ánimo y martingala, una serie de apuestas consecutivas, para en algún momento lograr un acierto.

Desde mediados del siglo pasado el Ejército mexicano ha procurado mantenerse al margen de los procesos político civiles, como guardián de la seguridad nacional, participando en desastres y amenazas externas a nuestra Nación, respetando las decisiones ciudadanas, para que el peso militar no influya en la política interna de nuestra Nación.

Tal actuar, es resultado de los más de 100 años de guerra que vivió México en la lucha por el poder, desde la Independencia y hasta finales del gobierno del General Lázaro Cárdenas.

En ese lapso de tiempo, escuchamos los nombres de Vicente Guerrero, Guadalupe Victoria, Santa Ana, Porfirio Díaz, Huerta, Carranza, Obregón, Calles, Cárdenas, Avila Camacho, donde varios estuvieron involucrados en procesos de inestabilidad y violencia social, reflejada en las condiciones político sociales de México, porque la mayoría ciudadana ante el temor de ser violentados por los generales y sus huestes, preferían mantenerse al margen de la actividad hegemónica nacional.

Quienes se atrevieron a enfrentarse a ellos, fueron asesinados para silenciar sus movimientos como: Madero, Zapata, Juárez, Villa, Obregón, Flores Magón y los miles de cristeros perseguidos, entre otros.

La Independencia fue el inició de más de 100 años de guerra para apoderarse del gobierno de México, una lucha por el poder intensificada durante el caudillismo y el maximato. Fue el General Calles en 1929 quien construye en contradicción a su poder, la separación del Ejército de la política, con la creación del Partido Nacional Revolucionario PNR, después PRM y finalmente Partido Revolucionario Institucional PRI, corporativizando a la institución e intentando la separación de la milicia de los gobiernos civiles, para que la amenaza de la fuerza militar y las armas, no definieran los procesos de gobierno y elecciones en el país, hecho al que se sumó el Partido Acción Nacional, PAN en 1939.

Para prevenir esa influencia, existe la normatividad que rige a las fuerzas armadas del país estableciendo en la Ley de Disciplina del Ejército y Fuerza Aérea en su artículo 17, -como lo mencionó Fernández de Ceballos-, el prohibir a los líderes militares, inmiscuirse en asuntos políticos, directa o indirectamente.

Hablar en lo general como lo hizo el militar, del bien de México a manos de sus actuales representantes, legitima la falta de medicinas en el sistema de salud, provocando la muerte prematura de varios enfermos, que quizá hoy seguirían vivos, niños, jóvenes y adultos. Legítima el encarecimiento de alimentos y productos básicos, obligando a las familias a dejar de comer carne, huevo, pollo, tortilla, verduras, gas. Legitima la desaparición de instituciones creadas para empoderar a la ciudadanía ante la concentración de poder de los partidos en el gobierno, estableciendo órganos desconcentrados para transparentar la información, dar credibilidad a las elecciones, promover la alternancia en el poder, estimular la participación social, multiplicar y eficientar la educación. Legitima la inseguridad en territorio nacional.

La institución del Ejercito mexicano fue hasta 2018 en las encuestas de opinión, la que más confianza daba a los mexicanos, pero el uso que el gobernante en turno hace de él, socava su imagen, generando dudas y miedo en el futuro de México. Basta recordar que los regímenes militares en Latinoamérica, Cuba, Chile, Argentina, Uruguay, Honduras, El Salvador y Guatemala por mencionar algunos, no fueron los mejores en el respeto a los Derechos Humanos, ni la economía, ni la estabilidad social.

Me sorprendieron las soflamas y martingalas enunciadas por Diego Fernández, refiriéndose a la exhortación del Secretario de la Defensa, para que los mexicanos apoyen las acciones de la 4T. Las palabras domingueras que uso, poco conocidas en México, me hicieron buscar su significado, encontrando que soflama es echar ánimo y martingala, una serie de apuestas consecutivas, para en algún momento lograr un acierto.

Desde mediados del siglo pasado el Ejército mexicano ha procurado mantenerse al margen de los procesos político civiles, como guardián de la seguridad nacional, participando en desastres y amenazas externas a nuestra Nación, respetando las decisiones ciudadanas, para que el peso militar no influya en la política interna de nuestra Nación.

Tal actuar, es resultado de los más de 100 años de guerra que vivió México en la lucha por el poder, desde la Independencia y hasta finales del gobierno del General Lázaro Cárdenas.

En ese lapso de tiempo, escuchamos los nombres de Vicente Guerrero, Guadalupe Victoria, Santa Ana, Porfirio Díaz, Huerta, Carranza, Obregón, Calles, Cárdenas, Avila Camacho, donde varios estuvieron involucrados en procesos de inestabilidad y violencia social, reflejada en las condiciones político sociales de México, porque la mayoría ciudadana ante el temor de ser violentados por los generales y sus huestes, preferían mantenerse al margen de la actividad hegemónica nacional.

Quienes se atrevieron a enfrentarse a ellos, fueron asesinados para silenciar sus movimientos como: Madero, Zapata, Juárez, Villa, Obregón, Flores Magón y los miles de cristeros perseguidos, entre otros.

La Independencia fue el inició de más de 100 años de guerra para apoderarse del gobierno de México, una lucha por el poder intensificada durante el caudillismo y el maximato. Fue el General Calles en 1929 quien construye en contradicción a su poder, la separación del Ejército de la política, con la creación del Partido Nacional Revolucionario PNR, después PRM y finalmente Partido Revolucionario Institucional PRI, corporativizando a la institución e intentando la separación de la milicia de los gobiernos civiles, para que la amenaza de la fuerza militar y las armas, no definieran los procesos de gobierno y elecciones en el país, hecho al que se sumó el Partido Acción Nacional, PAN en 1939.

Para prevenir esa influencia, existe la normatividad que rige a las fuerzas armadas del país estableciendo en la Ley de Disciplina del Ejército y Fuerza Aérea en su artículo 17, -como lo mencionó Fernández de Ceballos-, el prohibir a los líderes militares, inmiscuirse en asuntos políticos, directa o indirectamente.

Hablar en lo general como lo hizo el militar, del bien de México a manos de sus actuales representantes, legitima la falta de medicinas en el sistema de salud, provocando la muerte prematura de varios enfermos, que quizá hoy seguirían vivos, niños, jóvenes y adultos. Legítima el encarecimiento de alimentos y productos básicos, obligando a las familias a dejar de comer carne, huevo, pollo, tortilla, verduras, gas. Legitima la desaparición de instituciones creadas para empoderar a la ciudadanía ante la concentración de poder de los partidos en el gobierno, estableciendo órganos desconcentrados para transparentar la información, dar credibilidad a las elecciones, promover la alternancia en el poder, estimular la participación social, multiplicar y eficientar la educación. Legitima la inseguridad en territorio nacional.

La institución del Ejercito mexicano fue hasta 2018 en las encuestas de opinión, la que más confianza daba a los mexicanos, pero el uso que el gobernante en turno hace de él, socava su imagen, generando dudas y miedo en el futuro de México. Basta recordar que los regímenes militares en Latinoamérica, Cuba, Chile, Argentina, Uruguay, Honduras, El Salvador y Guatemala por mencionar algunos, no fueron los mejores en el respeto a los Derechos Humanos, ni la economía, ni la estabilidad social.